Mierda

—¿Señor Collins? —Dylan entra a la oficina «Nos pudo haber visto». Le pellizcó la pierna a Arthur enojada porque se lo advertí, y él suelta un gruñido.

—Sí, ¿qué necesitas?

—En realidad, buscaba a Rubí.

—Rubí no está aquí. — Dice con voz cortante, intento levantarme pero Arthur me pone debajo de sus rodillas atrapándome debajo de la silla—¿Para qué quiere ver a la señorita Evans?

—Quería esperarla para el almuerzo, en la cafetería.

—Mira, Dylan, no quiero que tengas una relación más que profesional con la señorita Evans ¿Me has oído?—le ordena con voz demandante

—Mira querido, en primer lugar, sé que Rubí no es tu novia. Gracias a mí, esta empresa no está en el suelo, porque estoy seguro de que han saboteado sus anteriores estadísticas, así que estoy aquí solo por ella, estoy invirtiendo en esto solo por ella. Por favor, te pido que no me des órdenes, porque a mí, si se me da la gana, te destruyo, Collins.

Arthur tensa la mandíbula y tras unos segundos, escucho la puerta cerrarse. Intento levantarme pero Arthur se tira al suelo a mi lado, me besa con fiereza y se pone sobre mí.

Está enojado, la brusquedad de sus besos me lo demuestra, empieza a masajear mi piel con los pulgares, sus manos ascienden lentamente hasta que llegan a mis pantorrillas, me sube la falda hasta la cadera, me quita las bragas lentamente mientras gimo y me retuerzo ante el contacto.

—Quieta. —dice, entre jadeos.

Ondas de calor ascendían por todo mi cuerpo, las oleadas de deseo despertaban con cada caricia haciéndome gritar de placer. Arthur me estruja el labio inferior con los dientes, mientras abro las piernas para darle paso a su curiosa mano. Una sonrisa perversa se muestra en sus labios. Ansío tenerlo dentro de mí.

Su mano alcanza la zona de mi entrepierna, mi corazón empieza a latir más fuerte, se pone entre mis piernas haciendo que sienta su erección.

—Arthur... —jadeo.

—¿Qué pasa?—me muestra su ladeante sonrisa y lo miro mal.

—Tú sabes lo que pasa...

—¿Qué es lo que quieres? —Intento cambiar de posición para estar sobre él, pero inmediatamente me toma de las muñecas —Quieta.

—Por favor...

—¿Irás a la cafetería con Dylan?

—Ay, no puede ser. —espeto. Pasea su glande por mi humedad y grito—Arthur...

—¿Irás? —Quiero más, lo quiero dentro de mí, pero no tengo que hacer lo que él dice solo por esto, por más que quiera.

—Sí... —Jadeo. Se restriega contra mí, llenándome de deseo, tengo que controlarme pero mi cuerpo pide más, quiere sentirlo dentro de mí... — No iré.

Arthur no espera un segundo más y saca un paquetito plateado, se quita la correa, se pone el condón y en menos de un segundo me embiste con fuerza. Gruño alto, Arthur ahoga mis gritos en sus labios mientras siento como entra y sale de mí. Saboreo la plenitud de sus besos, ardientes de placer.

Pone mis manos sobre mi cabeza y sigue embistiendo, siento el clímax llegar, mis gemidos apenas audibles son atrapados por el Adonis que tengo sobre mí, pasea sus manos por todo mi cuerpo, haciendo que mi piel arda, queme y grite su nombre por todos lados. Estoy perdidamente marcada por él, mi cuerpo lo reclama, es casi asfixiante, pero la sensación es excitante, deja mis labios y siento su respiración entrecortada en mi oído, muerde mi lóbulo dejando un camino de besos húmedos hasta mi cuello, chupa y me mordisquea a su gusto mientras entra y sale.

Sed de venganza [Libro #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora