Rayo McQueen II

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Los problemas no se solucionan por arte de magia y, a veces, merece la pena enfrentarse a tus miedos por el bien de un ser querido.

❤️


Alba se despertó, aquel domingo de mayo, con una sensación de frío a su alrededor que le hizo abrir los ojos sin ni siquiera remolonear como a ella le gustaba. Últimamente esa cama le parecía el lugar más cálido y cómodo del mundo, bueno, la cama y el sofá y la cocina y todo ese piso en general, piso que no era precisamente el suyo, así que sentir esa falta de calor la puso alerta.

Lo primero que hizo fue recorrer el dormitorio con la mirada, y lo segundo, gruñir al no encontrar lo que buscaba. Se veía obligada a levantarse y eso su novia lo iba a pagar caro.

Su novia.

Qué bien sonaba.

La sonrisa tonta apareció en el preciso instante en que ese pensamiento cruzó por su mente. Mucho se tendría que esforzar para ponerle cara de enfadada.

Salió de la habitación vestida con su camiseta de dormir y poco más, y no le costó mucho encontrar a la culpable de su encoñamiento. El apartamento era minúsculo, así que tampoco tenía mucho mérito haber sido tan rápida. Pasó al comedor silenciosamente, tratando de no ser escuchada por esa rubia preciosa que le daba la espalda. 

Pensaba que la pillaría al segundo paso, pues Alba era más bien torpe y en dos metros de recorrido le dio tiempo a tropezarse tres veces, pero su chica parecía estar en otro mundo. Apoyaba su cabeza en sus manos y miraba fijamente unos papeles sobre la mesa. A saber qué haría tan concentrada, en ese momento Alba ni se lo planteaba y simplemente la abrazó por detrás dándole un susto que casi la hace caer de la silla.

—¡Alba! Madre mía, casi me da un infarto —habló con la voz alterada a la vez que recogía rápido todos los documentos y los metía en una carpeta enorme.

—Infarto más que merecido, mi amor, ¿cómo se te ocurre dejarme sola en la cama? Fatal me parece, que lo sepas.

—Eres una exagerada, cielo. —Su cuerpo se fue relajando y rio un poco para acabar de olvidar el susto.

—De exagerada nada, a ver a quién se le ocurre sustituir a su novia cañón medio desnuda por una montaña de papeles.

—¿Novia cañón? Pero qué subidita estás tú esta mañana. —Ignoró deliberadamente el final de la frase de Alba.

—¿No piensas que esté cañón? —preguntó entonces con tonito insinuante y dejando de abrazar a su novia para rodear la silla y sentarse sobre sus piernas.

—Como te gusta que te halaguen eh. —La miró con los ojos entrecerrados y sonrisita pilla.

—No, me gusta que me halagues tú, y no es por nada, pero me siento obligada a recordarte que prometiste hacerlo a todas horas el día que te pedí que fueses mi novia.

—Me acuerdo perfectamente, guapa, que eres la más guapa de España. 

—Eso ya está mejor. 

Alba sonrió en grande y decidió acabar con ese jueguecito porque se moría por darle un buen morreo de buenos días a su chica, aunque la otra se le adelantó, posando su mano en la blanca mejilla de la más bajita y acercando los labios hasta hacerlos impactar en un beso dulce, el cual fue seguido por unos cuantos más.

Cuando al fin se separaron, Alba se giró hacia la mesa y observó con atención esa carpeta azul que no había visto nunca antes por allí.

—¿Qué eran esos papeles? —preguntó curiosa mientras le acariciaba los, no muy largos, mechones de la nuca.

Multiverso Albalia | One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora