De una jaula a otra

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Después de ser curado de manera rápida por el médico de Víctor Calmes, Iriender preparó sus cosas, nada en ese palacio extrañaría.
De las personas solamente lamentaba dejar a Víctor su mentor y a la gente oprimida que sumisa soportaba por obedecer para no morir a manos del rey o sus seguidores.
Tomando sus armas, su armadura y sus enseres personales, se dirigió hasta el viejo santuario sin notar que era seguido.

-¡Eres libre hijo de Alana, Iriender sonrió de lado, la voz ronca sonaba alegre, pero él no podía sentir alegría. ¿Acaso su guardián no sabía que estaba siendo solo pasado a otra vida cruel?.
-No pareces feliz dijo la voz, Iriender miraba con nostalgia aquel lugar, en donde fue curado, enseñado, consolado.
-El rey me dejó ir solamente si salgo con la comitiva de Gibrain el rey dragón, la voz ronca bufó, -el rey Devasting es honorable, y tú mi querido niño, necesitas aprender que no puedes juzgar por lo que ves, por lo que oyes o por lo que crees, en esta tierra no existen los santos, eso lo inventó tu gente para cargarles de culpa y vergüenza, solamente son humanos imperfectos con ideas reformadas que en manos fanáticas fueron deformadas a conveniencia, pero hace falta conocer para cambiar. Iriender apoyó su cabeza en uno de los pilares que aún se mantenía de pie. -¿Qué me quieres decir? Iriender se escuchaba molesto, sabía que su guardián no diría más, -quiero decirte mi querido muchacho que tu herida se infectara, pierdes sangre, anda yo iré contigo, es hora de encontrarnos en el borde del abismo, allí te estaré esperando.
Iriender tocó su cuello vendado, que sangraba y los cataplasmas de hierbas apenas si funcionaban.

Iriender llegó a las caballerizas, Víctor estaba ahí preparando al hermoso corcel negro, -Polemistis esta listo mi señor, Iriender palmeó el pecho de su caballo, mientras Víctor miraba con nostalgia al muchacho. -Todas tus cosas han sido puestas en la carreta del rey, Iriender levantó la mirada, Víctor frunció el ceño al ver la mancha carmesí en la venda, -procura pedir que te cambien las vendas, Irien asintió, esta era una despedida e Iriender las odiaba.
-Yo... -shhhh, calla muchacho, tú vendrás por lo que es tuyo legítimamente, y yo estaré aquí para levantar la espada a tu lado, Irien sonrió con nostalgia y abrazó a su mentor que era como un padre, pero algo le decía que no lo volvería a ver con vida. El maldito nudo que se formaba en su garganta dolía más que la herida.

-Estamos listos mi señor, la rasposa voz de Angus interrumpió a Víctor quien asintió, -Angus, general de Desvasting, mi señor está herido, es como un hijo para mí, cuídalo.
Angus miró de un hombre a otro, Irien quería llorar, pero era orgulloso, y ni una lágrima salió de sus ojos.
-Las lágrimas son para los muertos muchacho, y tu mentor y tú se volverán a encontrar, andando, Iriender asintió, Víctor ayudó al príncipe a subir a su corcel, pero antes se aseguró de que el príncipe tuviera bien atado su escudo a la espalda.
Gibrain cabalgó hasta estar cerca del príncipe, siendo la venda ensangrentada lo primero que notó.
Iriender escuchó el bufido de los dragones que estaban más agitados de lo normal, admirado volteó a ver a Gibrain que captó su mirada, -Nunca he visto un dragón, Gibrain sonrió, de pronto el pequeño bastardo altivo y furioso, podía ser un aguerrido caballero, y también podía ser un niño curioso cuyo rostro de sorpresa se mostraba delante de él.

-Salgamos de aquí y entonces te podré mostrar los diversos dragones y tal vez volar sobre alguno. Por un momento Irien aunque ligeramente, sonrió, mientras la comitiva avanzaba por las calles del reino, los pobladores salieron a ver la enorme fila de soldados, caballeros, rehenes en jaulas y enormes dragones que pacíficos caminaban en calma.
Al llegar hasta el balcón del castillo del rey, Angus levantó la vista, lo mismo que Gibrain, Gideon los miraba desconfiado.
Un mozo joven salió acompañado de varios soldados, llevando dos cofres que al ser abiertos mostraron el fulgor de piedras preciosas, adornos para el cabello, broches para capas y corbatas, copas y viejas coronas, todo en exquisito y fino oro.
Gibrain asintió al rey, Ferguein observaba con obstinada envidia a Iriender que ignorante miraba al frente, Gibrain por fin vio la clase de persona que era el amante del rey.
Angus espoleó su caballo y gritó órdenes a las tropas, era hora de seguir su camino.
Al dejar el puente que separaba el reino de Saris Irien suspiró, el aire era el mismo, la luz del sol brillaba igual, el bosque seguía verde, pero estaba fuera de los muros del reino. Era libre de alguna manera.
De reojo vio a Gibrain que lo ignoraba por completo. El rey dragón estaba pendiente de sus hombres, dejando a Iriender a cargo de Angus para cabalgar por las diferentes secciones de soldados. Aún hasta de los prisioneros se ocupó.
Durante el viaje la sangre manaba de la herida, siendo necesario parar dos veces para cambiar los vendajes. -Esta herida no se ve bien mi señor, dijo Angus al príncipe que estoico aguantaba las curaciones.
-Puedo seguir, Angus vio la palidez en el rostro de Iriender y miró a Gibrain que observaba todo en silencio, el rey asintió y Angus cubrió la herida.
-Por favor su majestad, si siente que no puede aguantar el viaje, avíseme. Gibrain miró a Irien quien a su vez también lo observó con cautela, -pararemos sin importar algo más, el tono incuestionable de Gibrain reconfortó de alguna forma al príncipe, Irien recargó su cabeza en el rugoso tronco. Deseaba con todas las pocas fuerzas que tenía el quedarse ahí, pero no podía, su orgullo era más grande que la herida.
-Puedo aguantar esto, Gibrain ayudó al príncipe a pararse y subir a su caballo,Irien solo deseaba llegar al borde del abismo, más tarde preguntaría en dónde se encontraba ese lugar, pues ahí vería a su guardián, pero por ahora se sentía muy cansado y sin fuerzas. El rey dragón estaba preocupado, Irien se notaba agotado, el sudor y el movimiento del caballo no ayudaban a parar el sangrado y mantener la herida limpia.
La noche les llegó en la estepa, con ello vino el frío. Los soldados montaron el campamento y prendieron varias fogatas. Las provisiones eran suficientes para los días que duraría el viaje hasta Almada, reino de Gibrain.
Angus llamó a Vander el joven prisionero que le robaba secretamente el aliento, -ayudame a hacer una cama de paja, pidió el bravo guerrero al muchacho, ahora limpio y lleno el chiquillo era toda obediencia y buena disposición, -señor, ¿este es el príncipe Iriender Marts?, Angus asintió, -este es de quien hablas, Iriender se había recostado en un tronco, el frío era cada vez más fuerte, el contraste de extremo calor corporal y frío era señal inminente de una severa infección que estaba atacando a Iriender.

-¿Qué sabes tú de él?, Angus preguntó sin darse cuenta del tono áspero de su voz.

-El es un príncipe cuya madre era una hada, es una leyenda, el entusiasmo en la voz de Vander solo hacía hervir en celos a Angus que tomó una brizna de paja y se la llevó a la boca.

-Es un mocoso, dijo Angus agriamente.

Vander lo miró ceñudo, -es joven sí, pero peleó como el mejor.

-Ten cuidado, si tanto te gusta te recomiendo que mantengas tus manos alejadas de él.

-Él no me gusta, me parece agradable y admirable, pero no es mi tipo.

Angus no pudo disimular su alivio... pero la curiosidad picaba como pulgas en el culo.

-¿Cuál es tu tipo?, preguntó, fingiendo un miserable interés.

las manos de Vander acomodaron la paja para la improvisada cama, sin levantar la mirada hacia Angus, -creo que aun no tengo un tipo.

Cuando las hadas digan mi nombreWhere stories live. Discover now