Epílogo

1.1K 118 59
                                    


Damián.


¿Años que pasaron en vano?

¿Años perdidos a causa de un amor destruido?

No, fueron años de aprendizaje para no volver a cometer los mismos errores del pasado. Ese mismo pasado que me llevó a desencadenar un desastre descomunal. Esos años que pasaron con lentitud agobiante, me sirvieron para plantarme frente a la vida desde otra perspectiva, con otra mirada y me enseñó a ser completamente honesto conmigo, para poder serlo con el resto.

Vida de retractación cuando miré hacia atrás y vi todo el mal que osé en producir. Nadie se merecía mi actuar, ni siquiera quien lo provocó. Por eso aprendí a mantener la cabeza fría para pensar antes de actuar. Sin embargo, no mentiré cuando digo que todo lo logrado me había costado. No es fácil poder llevar las riendas cuando las soltaste y dejaste la cagada en una vida ajena. Cuando apretaste el detonante en el mundo de la persona de la cual te enamoraste como un loco, para hacerla explotar sin derecho a reconstruirse.

No fui justo...

Y por mucho tiempo me seguí castigando...

El vacío que se situó dentro de mí, fue tan inmenso que me devastó sin dejar rastro del tipejo que fui. Aquella porquería de hombre se fue al diablo arrastrando los pies mientras que, con voz baja, pedía perdón al viento, porque ella ya no estaba para escucharme. A pesar de ello, tuve un gramo de racionalidad como para respirar profundo, y no salir corriendo como lo deseaba, después que colgué una llamada que me hicieron. Una llamada que me dejó hecho una piltrafa tirada en el piso de mi departamento.

Anthony me contactó solo para decirme que Madison y él se estaban yendo del país, por un largo tiempo. Mi vida se detuvo en ese preciso instante, así mismo como los latidos de mi corazón. Como el flujo de sangre que se suponía corría por mis venas congeladas por el impacto de aquella notica. Solo balbuceé un par de frases inentendibles. Solo pude oír desde el otro lado de la línea el pitido que me indicaba que la llamada se había acabado. Sentado en el suelo, con el móvil aun en el oído, lloré. Lloré por haberla perdido de la manera más nefasta del mundo. Lloré porque ella estaba tan dolida que recurrió a irse para no volver a verme.

Yo quería verla siempre...

Yo quería estar con Madison...

Pero ella no quería lo mismo...

Y eso me destrozó...

Tres años después seguía en mi cabeza...

Sabía que cuando la volviese a ver la abrazaría, la besaría y la tocaría como nunca antes me atreví por miedo a descubrirme. Que idiota. Si tan solo hubiese hecho todo aquello que pensaba, seguramente, en ese instante, habría estado esparciendo besos por su rostro dormido. No me servía de nada vivir de las fantasías. Ya la cagada estaba hecha, no me quedaba más que seguir como estaba. Viviendo el día a día. Hora por hora, hasta el anochecer. Luego ir hasta mi hogar para acostarme y esperar a que Apolo se viniese a echar a mi lado.

Se había convertido en mi compañero. Un pequeño perro, con pelaje castaño y hocico marrón oscuro. Cada noche, cuando me veía llegar, se me pegaba como un faldero. Me había acostumbrado a él, había sido quien me hizo pensar que había alguien que me necesitaba, le estaba agradecido por haber llegado a mí de la manera menos esperada. Siendo quien se suponía debía conocer el rumbo de mi vida, fue ese pequeño perro quien me ayudó a encaminarme de nuevo por el sendero correspondiente.

¿Podrías creer eso?

Así fue...

Apolo me ayudó a encontrarle sentido a todo, cuando yo estaba borracho tirado en el asfalto cercano a un parque. No me juzguen, volví a alcoholizarme para olvidar, pero eso no sucedía por más que me ahogaba en el licor. Y ese animal me lengüeteó la cara hasta que abrí los ojos. Recuerdo que, con la vista desenfocada, quise espantarlo, pero él ni se inmutó, al contrario. Siguió hasta que yo me senté y le acaricié la cabeza. Nunca dejó de perseguirme. Nunca me dejó solo. En agradecimiento le di agua y comida. También un techo para vivir. De eso pasaron dos años.

Dulce destinoWhere stories live. Discover now