Capítulo veintidós.

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-Ya es algo absurdo- David seguía hablando mientras Thomas y yo nos encontrábamos apoyados en la pared.

-David, no pienso competir con usted, pero lo único absurdo aquí es su actitud- Thomas dio un paso adelante.

-¿Desde cuándo se defienden el uno al otro?- Levantó los brazos exasperado.

-Desde que necesitamos hacerlo- ahora yo me encontraba dos pasos más cerca.

-Sólo tenían que explicarme y yo los hubiera llevado-

-Sabe que no iba a ser así- Thomas introdujo sus ásperas manos dentro de los bolsillos de su suéter -Usted iba a colocar un millón de escusas antes de cruzar la puerta-

-Y no hubiéramos llegado a tiempo- mis dos acompañantes posaron sus miradas en mí.

Thomas bajó la mirada un segundo y la volvió a levantar para toparse con la espalda de David.

-Lo siento mucho, Señorita Wall, pero no puedo pasar en alto que se escaparan. Están en un centro de rehabilitación, no en un parque, aquí hay normas y se deben acatar- nos entregó dos papeles.

-¿Qué es esto?- Thomas la levantó en el aire.

-La tuya, es un acta firmada por tu madre que indica que estoy en todo el derecho de mantenerte en éste centro por el resto de los días que cubra el plan indicado, así sea contra tu voluntad- ahora posó su mirada en mí -Y la suya, es un acta otorgada por el ministerio de jóvenes menores de veintiún años huérfanos que indica que su custodia queda bajo mi cargo durante los próximos cinco meses-

Thomas se encontraba leyendo detenidamente todas las palabras así que yo lo imité. En definitiva, la carta expresaba que el señor David Prescott estaba en todo su derecho de hacer lo que se le venga a la mente con mi libertad.

-He decidido que ninguno de los dos va a salir de este lugar hasta que sus adicciones queden olvidadas por completo-

-No puede hacer eso- pasé una mano entre mi cabello.

-He sido muy permisivo. Es una lástima que se queden, ya se acerca la Navidad y a Cody le vendría bien una pequeña visita. Te envió esto- David le pasó una hoja levemente arrugada.

El rostro de Thomas parecía haber caído por completo, parecía estar destrozado y que el aire le comenzaba a faltar. Thomas la tomó y en ese preciso instante se giró bruscamente hasta marcharse de aquel lugar, algo confundida y desesperada fui tras él.

-¡Thomas!- le grité para que lograra oírme a través de la distancia causada por sus pasos rápidos.

Él respiró hondo y detuvo su paso sin voltearse, invitándome a acercarme.

-¿Qué pasa?- cuando lo logré ver en su rostro corría una que otra lágrima.

-Nada, Wall. No trates de averiguar todo sobre todos- se encontraba molesto.

-A ver, Nolan- fui tranquilizando mi respiración -Primero, no intentes dejarme todas las culpas y transformar todo tu problema en mí. Y segundo, no puedes andar por la vida afectando a los demás sólo porque algo te afecta a ti-

-Tú te haces una historia mental donde todos van en contra de ti- sus palabras salían de su boca sin antes pasar por su cabeza.

-Está bien- levanté los brazos molesta -No tengo motivo para aguantar tu bipolaridad-

-Claro, tú no puedes aguantar mi "bipolaridad" y yo tengo que estar detrás de ti con cada cosa que te pasa- me soltó.

-Yo no te estoy obligando a que lo hagas- rodé los ojos.

-Eso es lo que suelen hacer las personas por amor-

-Nos estamos comportando como una pareja de casados-

-Y no somos nada- levantó sus hombros.

En mí cabeza parecía que estaba en una montaña rusa donde la misma se descarriló, un golpe de impacto. "No somos nada", se repetía una y otra vez.

-Tienes razón, no somos nada- me giré y apresuré mis pasos hacia mi habitación.

Mia tenía razón, el amor suele ser algo adictivo y también suele llenarnos de ilusiones. El amor llegaba a sentirse tan fatal cuando te bajan de ese pedestal.

En los cuentos y novelas el chico va detrás de su amada, le pide perdón por todas sus palabras y terminan envueltos en una historia fantástica con un final feliz. Pero en la vida real eso de los finales felices era toda una farsa, en la vida real te toca tragarte las palabras y asumirlas en soledad. Abrí la puerta y la habitación se encontraba vacía y, sobre todo, fría, pasé una mano sobre la funda de la cama y me senté con el libro que mi madre dejó para mí. Lo abrí con cuidado de que no se cayera ninguna de sus hojas y logré capturar sus palabras y convertirlas en parte de mí.

Nunca me gustaron los libros, no entendía cómo mi madre se sumergía en ellos a diario. Siempre los vi como una acumulación de letras sobre el papel, así que en general los tomaba como un trabajo extra. Pero no esta vez.

-Flores en el ático, V.C.Andrews- su voz se deslizó en la habitación.

No levanté mi vista.

-Lo siento- murmuró tomando el libro en sus manos.

-No tienes que disculparte por nada- le regalé la sonrisa más fría que el corazón me dejó -Tú y yo no somos nada-

-Ya, Cath. No le des tantas vueltas-

-Te entregué todo, Thomas- estaba exasperada.

-Y yo también- parecía estar fuera de lugar -Eso no quiere decir que esto ya sea un compromiso, al final ninguno de los dos sabe lo que es esa palabra-

-Creía que podíamos...- respiré profundo -Sólo creí muchas cosas, lo siento-

-Cath, tú misma me dijiste que era imposible estar juntos- se acercó y trató de abrazarme.

-Las personas dicen muchas cosas- hice un movimiento con la mano para restarle importancia.

-No, no. Tú me gustas mucho, Wall-

-Oh, me alegro. ¿Qué quieres que haga con eso?-

-No entiendo cómo las mujeres suelen complicarlo tanto- volteó sus ojos.

-Ahora lo estoy complicando- mi risa sonó histérica.

-¿Qué quieres que haga con eso? estamos bien como estamos-

-No, Thomas. Ya no estamos-

-Deja tus dramas mentales- su voz se elevó un poco.

-Ya, en serio, puedes irte- señalé la puerta.

-No me obligues a hacer eso- dijo entre dientes.

-No te estoy obligando a nada-

-Lo siento- trató de abrazarme de nuevo y me aparté.

-Yo también lo siento- levanté los hombros.

No sé qué le afectaba más, si el pedazo de papel o mis palabras.

-Aléjate de mi vida- las palabras salieron de mi boca por sí solas.

-Sólo déjame hacer una última cosa- sus ojos estaban suplicantes.

No obtuvo respuesta, él prosiguió.

Con su respiración agitada rozó la comisura de sus labios con los míos. Él no tenía apuros, deseaba disfrutar de un último beso. Acabado el roce, se apoderó de mi labio superior como si estuviera tocando a la luna con guantes de seda, prosiguió con el inferior como si mis labios fueran el propio fuego. Yo subí mis manos hasta acariciar su rostro y me dejé llevar por el cigarrillo en su aliento. Dio paso a su lengua y la dejó inmóvil por un instante, hasta que no resistió más y fundió en el beso más desgarrador entre ambos.

-Adiós, Wall- su voz se entrecortaba y su rostro seguía junto al mío.

-Adiós, Nolan-

El amor volvía a ser una mentira, el amor volvía a ser tan cruel y desgarrador en una habitación más vacía que yo misma. Pero amar llega a ser tan absurdo, tan adictivo, que no te das cuenta cuando comienzan a mentir.

Adicción || EDITANDOWhere stories live. Discover now