Dua Lipa es el tipo de mujer que te hace morir por ella y desear no haberla conocido, era como una mezcla de sabor agridulce en la lengua.
Y ahora, por terquedad y mi fuerte amistad con Rose, la abogada de Dua, yo ahora me encontraba en la puerta del señor Ben.
El hombre de cabello blanco y bastón frágil me recibió. Me invitó unos panecillos e intentó ser lo más amable posible para que me dejara ver que además de ser un buen amante del café, amaba mucho a su esposa y que no tenía motivos para estar involucrado en el asesinato de su esposa ni de Katia.
—Me dijeron que su esposa llevaba a su pequeña nieta a la escuela cuando la asesinaron...
—¿A qué se dedicaba su esposa?
—Nosotros dependíamos de mi jubilación, yo era profesor en la Universidad, y mi esposa desde siempre se dedicó al cuidado de nuestros hijos y después de nuestros nietos.
–¿Sabía si su esposa tenía alguna amiga más joven de ella? ¿Alguien con quien se veía todos los martes a las 9 de la mañana?
—No que yo recuerde.
—Si le muestro una foto, ¿cree que pueda reconocerla?
El asintió en silencio y yo saqué de mi bolsillo la foto de Katia.
El hombre palideció y se quedó mirando la fotografía, yo intenté no presionarlo pero él se había quedado en silencio.
—¿La reconoce?
—No.
Entrecerré los ojos.
—Es probable que ella le haya disparado a su esposa cuando llevaba a su pequeña nieta al jardín de niños.
—No es posible, Katia era buena mujer.
—¿Por qué lo dice?
—Siempre nos traía regalos y pagaba la escuela de nuestros dos nietos.
Aquellos no eran regalos, eran pagos. Por lo que Rose me había dicho, Julia, la esposa asesinada del señor que ahora tenía enfrente, era una abuela involucrada en la administración de dinero sucio de Katia. Una abuela con habilidades de lavado de dinero.
—¿Puedo ver su habitación?
—¿Para qué lo necesita, señorita?
—Sólo debo buscar algo.
El papel de pago a la señora Julia. La primera prueba para ayudar a Dua.
