15 - Un latido en común

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Tomó el celular y tipeó "mejor ven, hay pizza de sobra" pero demoró demasiado en enviarlo y al final, lo borró.

Para su suerte, la comida estuvo lista temprano. Aun así, comió menos de lo que comía siempre y un poco mas rápido. Cuando faltaba cerca de una hora para la medianoche, les dijo que tenía que salir, pero que volvería para dormir.

—¿A esta hora? —preguntó Pato con una sonrisa insinuante.

Olivia suspiró y sabía que no se salvaría muy fácil.

—Tadeo, el camionero, está en el pueblo. Se va mañana temprano y aun no lo he visto. Iré a saludarlo. Waldo le ha dado alojamiento.

Explicó rápido y fue a su habitación para buscar su cartera.

—Mándale saludos —le dijo su madre antes de que desapareciera por la puerta.

Buscó el auto en el garaje y salió hacia el comedor sintiendo muchos nervios. Intentó respirar para tranquilizarse, pero aquello parecía no funcionar muy bien. Hacía tanto que no sentía algo así que ya no recordaba cómo administrarlo.

Dejó el auto en la calle principal y le escribió a Tadeo.

"Estoy afuera"

La respuesta llegó rápido.

"Waldo me dejó la llave del portón del patio, ven."

Tadeo había llevado sus cosas a la habitación que Waldo le había asignado al final de la galería. Y luego, se había sentado allí a esperar a Olivia.

Era una casa antigua, según le había dicho Waldo, había pertenecido a su familia. Tenía el típico diseño de antes; una galería que daba al exterior con puertas que guiaban a las diferentes habitaciones. Con el tiempo, el hombre había mejorado la construcción y había cerrado aquel espacio para que los días de lluvia no se interpusieran en la vida diaria. Pero una parte, la del fondo, había quedado con acceso libre al patio. Justo allí estaba la habitación de Tadeo.

Cuando el reloj marcó las once de la noche, empezó a preocuparse por la tardanza de Olivia. El sueño comenzaba a cobrar protagonismo al igual que el fresco de la noche primaveral. Sobre todo allí, donde el campo estaba a solo unos metros y el viento viajaba sin obstáculos.

Para su suerte, Olivia llegó a los pocos minutos.

Y justo cuando supo aquello, su corazón se aceleró. Sonrió sintiéndose un idiota y caminó hacia el portón para recibirla.

La vio avanzar a su ritmo tan despreocupado y volvió a sonreír. La había extrañado. Inexplicablemente, la había extrañado.

Llegó hasta el portón y se frenó. Sonrió y masculló un hola. Tadeo la miró sin saber que hacer y finalmente, habló.

—¿Te puedo dar un abrazo? Es que te he extrañado....

Olivia sonrió aún más y asintió.

Tadeo avanzó hacia ella y la rodeó en sus brazos. Y de pronto, fue consciente de todo. De su calor, de su aroma, de su energía... De todo lo que la hacía ser ella. Pero apenas pudo saborear el momento, porque ella se alejó a los pocos segundos.

—¿Cómo has estado? ¿Qué tal el viaje?

Avanzaron hacia la galería mientras él le contaba las últimas novedades de su trabajo.

—Está un poco fresco, si quieres vamos adentro —le dijo indicando la puerta de la habitación—. Waldo me ha dado esta.

La mirada de Olivia se detuvo en la puerta por unos segundos.

Una parada en Colonia BasiliaWhere stories live. Discover now