Tu nombre en la arena

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Pero el marinero abre la boca y pronuncia un nombre.

—Izuku Midoriya —dice.

Y Katsuki sólo atina a mirarlo como si estuviera loco.

Dura un momento y Katsuki cree que seguirá hablando, pero parece tener curiosidad por el semblante confundido que tiene. Izuku Midoriya. Curioso nombre para alguien que casi sucumbió al azul del mar y rogó ser llevado ante el verde de la isla de los feéricos. Como su nombre en el lenguaje de los seres mágicos. Midori. 緑.

Katsuki tiene su nombre.

Podría quedarse con su alma.

Pero lo único que atina a hacer es volver de un salto al agua y alejarse mientras los gritos del marinero se pierden en la lejanía.

—¡Espera! ¡Al menos dime si volverás!

***

Mitsuki no se entera que él, Kirishima y Kaminari estuvieron dando vueltas cerca de los barcos en guerra. Tampoco sabe que salvaron humanos. Es bueno, porque le quitaría a Kirishima todos los privilegios que le da. Lo desterraría hasta las fosas si supiera que deja que Katsuki lo acompañe y se exponga a la superficie. Si se entera que hay momentos en los que lo pierde de su vista. Pero Mitsuki no se entera y Kirishima y Kaminari siguen jugando a ser peces enamorados que no se preocupan por nada. Katsuki, en cambio, pasa dos días pensando en las líneas que componen el verde y repasa las líneas, que parecen una espiga o una hoja verde. Catorce trazos. Verde como su cabello. Midori. 緑.No es una palabra humana. Pertenece al armonioso lenguaje de los seres mágicos. Curioso que alguien como el marinero acabara con ella en su nombre. Y luego el otro carácter que lo completa. 谷.Ya. Tan terrestre como el verde, en contraste con el azul del mar.

Ah, los humanos lo ofrecen con demasiada sencillez.

Dicen que los nombres son solo nombres, sin visualizar realmente que son las ventanas de su alma. Katsuki no entiende por que aquel marinero. Izuku Midoriya, corrige para sí. No sabe porque Izuku Midoriya le ofreció su nombre de aquella manera.

La duda lo come dos o tres días, hasta que vuelve a la orilla de aquella isla, después de convencer a Kirishima de que lo deje solo y se vaya un rato con Kaminari. Nadie tiene por qué enterarse si le dice a su madre que irán a explorar más profundo.

Y allí está el marinero, aunque ahora tiene sólo puesta la camisa y el chaleco se seca al sol.

Katsuki sale del agua haciendo que las gotas caigan por todos lados y acomoda su cola en la orilla para golpear con su aleta las olas.

—¡Has vuelto! —El marinero sonríe de oreja a oreja—. Realmente me preocupó que nunca quisieras volver. No conozco a nadie aquí y no puedo volver a la costa. —Sonríe nervioso—. Además, no me he atrevido a internarme demasiado en el bosque. No conozco a sus habitantes.

Bien, no es estúpido.

Katsuki además puede ver los restos de una fogata en la playa, una caña de pescar demasiado rudimentaria —que seguramente no pesca casi nada—, un intento de lanza fallido y algunos frutos como provisiones. Alza la ceja ante lo último. El marinero sigue su mirada para adivinar sus dudas.

—¡Oh! ¡Eso! Nadie me lo ofreció —aclara— y no me interné demasiado en la maleza para encontrarlo. Sé que a veces a los duendes les gusta gastar bromas y que las hadas ponen encantamientos sobre la comida para atraer a los humanos y convencerlos de que se queden para siempre y no sé si yo... —Se pasa una mano por el cabello nervioso—. No sé si realmente quiero vivir para siempre y quedarme con un hada y... esas cosas.

La balada de Izuku y Katsuki [Katsudeku / Dekukatsu]Where stories live. Discover now