CAPÍTULO O4 ── BURLA

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Alucard se encontraba limpiando algunas partes del alcázar, como era de costumbre, hasta que Sumi lo llama desde uno de los cuartos del castillo

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Alucard se encontraba limpiando algunas partes del alcázar, como era de costumbre, hasta que Sumi lo llama desde uno de los cuartos del castillo. El vampiro deja de limpiar para ir en busca del llamado de la joven.

──¿Sumi? ─llamó, pero nadie contestó.

──Alucard. ─dijo, Taka. El vampiro lo observó con una pequeña sonrisa──Nicolle y yo trajimos un ciervo, esta en la cocina.

──De acuerdo ─contestó caminando hasta estar hombro con hombro con el joven. ──, gracias por acompañar a Nicolle. ─agradeció con una sonrisa. ──Si vez a Sumi, dile que estoy en la cocina... Oí su voz pero no logro encontrarla.

──Si.

El inmortal hombre se dirigió a la cocina donde desmembró con una de sus cuchillas al ciervo, luego de unos cuantos minutos, mientras seguía concentrado con ello sintió un cuerpo apoyarse sobre la espalda de éste, y unas manos sostener su cintura. Por un momento se sorprendió, pero a los segundos una pequeña sonrisa se dibujo en él al sentir quien era. 

──Mujer silenciosa... ──dijo sin borrar esa particular sonrisa. 

──Estoy cansada. ─murmuró hundiendo su cabeza en el dorso de éste, sin soltar aún su cintura. Los cabellos de la mujer estaban mojados, al parecer había salido a darse un baño en donde siempre. 

──En unas horas ya estará todo listo. ─informó tocando de espaldas una de sus manos. ──Ve a dormir un poco, mañana me encargaré del resto. 

La mujer se alejó poco a poco de él, el vampiro se giro para verla y ella sonrió a modo de afirmación para luego marcharse de la cocina y así poder descansar. 

Siempre la misma rutina... Nunca habrá algo nuevo o interesante, recordaba la mujer, mientras caminaba por lo extensos pasillos del colosal castillo; había tomado la súbita decisión de abandonar las guerras para estar con la persona que amaba, esa decisión la había tomado sin pensar, nunca imaginó vivir una vida tranquila como la que vivía en ese momento. Dio un bostezo y abrió la puerta de la habitación para descansar una hora, se había lanzado a la cama y cerrado los ojos al instante. 

Al tiempo, sintió como la cama se hundía al lado suyo,  y que una mano rozaba su mejilla suavemente, con cariño... Ésta abrió sus ojos para ver a esa persona. Al percatarse de quien era se levantó de la cama con su ceño se frunció, extrañada por aquello, segundos en silencio la guerrera se dispuso a decir algo.

──¿Qué mierda estabas haciendo? ─cuestionó sin pelos en la lengua. Aún seguía con la misma expresión de extrañes en su rostro. En cuanto al contrario, éste rió por lo bajo al ver su reacción. 

──Lo siento, no pude evitarlo. 

──Quiero que salgas de mí cama, y que te vayas de esta habitación. ─ordenó, Nicolle. 

──Nicolle... ─dijo mientras se acercaba a ella con picardía. 

──¿Gateas hasta mí de esa manera? ─alzó una ceja, sin moverse de su sitio.

──Nicolle, ven aquí. ─ordenó, el pelinegro con media sonrisa, estirando su mano para que ésta la tomara. Sin entender la situación su cuerpo había dejado de tener el control que ella poseía, por lo que estiro su brazo para tomar la mano del mulato. Se sentó en la cama y el joven, detrás suya, comenzó a besar el cuello de la mujer. 

En su mente se preguntaba él por qué de sus acciones, ella no se entregaba a cualquiera porque sí, ¿por qué se estaba dejando engatusar por aquel que tanto despreciaba? ésta había girado un poco su cabeza para besarle los labios al pelinegro, en un abrir y cerrar de ojos ambos estaban sin ropa, el joven hombre estaba abajo de ella, acariciando su cuerpo desnudo; la rubia seguía besando a aquel hasta que se detiene al oír como la puerta es abierta... Era Alucard, quien al ver aquello quedó anonadado, lagrimas comenzaron a brotar de sus ojos, Nicolle sonrió al ver como su corazón era roto por éste engaño, muy en el fondo la rubia entristecida se preguntaba una y otra vez ──¿Por qué?──, sin embargo, antes de que aquel hermoso hombre de cabellera rubia cerrara esa puerta para salir de allí, murmuró tristemente un ──Despierta──. 

Nicolle tenia la respiración agitada, sudor bajaba por su frente, y sin pensarlo dos veces salió corriendo fuera de la habitación en busca de algo o alguien. Entró a la cocina y vió a un vampiro tarareando una suave melodía, mientras sacaba sin preocupación algo del horno. Aquel, luego de unos cortos segundo se percató de la mirada de la guerrera, y dirigió su vista a la mortal mujer. 

──¿Nicolle, te encuentras bien? ─preguntó dejando la fuente en la mesa. La rubia frunció su ceño y con lagrimas en los ojos se le acercó para abrazarlo, Alucard correspondió a lo antes mencionado mientras acariciaba con una mano los cabellos dorados de su compañera. ──Déjame adivinar, tuviste un mal sueño... 

──Alucard... ─murmuró mientras acariciaba la espalda del inmortal, apretando su cuerpo contra el suyo. ──En mí sueño te engañaba, y estaba feliz por ello... Quería reírme fuertemente pero en el fondo... estaba llorando, desesperada por intentar decirte que no te vayas, que esa no era yo. 

El silencio invadió aquel lugar, ambos seguían abrazados, pero Alucard ya no tenia más una expresión serena, sino que ahora una seria, como analizando las palabras de aquella mujer; éste sin decirle nada se separó un poco para que ambos se viesen a los ojos hasta acercar poco a poco sus labios y así, terminar con un beso. 

A los segundos se separan, y con la mirada baja Nicolle queda pensando hasta que rompe el silencio. 

──Alucard... yo...

──Te amo. ─interrumpió el adonis con su suave voz y un leve sonrojo en sus pálidas mejillas.

𝕯𝖊𝖘𝖊𝖔𝖘 𝕺𝖑𝖛𝖎𝖉𝖆𝖉𝖔𝖘Where stories live. Discover now