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Después de aquella incómoda revisión, entré al área de visitas para hablar con la cliente de mi mejor amiga. No era policía, no era abogada ni planeadora escapista, sólo era investigadora, de las buenas, pero necesitaba saber más de lo que había ocurrido aquella noche.

Al entrar al cuarto y quedarme bajo la mira de dos policías armados en la entrada, la puerta de acero se abrió y un policía entró junto con la mujer del vestido blanco que ahora estaba más que satisfecha con mi presencia.

Le pedí al custodio que nos dejara a solas y entre esas cuatro paredes, su mirada se hizo infinitamente más fuerte.

—Francis Ríos—pronunció mi nombre al leer el gafete, aunque ella sabía perfectamente quien era.

—Estoy aquí para ayudar a tu abogada, Rose, en el caso.

Ella sonrió.

—¿Fue decisión propia?

—¿Qué cosa?

—El estar ayudando a Rose.

—La abogada Rose cree que eres culpable pero que tuviste razones para hacer lo que hiciste esta noche. Y me ha llamado para hacer todas las investigaciones necesarias antes de que te condenen.

Dua me miró y puso sus manos sobre la mesa mientras se acomodó en su silla.

—Me declararé culpable esta vez.

—Te están acusando por asesinato, no va a haber otra vez.

—Sentencia a muerte—sonrió—que divertido.

La miré.

—Rose y yo haremos todo lo posible para que no te sentencien a tanto. Sólo es cuestión de buscar, y hacerlo bien.

—¿Y yo qué tengo que hacer?

—Sólo cooperar, y decirnos lo máximo posible, todo lo que sepas.

Sus ojos cafés seguían curiosos a mi alrededor.

—¿No tienes miedo?

—Es mi trabajo.

—Lo mismo digo.

Intenté recobrar mi postura y parecer más dura, pero parecía que nada rompía su espacio.

—Katia me debía más vidas que poder, y estaré satisfecha de declararme culpable frente a todos y ver como su familia se llena de rabia al saber que no tuve piedad con esa perra—su tono tranquilo y tan calculado me hizo regresar a mi lugar.

Durante unos segundos más, ella me miró y yo sólo me mantuve en silencio hasta que el guardia entró.

—Cinco minutos, ya se terminó—avisó el hombre con uniforme.

Dua se puso de pie y sonrió mientras me miraba y la tiraban de las esposas.

—Buena suerte con la investigación, Frankie.

Ese nombre retumbó en mi mente. Lo odiaba.

Agarré mi carpeta y me arranqué el gafete mientras salía del lugar. Maldita sea, ¿en qué me involucré?

that kind of woman › dua lipaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora