CAPÍTULO 8. LO QUE NO TE MATA ...

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"No, esto está mal", se repetía la frase como un eco incesante procedente del fondo de su mente.

Conocer e interactuar con el tal Tom, ya fue extraño, pero introducirse y caminar por aquella enorme nave industrial, había reactivado de nuevo todas sus alarmas; hasta el punto que pensar bajo aquel estruendoso pánico le causaba más dolor que los ennegrecidos muñones de sus dedos.

-Mark -susurró, pero aquél le ignoraba, limitándose a seguir de cerca a Tom.

-¡Mark! -alzó un poco más la voz, al tiempo que se esforzaba por alcanzarle y sujetarle de un brazo.

Éste se dio la vuelta, contemplándole con inusitada frialdad y una interrogación en el rostro.

-¿Qué? -fue la seca respuesta.

Charles intentó humedecerse los labios por reflejo, pero la lengua era una lija. Apenas si le quedaba agua en el cuerpo, hacía rato que ni sudaba. Cada vez que abría la boca, los labios cortados se reabrían y escocían como el demonio. Aun así, dijo en voz baja:

-Este lugar, es como el que describiste. Por donde dijiste que salimos al exterior...

Mark hizo un tímido intento de mirar a su alrededor, pero se quedó en eso, intento. Sacudió la cabeza:

-Yo no recuerdo este lugar. Algo semejante a ese árbol enorme y a aquella construcción del fondo... ¿Cómo podría olvidar una cosa así? -contestó con indiferencia, girándose de nuevo en pos de Tom.

-¿Aquello es una piscina? -preguntó Mark a Tom mientras acortaba distancias con él.

-Es un depósito pluvial. Y está lleno de agua fresca, tal y como os conté antes -explicó Tom, con voz extrañamente desentonada.

"Casi parece que esté buscando su propio timbre, como si lo hubiera olvidado", pensó Charles.

Mark no era el mismo desde que regresó de la sala de las velas, desde que se encontró a solas con Tom. Y el cambio fue más evidente cuando el recién adquirido compañero compartió con ellos aquella especie de bacalao desecado. Mark lo devoró en instantes, sin embargo, Charles conservaba su ración en un bolsillo. En parte por desconfianza, en parte porque era incapaz de meter algo con semejante contenido en sal en su boca ahora mismo. Necesitaba agua con urgencia. Lo demás podía esperar, pero una parte suya no acababa de entender tampoco como Mark parecía conservar sus fuerzas mucho mejor que él, incluso desde antes de perder los dedos.

Pasaron por debajo de las enormes ramas, en las que si bien había muchas flores, no se divisaba ningún fruto, y se detuvieron frente aquella especie de estanque de piedra.

-Ahí tienes tu agua -oyó decir a Mark.

Charles ya se había aproximado hasta el borde, atraído por el olor y el frescor que se filtraba a través de la piedra, e introdujo la mano sana en él.

"Oh, Señor, está helada", casi lloró de agradecimiento, su reciente desconfianza olvidada una vez más. Se disponía a sumergir su cabeza en el líquido, cuando una voz autoritaria le detuvo:

-¡Detente! No bebas de eso si aprecias tu vida.

Un hombre y una mujer surgieron desde detrás del tronco del árbol, y se encaminaron hacia ellos.

-¿Más víctimas?, ¿estamos todos bien? -preguntó Charles confuso, mientras se sujetaba la mano mutilada.

-Eso parece -comentó el tal Tom con esa voz extraña que le caracterizaba. Aunque en esta ocasión le pareció percibir un matiz algo distinto. ¿Interés, quizá?

-Ese agua está contaminada y vuestro compañero lo sabe -señaló Piedra a Tom con el dedo -. Si es que es humano todavía, cosa que dudo.

Charles se quedó estupefacto, contemplando la escena. La mujer que acompañaba a aquel hombre también se había asombrado al escuchar su advertencia, pero por algún motivo, no lo puso en duda y la observó cerrar el puño derecho con fuerza. Llevaba algo puntiagudo sujeto en ese brazo. Intentó decir algo, pero solo le salió un balbuceo ininteligible. En cambio, Mark reaccionó acercándose al estanque y comenzando a beber.

EL DIABLO Y LA PIEDRAWhere stories live. Discover now