Capítulo 5

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En quizás algo menos de una hora, Sven paró frente a una curiosa cabaña de humeante chimenea que se encontraba perdida entre las montañas.

—Hemos llegado.

—¿Este reno no es demasiado inteligente?

—¿Tú crees? A mí me parece normal.

—Algo me dice que no lo es.

No pareció importarle especialmente mi apreciación; se apeó del carro y se dirigió hacia la tienda. Le seguí preguntándome qué clase de clientela podía haber en un lugar tan alejado como ése y juntos entramos al que ponía era el "Puesto comercial de Oaken el trotamundos".

—¡Cu-cu! ¡Rebajas de verano! 50% en zuecos, bañadores y protector solar. '¿Yah?'.

El entusiasta vendedor no parecía tener mucha mercancía de invierno, pero confié en que Kristoff supiese lo que hacía.

—Buscamos ropa de abrigo para ella. ¿Tienes algo?

—Claro, en nuestro departamento de invierno.

Miramos hacia donde señalaba aquel tal Oaken y observamos con cara de circunstancias el rincón casi desnudo al que llamaba "departamento de invierno". Lo revisamos sin muchas esperanzas y, milagrosamente, encontramos un conjunto de traje y botas de invierno que podrían valerme.

—¿Por qué hemos venido aquí? —le susurré aprovechando que el dependiente estaba distraído silbando una alegre cancioncilla.

—¿Prefieres ir a una tienda de la ciudad y arriesgarte a que te reconozcan?

—De acuerdo, tendrá que valer.

Fuimos al mostrador con el conjunto y un manojo de zanahorias que Kristoff cogió (no quiero imaginarme para qué baboso intercambio con Sven) y Oaken nos atendió con una gran sonrisa.

—Eso hacen cuarenta.

Kristoff frunció el ceño indignado y ahí comenzó un intento de regateo que acabó con él expulsado de mala manera por el sorprendentemente gigantesco Oaken. Entonces, como si nada hubiese pasado, se volvió a sentar en su supongo que bajito asiento y me sonrió de nuevo.

—Ehm, esto... Oaken. Necesito de verdad la ropa ahora mismo. No tengo el dinero que pides pero... ¿existe la posibilidad de que me lo cambies por este vestido de gala? Apuesto a que su valor es mucho mayor.

Oaken examinó con cuidado el vestido que aún llevaba conmigo en la cesta de Rapunzel y lo colgó en una percha tras él para que quedase bien a la vista.

—Puedes llevarte también las zanahorias para tu amigo.

Salí de allí con todo lo que necesitaba y sintiéndome relativamente timada y me encontré con Kristoff dándole explicaciones a Sven de por qué no tenía sus adoradas zanahorias con él.

—¿Acaso habláis de esto? —dije juguetona agitando el manojo de zanahorias.

—¿Cómo lo has conseguido?

—No llamándole granuja.

—Ya, no he estado muy fino. ¡Pero era un timo! ¿Cuánto le has pagado? Creía que no tenías dinero.

—Tenía mi vestido.

—¡Ja! Bien pensado.

—Pero no tengo ni idea de dónde cambiarme. Pese a su oferta, la sauna con toda su familia dentro, no me parecía la mejor opción.

—Creo que con lo que debe valer ese vestido has pagado de sobra por usar su cobertizo para cambiarte —propuso guiñándome un ojo.

—Con lo que vale ese vestido podría comprar su cobertizo... —dije bajando progresivamente el tono de mi voz hasta convertirla casi en un susurro ante el temor a sonar como una niña pija.

Me late el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora