Capítulo 2: Perfección

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Raditz...—murmuró y mordió su labio inferior mientras su cuerpo se tensaba un poco.

Con ya dos años de experiencia, había formado una que otra amistad con sus compañeros de trabajo, por lo que sus anécdotas eran contadas entre ellos como advertencia sobre futuros casos que pudieran tener. Y con Raditz no era la excepción, de él circulaban diferentes rumores dentro del burdel, tales como que era uno de los clientes más exigentes que tenía Broly y, como era también uno muy frecuente, el dueño le había autorizado decidir si le pagaba o no al empleado si sus esfuerzos no fueron suficientes.

Soltó un suspiro resignado y fue a su habitación. Se vistió con un traje negro, y arregló un poco su cabello. Se miró unos segundos en el espejo, para después sonreír sin gracia. ¿Cómo era posible que se viera envuelto en esa situación? ¿Desde cuándo había muerto aquel estudiante sobresaliente, y había aparecido en su lugar un experto en posiciones sexuales? Tomó su cabellera con un poco de frustración.

Tardó unos minutos para tranquilizarse. Hizo una llamada a su amiga, Bulma, quien vivía en el mismo edificio, en el piso de arriba. La mujer no tardó en llegar, por lo que se apresuró a abrir la puerta. La vio vestida con un pijama, posiblemente apenas iba a ir a dormir.

—¿Podrías cuidar a Tarble? Necesito ir a trabajar. Prometo pagarte lo que quieras, pero...

—Vegeta, no te preocupes—pasó su mano en su cabello negro—. No tienes que darme nada a cambio. Es un gusto para mí cuidarlo.

—Gracias, Bulma—le dedicó una media sonrisa a la bella mujer—. Desde que te conocí me has apoyado por mi situación, nunca podré pagarte todo lo que has hecho por mí y mi hermano.

—No es nada, Vegeta—tomó las manos del hombre—. Sabes que te quiero demasiado. A ti y a Tarble.

—Gracias...—susurró—. Tengo que irme, volveré en unas horas. Siéntete como en casa.

Salió de su departamento y al ya estar en la calle pidió un taxi. Pasaron unos minutos para cuando por fin llegó a la dirección dada. Se trataba de una casa lujosa, con múltiples habitaciones y un jardín inmenso y bien cuidado. Se acercó a la puerta y tocó el timbre. A los segundos abrió un hombre vestido con un traje negro, camisa blanca y unos peculiares guantes blancos.

El mayordomo lo guio a una habitación, suponiendo quién era Vegeta por su repentina aparición y por las órdenes de su patrón. Tan sólo le mostró la alcoba se retiró. El Saiyan se permitió admirar la recámara, era de considerables dimensiones, incluso mayor a su propio departamento. La puerta nuevamente fue abierta, y al voltear se encontró con un hombre de cabellera larga.

—Tú debes ser Vegeta, ¿no es así?—el hombre se acercó al más bajo para susurrarle en el oído.

—Así es—inmóvil y un poco serio, respondió.

Raditz lo tomó de la cintura y lo guio lentamente hasta la cama. Cuando el Saiyan se sentó en la orilla del colchón se paró frente a él. Cruzó sus brazos y mostró una media sonrisa—. Quiero que te desvistas para mí—pidió.

Un striptease, nada que no había hecho antes, pensó el Saiyan. Estiró la corbata y la desanudó, para después quitarse el saco y, posteriormente, desabotonar su camisa. Hacía sus movimientos lentos, viendo al más alto directamente a los ojos, con una mirada tan seductora que hizo tragar saliva al de cabellera larga en más de una ocasión.

Tan sólo se quitó el bóxer lo arrojó a un lado de la habitación. Vegeta quedó completamente desnudo ante la mirada morbosa de su cliente. Se quedó en la cama, apoyándose bien con ambas manos, y con sus piernas levemente separadas, para que el hombre apreciara su cuerpo.

Odio mi empleo... pero lo necesitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora