━ 𝐋𝐗𝐗𝐈𝐈𝐈: Mal de amores

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Una sombra se movió frente a ella.

El cristiano que tenían por esclavo se levantó de la silla que había estado ocupando y adoptó una postura solícita, con las manos unidas a la espalda y sus iris negros fijos en ella. Le habían dejado al cuidado de la casa mientras ellas no estaban, de ahí que aún estuviese en la vivienda y no en las barracas, que era el lugar donde solían concentrarse la mayoría de los thralls para pasar la noche.

Drasil lo observó con un gesto vacío de toda expresión, para posteriormente avanzar hacia la zona que actuaba de cocina. Pasó por su lado en el más absoluto mutismo y se detuvo frente a una pequeña mesa sobre la que había una jarra y dos vasos de cuerno. Cogió uno de los recipientes y vertió en él un poco de agua, sintiendo la penetrante mirada del sajón clavada en su nuca. Lo vació de un trago y apoyó las manos en la superficie de madera. Sus hombros se hundieron en una pose de derrota total, con la cabeza gacha y un rictus amargo contrayendo sus rasgos faciales.

Cerró los ojos con fuerza, tratando por todos los medios de mantener sus inestables emociones bajo control. Cuando los volvió a abrir estos estaban relucientes a causa de las lágrimas contenidas. Arrugó la nariz con desagrado cuando una resbaló por su mejilla derecha, dejando un rastro salado en su sonrosada piel. Se la secó rápidamente con la manga de su vestido y carraspeó en un vano intento por recuperar la compostura.

No podía derrumbarse. No con el inglés delante.

Y hablando del cristiano... Sabía que este no le quitaba la vista de encima, que estaba pendiente de todos y cada uno de sus movimientos. Aunque no hacía ni decía nada, limitándose a mantenerse relegado a un discreto segundo plano. Y es que su esclavo era la persona más reservada y taciturna que había conocido nunca, hasta el punto de que continuaba sin saber su nombre o el más mínimo detalle sobre su vida.

Por suerte para él, la hija de La Imbatible se lo estaba tomando todo con humor, como un juego. Pero sí era cierto que en esos dos últimos meses habían avanzado bastante en su relación. El muchacho ya no parecía sentirse tan tenso e incómodo en presencia de ella y su madre, como si se hubiese dado cuenta de que no suponían ninguna amenaza. Incluso ya no se mostraba tan reticente a hablar —o al menos intentarlo— y a relacionarse con ellas.

Inhaló profundamente y se resguardó tras una máscara de fría impasibilidad, justo antes de girar sobre sus talones y quedar cara a cara con el sajón. Era rebelde, obstinado y más terco que una mula, pero debía reconocer que le caía bien. A sus ojos era un auténtico enigma, un misterio que quería resolver a toda costa. Y confiaba en que con el tiempo pudiera conseguirlo.

La skjaldmö se abrazó a sí misma y apoyó las caderas en el borde de la mesita, ocasionando que la madera crujiera levemente bajo su peso. Sus orbes esmeralda no se apartaban de los azabache del inglés, que no había variado lo más mínimo su expresión corporal. Exhaló un grácil suspiro, para luego romper el contacto visual con él y masajearse el tabique nasal en un gesto que denotaba cansancio.

—¿Mala... noche? —Fueron las primeras palabras del thrall.

Drasil volvió a alzar el rostro hacia él, con los ojos ligeramente enrojecidos y los labios apretados en una fina línea. Habían progresado mucho con el tema del idioma, tanto que cada vez le costaba menos entablar conversaciones —siempre que estas fueran cortas y simples, claro está—. El acento, por el contrario, seguía ahí, evidenciando sus orígenes. Aunque a ella le gustaba, le parecía gracioso y le brindaba la excusa perfecta para meterse con él y picarlo de vez en cuando.

—Eso parece —respondió la castaña, lacónica.

Se frotó los brazos con suavidad y bajó la mirada para evitar que su interlocutor pudiera reparar en lo cristalizados que tenía los ojos. El nudo en su garganta no se desvanecía. Es más, parecía estrecharse con cada bocanada de aire. Sentía que estaba a punto de explotar, y eso era lo último que necesitaba en aquellos momentos. Eran tantas las cosas que tenía encima que no sabía cómo gestionarlas.

➀ Yggdrasil | VikingosWhere stories live. Discover now