CAPÍTULO 9. LA CLÁUSULA FAUSTO

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No estaba muerto, eso seguro. De otra manera no sería tan claramente consciente del dolor que le recorría el cuerpo. Intentó incorporarse antes incluso de abrir los ojos, y todo lo que consiguió fue apoyarse en un codo y erguir la cabeza. Parpadeó, intentando enfocar la vista, pero en apariencia solo el ojo izquierdo se dignaba a funcionar con cierta solvencia.

-Estupendo -escupió sangre a un lado -. Todos los payasos juntos en la misma habitación.

Minos aplaudió, de forma algo descoordinada, pero aplaudió.

-Desafiante hasta el final, ¡Bravo! -hizo un gesto a su alrededor y las criaturas que le rodeaban comenzaron a mover sus cabezas asintiendo, al tiempo que intentaban imitar los gestos de las manos de su amo, con diferentes grados de éxito.

Piedra ladeó la cabeza, no cabía duda, se encontraban en la sala de calderas. Detrás suyo se encontraba el depósito de fuel donde había construido un refugio teóricamente capaz de resistir a los seres del averno. La sangre le corría por la frente y le oscurecía de tanto en tanto la visión, pero le había parecido que la trampilla redonda permanecía cerrada todavía.

"Las runas y los símbolos de protección están dibujados en el interior y toda la pieza tiene un alto contenido en hierro, dudo que a los demonios se les haya ocurrido mirar ahí. Su mero contacto los quemaría", funcionaba su mente a toda velocidad.

Un cuerpo fue arrojado entre él y el acceso al refugio. Durante un instante, se le encogió el estómago al pensar en Selina, pero no era ella. Era el escritorzuelo, el apocado. El cómplice en su silencio.

-Al final, le crecieron unos huevos -oyó decir a su lado.

La punta de un zapato le reventó el labio superior y astilló un par de dientes, pero tuvo la virtud de colocarlo de rodillas, cosa que por sí solo no creía haber podido lograr.

Alzó la vista y se topó con Mark, que lo contemplaba con ojos burlones.

-Tu amo ha aflojado la soga, ¿pequeño? -le escupió Piedra su desprecio, luchando por ponerse en pie.

Mark sacó un largo cuchillo que llevaba sujeto en el cinturón, en la espalda.

-Gracias por devolvérmelo. Creía que nunca volvería a verlo, no desde que la zorra de tu mujer lo lanzó por la ventanilla de la furgo -le dijo, exhibiendo el arma con el filo mellado.

Piedra se lanzó hacia él, embistiendo con la cabeza baja, como un toro. Lo pilló por sorpresa y lo empotró contra el depósito, provocando un sonido similar al tañido de una campana. El cuchillo cayó al suelo mientras Mark lanzaba desesperados codazos a la espalda de Piedra, que alzó la cabeza hacia arriba golpeándole la mandíbula, que crujió, arrancándole un alarido de dolor al hombrecillo.

-¿Qué pasa, es más difícil cuando tu víctima puede luchar, carnicero? -bufó Piedra golpeándole las costillas con sus puños de nudillos cuadrados -. Una mujer que intentaba proteger a su bebé... tuvo que ser complicado de veras.

Mark se revolvió, gritando como un animal enloquecido, arañándole el rostro, buscando los ojos. Piedra se lo sacudió como pudo, intentando evitar que lo acabara de dejar ciego, pero una rodilla le falló y se dio de bruces en el suelo.

-Maté al tipo alto, al niño mimado del éxito -se limpiaba la saliva de la boca Mark mientras hablaba, fuera de sí. - No era mi tipo, ya sabes, pero había hambre y, la verdad, no hay mucho que hacer aquí. Me tuvo entretenido un tiempo. Cierto que estuve tentado de matarte a ti cuando te vi, allí tirado en medio de las velas. Pero te quité la venda y, vaya, te reconocí. El pobre viudo de las noticias. ¿Cómo iba a matarte, si ya estabas jodido en vida? No soy persona de hacer favores.

EL DIABLO Y LA PIEDRAWhere stories live. Discover now