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Subí a mi auto y antes de encender el motor y la música, escuché su voz en el asiento trasero.

—Apaga eso, cariño—era Dua.

De inmediato giré para verla, y me quité las gafas.

—¿Qué demonios haces aquí?

—Yo igual te extrañé, mi amor.

Continué viéndola y ella se acercó a mí, lo suficiente para tener sus labios casi contra los míos.

—No me dijiste nada.

—Te ibas a preocupar.

—Estuve en la estación de policía casi por una semana. Tengo a un custodio en la entrada del edificio. No puedo dormir.

—Lo sé.

—Entonces...

—No quería hacerte mi cómplice, te sale bastante mal mentir.

—Gracias.

—Ahora dime que te estás portando bien

—Depende...

—Lo sé todo, sólo quiero que tú me lo digas.

—Mataste a Katia por mí...

La tarde después de la audiencia, Dua le hizo llegar a los medios varias fotos, cartas, videos, audios, evidencia de que Katia Rus había estado involucrada en la trata de personas, venta y producción de drogas, distribución de armas y el asesinato de siete familias a sangre fría por intereses personales. Entre esas familias, la mía.

Por supuesto que Dua no iba a recurrir a la "justicia legal" y prefirió hacerlo con sus propias manos. Y armas.

Dua se acomodó en el asiento trasero y sacó de la bolsa de su abrigo una loly pop roja, y mientras se lo llevaba a la boca, sacó un papel del mismo bolsillo, sin decirme nada más me lo entregó.

Era una lista, de personas. Tenía cantidades en la columna lateral, como si fueran precios en un ticket de compra.

—¿Qué es esto?

—Ve la cantidad final.

Observé, eran millones de euros. Millones. Tal vez podía ser más de lo que podía guardar un banco.

—No entiendo.

—Es mi próximo trabajo.

De inmediato la miré.

—¿De qué hablas?

—Katia era solo el comienzo, detrás de ella hay muchos mal nacidos que tendrán su propio final... Por supuesto, a cargo de mí.

—No debiste matar a Katia—le dije.

Y al instante, Dua borró su sonrisa y retiró el caramelo de su boca.

—¿No querías que lo hiciera?

—Estás manchando más tus manos.

—No me arrepiento.

Me quedé en silencio.

—Es lo justo, ¿no? No estoy eliminando a buenas personas, Frankie, esos tipos son el infierno de otros, de niños, mujeres, familias enteras.

—Pero ellos te pueden matar, también la policía te puede matar.

—No lo harán.

—Están planeando atraparte para condenarte de por vida, Dua, tienes a todos detrás de ti.

—Entonces ahí se van a quedar hasta que yo los termine.

—No va a ser fácil.

—Cariño, debes relajarte y confiar más en mí.

En el fondo, temía por su vida pero sabía que ella era más de lo que incluso yo estaba viendo en ella.

that kind of woman › dua lipaWhere stories live. Discover now