—¿Tom?— cuando escuché su voz al otro lado del teléfono, juraría que la presión de mi pecho disminuyó un poco—. ¿Thomas eres tú?

—¡Bren!— con los dientes habiendo liberado mi labio, este formó un puchero inconsciente y se puso a temblar mientras yo hablaba—. Mi bici se ha roto.

—¿Qué? ¿Has roto la bici que te regalé por tu cumple?

—Nonononono— los ojos comenzaron a inundárseme, y tuve que taparlos con la manga de mi chaqueta para cumplir mi objetivo de no ponerme a llorar como un bebé—. Te lo juro. Tan solo volví y el aire estaba saliendo, y-y...

—Tranquilo, Tom, cálmate.

—Pero te lo juro, te lo juro por Poru— si ya estaba agobiado de por si, el que mi hermana pensara que había roto yo las ruedas tan solo conseguía ponerme aún más nervioso. Era la bici que me había regalado por mi cumple, aquella que tantos trabajos de medio tiempo le había costado. Quería a esa bici con toda mi alma y la trataba con tanto aprecio que jamás me plantearía ponerla en peligro. Si, era un objeto, pero uno muy importante para mis

—Te creo, no pasa nada, tranquilízate—hablaba de forma pausada, consiguiendo lo que sus palabras me pedían—. A mi aún me queda una clase, pero si me esperas a que salga, podemos volver juntos.

—¿En tu moto?

—Claro— rió en voz baja, casi pude sentir como me acariciaba el cabello cariñosamente, como solía hacer para reconfortarme—. Mi colegio está a unas pocas manzanas. Te mando la dirección y me esperas en la entrada cuando llegues.

—Está bien— sonreí más aliviado y empecé a limpiarme las mejillas. De alguna forma las tenía ligeramente húmedas. Quizás, después de todo, sí que s habían terminado por escapar algunas lágrimas—. Gracias, Bren.

—De nada, bobo. Y deja de llorar.

—¡No estoy llorando!— no respondió, soltó unas carcajadas, dejando en claro que no me había creído, y colgó. De igual forma, a pesar de mi indignación, ahora era una sonrisa la que brotaba en mi cara. Saqué la lengua al móvil infantilmente y volví a guardármelo con mucho más ánimo que minutos antes.

Eché un vistazo a mi preciosa bici, lamentándome de nuevo por el incidente. Quizás había sido un animal, pero de cualquier manera, era una enorme faena. Podía imaginar el regalo de mis padres y lo que costaría arreglarla, y no me gustaba nada lo que me venía a la mente. Suspiré, y tras acariciar el manillar con pesar, eché a andar a la salida.

Para mi sorpresas mientras salía del centro, escuché unas voces junto a la valla. No tuve que acercarme mucho para distinguir quienes eran. Estaban riéndose a carcajadas, y entre las diferentes voces reconocí perfectamente la de Newt. Me tragué mis ganas de acercarme a hablar, ya que estaba con sus amigos y no debía molestarle. Pero para mi sorpresa, el más bajito del grupo me habló.

—¡Eh, tú, chico!— miré a ambos lados, asegurándome de que no hablaba a nadie más—. ¡Sí, tú, idiota!

—Anda, Thomas, ven aquí— esta vez era Newt, probablemente el único que se sabía mi nombre. Prefería que se hubiera acercado él y así estar a solas ya que sus amigos me intimidaban de sobremanera. Al final, tras vacilar un par de segundos, me acerqué. Él me lo había pedido, no podía negarme.

Cuando llegué, una bocanada de humo me envolvió por completo, empujándome a un ataque de tos. Jamás había probado el tabaco. De hecho, gracias a que nadie en mi familia fumaba, mi vida había transcurrido bastante alejada de esa sustancia. Agité mi mano para deshacerme de la nube y miré de reojo al chico rubio que me la había lanzado. Era otro de los de mi clase, el que se llamaba Aris.

—Perdona— dijo sonriente, pero tras eso volvió a echar otra vez el humo a mí dirección. De nuevo volví a toser al tiempo que lo dispersaba con un movimiento de mi mano—. ¿Te ha ocurrido algo?

—¿Eh?— miré a mi alrededor en busca de la única persona que no se sentía como que me quería comer. Y le encontré junto a otro chico, también fumando. Llevaba la chaqueta colgada al hombro, dejando al descubierto la camisa que tan holgada y bien le quedaba. Esta vez cuando respondí, tan solo le miré a él—. No sé a lo que se refieren.

—¿Has llorado, Thomas?— abrí los ojos de par en par, sorprendido por las palabras de Newt. Y sobre todo avergonzado, completamente avergonzado de que me hubiera descubierto. Solo los niños lloraban, y yo no lo era. Quería esconderme, pero de alguna forma habían terminado por formar un círculo, quedando yo en medio y expuesto a todas las miradas.

—N-No, para nada...— me limpie los ojos con la manga por si quedaba alguna lágrima que me delatara, pero la tela seguía igual de seca que antes.

—¿Y no te ha pasado nada? ¿Ningún incidente?— intervino otro del grupo. Un chico muy alto. Negué varias veces, abrumado por la situación—. ¿Y donde has dejado tu bici?

—E-Eh, eso...

—¿Te la has olvidado?

—N-N, tan solo se ha.. roto— murmuré tímidamente. Y tal como predije en mi mente, todos se rieron, incluido Newt. Las ganas de irme comenzaron a invadirme, y los pies comenzaron a moverse por sí solos. Pero por desgracia, como me había puesto a avanzar de espaldas, no note que iba a chocarme con una persona. Una muy alta e imponente—. A-Ah perdona.

Era el chico ese que tanto miedo me daba. Inmediatamente me giré y alejé otros pasos hasta quedar de nuevo en medio del círculo. Los ojos del chico anterior me estaban mirando tan fijamente que me era imposible apartar la vista de ellos. Tenía la mirada más fría que había visto en mi visa. Mordí mi labio inferior y apreté con fuerza el asa de la mochila, rezando para no ponerme a temblar ahí mismo.

—¿No tienes idea de quién ha podido ser?— negué con la cabeza sin prestarle mucha atención a sus palabras. En realidad estaba más pendiente de que no me fuera a comer—. ¿Nadie sospechoso?

—U-Un animal, ¿Tal vez?— solté sin pensar en voz muy baja. Quizás una rata o algún perrito que quería jugar. Ellos no parecían compartir mi opinión, porque nada más escucharme se pusieron a reír todos como locos. Yo tan solo sonreí con nerviosismo sin llegar a entender del todo la broma.

—¡Un animal dice!

—¡Oye, que razón tienes, chico! ¡Ha sido un caballo!

—¡Ey!— Newt se quejó, aunque tampoco paró de reír. Disimuladamente fui acercándome a él, hasta quedar pegado a su lado. Cuando me miró, me despeinó el pelo con su mano libre del cigarrillo, mirándome sonriente. Su sonrisa seguía siendo igual de bonita, pero en estos momentos no conseguía tranquilizarme—. Eres muy inocente, Thomas.

—Ya, n-no sé...— solo quería marcharme, de veras que era mi prioridad en ese momento—. Yo tengo que irme...

—¿Tan pronto?— Aris fue a acercárseme, pero como acto reflejo, me escondí rápidamente detrás de la espalda de Newt, aumentando las risas en todo el grupo—. Llega a ser hasta adorable— y de nuevo todos volvieron a reír, soltando humo y tosiendo. Y yo cada vez me asustaba más.

Solté la manga del rubio que había terminado por agarrar, y me alejé unos metros. Antes de cruzar la calle, Newt se giró y se despidió agitando la mano del cigarro, dejando rastro de humo en cada movimiento. Fui a sonreír, pero entonces sus amigos imitaron el gesto, y los nervios volvieron a invadirme. Hice una rápida reverencia y me marché a toda prisa.

Durante el camino a la universidad de mi hermana solo podía pensar en la hoja que había visto tirada en el suelo junto a la papelera. Una hoja enormemente parecida a la que yo le había prestado a Newt con mis apuntes.

MÍRATE  적응! ー newtmas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora