8. Mamá Leona

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Scorpius intentaba no llorar por todos los medios posibles, debía ser un buen hermano mayor y tranquilizar a Antares, quien a sus tres años lloraba desconsolada al tiempo que un auror les hacía preguntas, tratando de ser todo lo suave que era capaz. Desde luego, no era lo suficiente suave. No dejaba de acosarles con preguntas sin darles siquiera tiempo para reponerse a la situación, sin buscar siquiera un lugar más tranquilo para hacerlo. Él se negaba a contestar con algo que no fueran monosílabos o de lo contrario, rompería a llorar y no podía hacer eso. Tenía que sostener a Antares, no derrumbarse con ella. Tenía que ser un buen hermano mayor.

— ¿¡Se puede saber qué está haciendo!?- bramaron al otro lado del pasillo. Su padre vestía, impecable como siempre, un traje negro y observaba furioso al auror a su lado. Antares salió corriendo en su dirección y él la cargó en brazos al instante, besando su frente y susurrando palabras cargadas de amor que solo ella podía oír.

— Sus hijos han sido testigos de un delito muy grave señor Malfoy. Es nuestro deber interrogarlos.

— ¡¿Su deber?! ¡Su deber es encontrar al psicópata que ha atacado a mi mujer y a mis hijos, no torturarlos! Patéticos intentos de auror, ¿se puede saber por qué no hay alguien más cualificado en el caso?

— Señor Malfoy, no puede hablarnos así. Sus hijos deben contestar a las preguntas o...

— ¿O qué? ¿Les denunciarán? ¿Los harán presentarse ante el Wizengamot? Con qué otra cosa perderá el tiempo mientras su madre, mi mujer, está en el hospital- gruñó mientras se acercaba cada vez más al hombre.- ¿Sabe quién está ahí dentro? ¿Quién es mi mujer? ¡Hermione Granger!

— Señor Malfoy, somos perfectamente conscientes de la situación.

— ¡No lo parece!- volvió a gruñir.- Puede agradecer a Merlín, Circe, Morgana y cuanto mago o bruja se le ocurra que mis hijos estén presentes, porque de no ser así ya habría acabado contigo y con la triste excusa de auror que se hace llamar su compañero.

— Señor Malfoy, lo que está haciendo es obstrucción a la justicia, agravado con amenazas directas a un empleado del ministerio- volvió a hablar el auror, notablemente enfadado.- Haga que sus hijos contesten a las preguntas y por Merlín, calle a esa niña o tendremos problemas.

— Ya lo creo que los tendremos, pedazo de...

— Malfoy, es suficiente- interrumpió su tío Harry, a quien no había visto entrar. Se agachó hasta la altura de Scorpius y le despeinó ligeramente antes de guiñar un ojo y señalar a su espalda con la cabeza. Casi toda su familia ingresaba en el hospital entonces.- ¿Se puede saber quién de vosotros, inútiles, ha hecho llorar de esa manera a mi ahijada?

— Señor Potter, yo...

— Tú qué- provocó Ron nada más llegar y observar la situación. Dió una palmada en el hombro del rubio mayor en señal de apoyo.- Vamos, contesta, parecías muy animado a hablar con los niños y con Malfoy.

— Señor, según el reglamento estamos obligados a hacer hablar a los testigos de un crimen de estas dimensiones para obtener toda la información posible.

— Imbécil- volvió a gruñir Draco, tratando de dar un nuevo paso hacia el auror, sin éxito en esta ocasión.- Voy a encargarme personalmente de que pierdas el puesto. Lamentarás este día el resto de tu miserable existencia. Vamos Scorpius, tus tíos querrán verte.

Y tras esas palabras, se dió la vuelta, siendo seguido por un niño que alcanzaba a escuchar cómo sus tíos reprendían al hombre recitando partes del reglamento y haciéndolo desaparecerse para que intentara al menos hacer su trabajo. Su siguiente recuerdo era el de los brazos de Molly a su alrededor, conteniendo las lágrimas y preguntándole que qué tal estaba y que si le habían hecho daño antes de cargar a la pequeña, quien lloró contra su pecho de nuevo, como si nunca fuera a quedarse sin lágrimas. Sus tío George y Angelina se fueron pronto, justo después de anunciarle que habían ido a su casa y preparado una pequeña maleta para ellos, porque esa noche se quedarían a dormir en la madriguera con todos sus primos y tíos, en una especie de pijamada familiar. Le agradó la idea de estar con Fred, James y los demás, pero estuvo seguro de que su padre no estaría ahí. Mucho menos su madre. Arthur le rodeó los hombros y le mantuvo abrazado así, antes de abrazar a Molly, quien acababa de devolver a la pequeña a los brazos de su padre y ahora lloraba desconsolada sentada en una de las sillas de la sala de espera. Su padre también se sentó y él se colocó a su derecha mientras que Antares se sentaba en la silla libre de su izquierda. Ambos fueron atraídos hacia el pecho del hombre, quien les acariciaba los cabellos.

Mi hijoWhere stories live. Discover now