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—¿Me estás diciendo que no tengo maneras de ir a Ba Sing Se? Tengo que estar allí en en menos de dos semanas sí o sí, no puedo perder esta reunión—. Asami se encontraba al borde del colapso.

Manejar industrias futuro era algo que ocupaba el 95% de su tiempo y su mente. Si bien no era permanente aquel puesto de jefa, debería acostumbrarse a este al momento en que su padre decida brindárselo.

Hiroshi se encontraba en un tratamiento constante en el hospital, desde hace unos meses se encontraba así y faltaban 2 para que éste pudiera ser dado de alta y vuelva a su puesto y a su trabajo, el que ahora era mantenido por la pelinegra.

—Sabes... Hay... alguien que puede ayudarte...—soltó Bolin con cautela, observando el enojo que transmitía cada movimiento y mirada que Asami ofrecía.

—Eso sería genial, sabes. No tendré la embarcación disponible hasta dentro de una semana para ir por agua, nuestras naves se encuentran fuera de servicio debido al último accidente y si voy en auto, terminaré en plena carretera sin fuerza que pueda moverlo—. Cerró sus ojos, pensando en que era su única opción.

—Es una amiga de confianza. Puede pasar a buscarte en la mansión Sato mañana a primera hora y llevarte en su embarcación. Hace unos días llegó a Ciudad República y ahora debe volver a la capital del Reino Tierra, así que estás de suerte—. El ojiverde sonrió ingenuo, esperando la respuesta oficial de su jefa y gran amiga.

—Bien. No digas más. Envíale los detalles, iré a prepararme para partir—. Bolin estaba por dar más detalles, pero fue interrumpido—. Si hay algo que deba saber, que me lo diga ella mañana, por favor. No tengo intenciones de llenar mi cabeza por el momento.

—Está bien, Asami. Le enviaré los detalles. ¡Descansa!—. Mientras la pelinegra salía de su oficina, él tomaba el teléfono y marcaba el número con emoción, esperando que la noticia sea bien recibida de parte de la morena.

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—Bien, ¿entonces las cargas fueron intervenidas?—soltó con furia, observando a su segundo al mando.

—S-Sí, jefa...

—Explícame algo, Haru—. Sus ojos celestes enviaban auras asesinas a quien quiera que mirase, estaba acostumbrada al haber endurecido su forma de ser. Lamentablemente, así se había acostumbrado a ser con muchas personas, sus dulces y amables padres incluidos. Cerró los ojos y respiró, intentando no matar a su subordinado—. ¿Cuántos barriles de carga llevaba ese camión?

—Quince, jefa...—. Pasó saliva, procurando no decir algo que la desquicie aún más.

—¿Y cuántos de ellos contenían agua potable?

—Siete...

—¡Habían 4 malditos maestros agua en ese camión, Haru! ¿¡Me puedes explicar, por la Gran Raava, cómo fueron asaltados por 2 hombres!?—. La mesa tembló ante el golpe de ambas manos morenas, sus ojos explotaban en furia. Su fortuna la ganaba con recompensas, y éstas la invertía en pueblos abandonados por la sociedad. Pero no podía permitirse el lujo de perder 15 barriles por día como si fuera chatarra.

—Transportaban armas de fuego, jefa. 3 de ellos no llegaron a especializarse en el manejo agua en sus tribus y-

—Basta. Retírate—. El ojiverde simplemente asintió, resistiendo sus palabras y marchándose de la oficina.

Korra respiró profundamente, intentando derivar su enojo hacia otra fuente. El hecho de que Haru se encontrara a cargo de aquel grupo no lo volvía culpable, pero debía tomar notas en el asunto, y sabía que con un regaño sería suficiente para que él les exigiera.

Reencuentros [Korrasami]Where stories live. Discover now