Capítulo 19 | Lauren

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-Lauren-



No estoy muy segura de cómo se supone que debo actuar. Hemos caminado durante casi treinta minutos y no hemos dicho ni una sola palabra. Mis manos están dentro de los bolsillos de mi chaqueta, pero mis puños están apretados por la ansiedad.

Camila se abraza a sí misma y no sé qué demonios fue a hacer al bar. Dudo mucho que ella misma lo sepa, pero no puedo evitar querer preguntarlo.

Una ráfaga de aire helado me pone la carne de gallina y noto cómo se encoje por el frío. Aprieto la mandíbula y maldigo para mis adentros mientras me quito la chaqueta para ponerla sobre sus hombros.

Ella parece sorprendida por mi gesto caballeroso; sin embargo, trato de lucir natural y relajada. Está haciendo frío hasta la mierda, pero el rubor en sus mejillas y la sonrisa tímida en sus labios me hacen querer soportarlo el resto de la noche.

—G-Gracias —tartamudea en voz baja.

Le regalo una sonrisa torpe y digo—: No hay de qué, Camz.

Caminamos sin rumbo alguno y tampoco hablamos demasiado. Camila parece estar a punto de hablar en varias ocasiones, pero lo piensa mejor y se queda callada. No quiero presionarla, pero me está volviendo loca. Muero por saber qué la motivó a ir a buscarme, y al mismo tiempo, no quiero forzarla a hablarme de ello si no está lista.

De pronto, deja de caminar. Me detengo también, y la miro. Su labio inferior está atrapado entre sus dientes y luce asustada. Parece dudarlo un segundo, pero toma una inspiración profunda y dice—: N-No puedo pretender que nada pasó.

Mi corazón se acelera en el momento en el que me doy cuenta de que va a hablar de ello sin preámbulo alguno. No sé qué se supone que debo esperar de todo esto, pero estoy aterrorizada.

—No quiero que pienses que puedes tenerme cuando lo deseas —dice—. No quiero ser esa chica que perdona todo sólo porque ama. N-Necesito que entiendas que no puedo convertirme en eso, porque…

—Lo entiendo —la interrumpo—. No espero que me perdones toda mi mierda, Camila. Entiendo tu punto. Yo me sentiría igual si estuviera en tu lugar.

Nos miramos fijamente durante unos instantes, antes de que ella hable de nuevo—: A veces… —traga duro—. A veces siento que te odio —siento como si me hubiese dado un puñetazo en el estómago, pero le sostengo la mirada—. Hay días en los que no soporto pensarte, y me detesto por no poder dejarte de lado por completo…, pero hay otros, en los que siento que voy a volverme loca si no sé algo de ti.

—Camila…

—No puedo dejar de pensar en ti —me interrumpe, pero ya estoy acortando la distancia que nos separa—. No puedo dejar de pensar en lo que pasó la otra noche, ni en ese estúpido beso, ni en lo mucho que te echo de menos, ni en lo estúpida que me siento cuando deseo verte, ni…

Ahueco su rostro entre mis manos y, sin previo aviso, planto mis labios fríos contra los suyos. Busco una respuesta a mi caricia y siento cómo sus manos se posan en mi cintura. Un gruñido brota de mi garganta sólo porque no la tengo lo suficientemente cerca; y justo en el momento en el que su lengua encuentra la mía, todo se siente correcto.

Sus brazos se aferran a mi cintura y mis dedos se entierran en las hebras desordenadas de su cabello. Sé que se ha parado sobre sus puntas, ya que no tengo que inclinarme tanto para besarla. Quiero romper el beso y echarme a reír sólo porque no me había dado cuenta de lo mucho que extrañaba esto.

Cuando rompemos el contacto, apoyo mi frente en la suya. Me obligo a abrir los ojos para mirarla y digo en un susurro ronco y profundo—: A estas alturas, estoy dispuesta a todo por recuperarte, Camila. Daría lo que me queda de vida por pasar unos instantes contigo. Daría lo que fuera porque me amaras la mitad de lo que solías amarme.

SálvameOnde histórias criam vida. Descubra agora