Capítulo 3

1K 105 8
                                    


Cálida tarde de compenetración...

Fría noche de desengaños...

Álgida madrugada de confesiones...

Un funesto adiós...

Habíamos entrado entre besos y tropezones. Entre jadeos y sonrisas sobre la boca del otro. Habíamos entrado mientras nuestras manos hacían de las suyas y nos quitaban nuestras ropas. Ropas que cayeron por ahí, en algún lugar de aquella habitación de hotel. Me encantaba sentir su lengua, me cautivaba la humedad de ella. Sus dientes mordisqueando mis labios. Sus sensuales trucos me tenían excitada a niveles exacerbados.

Habíamos tenido sexo en mi oficina, no habíamos medido las consecuencias de nuestros actos. Sin embargo, me importó una mierda salir de ahí con mi rostro ruborizado y varias miradas sobre nosotros. Jamás había cometido tal locura, pero ese hombre había alborotado cada uno de mis sentidos, provocando que olvidase todo mi jodido entorno. Habíamos subido a su auto, así, como la primera noche. Solo que, en esa ocasión, había tomado mi nuca y acercado su rostro al mío para perder su lengua en mi boca. Fue una locura, todo el camino me sentí agitada por lo que hicimos.

Deseaba volver a tenerlo entre mis piernas...

—¿Dónde vamos? —preguntó de pronto.

—A un hotel.

—¿Sabes que no te dejaré nunca más en paz?

—¿Y sabes que eso es justamente lo que no quiero?

Me sonrió...

Su maldito rostro...

—Me gusta tu cara.

—Me gusta tu cuerpo.

Sonreí...

—¿Por qué siempre la llevas cubierta?

—Porque no dejo que cualquiera la vea —me observó fugazmente al tiempo que me guiñaba el ojo —. Tuviste ese privilegio.

—Eres todo un misterio, Damián Mitchell.

—Tú eres quien descubrirá todo ese misterio que me rodea —puso su mano sobre mi muslo —. Yo también seguiré descubriendo que es lo que esconde tu piel.

—¿Quieres seguir? —la ironía tiñó mi voz.

—Creo que esa pregunta está de más. Sabes que quiero hacerte, te lo he dicho. Pero si quieres que te refresque la memoria, puedes decirlo.

—Prefiero que me lo sigas demostrando.

—¿Sabes?, tengo recuerdos de que una vida pasada me llamaron: "Potro cachondo".

—Oh, puedo ver porqué.

—No, todavía no tienes una idea de lo que puedo llegar a ser capaz —subió su mano hasta dejarla en la orilla de mi braga —. Pero pronto te vas a enterar —sonrió —. Te voy a tender en esa cama. Te voy a mirar. Te quitaré la ropa con lentitud, me pedirás que lo haga rápido. No te haré caso, porque lo que menos haremos es hacerlo así. Seré lento, meticuloso. Con palabras sucias que encenderán tanto tus tímpanos como tu cuerpo entero.

Joder, ya lo estaba haciendo...

—Voy a dejarte en éxtasis, y así es como derramarás tus deseos sobre mi boca —ese hombre estaba logrando que me quemase por dentro —. Luego entraré en ti, te haré mía y no dejaré de mirarte a los ojos mientras te corres.

—¿Falta mucho?

—No sé, porque he manejado en círculos interminables. Deseo excitarte el oído hasta que me pidas que te folle.

Dulce destinoWhere stories live. Discover now