Caitriona esperó a que la princesa llegara a ella. Para sorpresa de la mayoría de los que estaban presentes, la mujer de ojos pardo tenía unos guantes puestos que hacían el perfecto juego con el vestido que tenía.

La reina tomó una profunda bocanada de aire, su rostro impasible y sereno, como si mandar a su hija a un viaje incierto no provocara ninguna clase de preocupación en ella. Pero en el segundo en el que Margery la miró a los ojos, distinguió algo más que solo indiferencia. Un brillo extraño que la más joven no supo interpretar, se hizo presente en la mirada de su progenitora una vez ambas conectaron sus orbes con los de la otra.

La mujer de rizos mieles trató de sonreír como hacía con normalidad, para mantener las apariencias y demostrar el infinito control que poseía sobre sus emociones. Pero aquella distinguida máscara de hielo se resquebrajó un poco, una vez una de sus manos revestidas hizo contacto con la mejilla de la pelirroja. El aire alrededor de la princesa se tornó pesado y sintió cómo una cuerdita invisible provocó un jalón en su corazón, una especie de aviso que le abrió los ojos; muchas veces el amor podía ser más silencioso de lo esperado.

Pasados unos pocos segundos, la mujer parpadeó y su rostro se volvió de piedra una vez más, retirando su mano y desviando la mirada.

—Pronto nos veremos, madre —dijo a modo de despedida, sintiendo que el corazón se le saldría del pecho si se descuidaba por medio segundo.

—Sé que así será. —Caitriona asintió, pero no encontró fuerzas para volver a mirar el rostro de su hija.

Margery dio media vuelta y se despidió de su padre, quien sí tenía la preocupación escrita en cada arruga de su rostro. El hombre agarró sus manos y soltó todos los protocolos de protección que tendría que seguir, una vez más. La pelirroja asintió repetidas veces, ya habiendo aprendido el proceso de memoria toda la semana que tuvo para prepararse para aquel día y los siguientes que vendrían para completar la misión.

Cuando el rey la dejó ir un momento después, se giró hacia el patio, donde los soldados, el brujo y hasta Cirilla y Jaskier la esperaban con los caballos ya listos. No obstante, antes de que pudiera dar un paso más para comenzar a bajar los escalones de piedra, alguien se aclaró la garganta detrás de ella. Sus movimientos se congelaron, temiendo encontrarse con cierto pelinegro aguardándola. No sabía qué podría decirle Ivo ahora que no se hubiera encargado de hacer el día anterior, pero lastimosamente debía mantener las apariencias por sobre todas las cosas.

No obstante, en cuanto su mirada se encontró con una esmeralda al girarse, la incomodad que ya se había instalado en su anatomía no hizo más que aumentar en vez de menguar.

—Antes de que partan, quisiera disculparme por lo sucedido aquella noche de hace unos días. —Tomó una profunda inhalación, de seguro, para controlar sus ya notorios nervios —. Fui demasiado descarado y dije cosas que no debía haber dicho. Solo deseaba ser honesto contigo, pero me temo que fui presuntuoso y me sobrepasé.

Ella asintió, aceptando la disculpa, pero no se molestó en poner en palabras el tema. No se sentía en condiciones de ni siquiera pensar en la conversación de esa noche en la biblioteca y le parecía que era mejor así.

—Espero que tu viaje devuelta a Amcottes sea sin ningún percance. —Era posible que el día en el que ella volviera al castillo, Damien podría ya haber emprendido camino hacia su reino.

—Y yo espero que esta no sea una despedida tan larga —comenzó, con una pequeña sonrisa nerviosa, carente de brillo —. Mantente a salvo, por favor.

—Estoy segura que mis acompañantes harán un gran trabajo en eso —trató de tranquilizar, pasando por alto que su inquietud sobrepasaba la de cualquiera —. Además —agregó en un tono bajo para ser solo escuchada por el castaño —, alguien me ha podido enseñar un poco sobre manejar la espada y el arco.

CURSED LINEAGE «the witcher»Where stories live. Discover now