Rosa cuarta: Vraie Terreur

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¡PREGUNTA!: En mi obra OMEGA, ¿Cómo le dice Meliodas de cariño a Elizabeth por ser su mate? Es una palabra que vendrá en mi futuro glosario, un término que se oye mucho en historias de hombres lobo, fufufu. Y ahora, acompañemos a Eli en su aventura por el castillo de la bestia...  

***

En el sueño, Elizabeth estaba parada en medio de un gran corredor, amplio y de mármol blanco, mientras veía la luz de un día esplendoroso al fondo de todo. El aire olía a rosas, el cielo azul destellaba como si fuera primavera, y justo cuando estaba por caminar hacia su ansiada libertad, escuchó unas voces a sus espaldas.

—¡A que no me alcanzas!

—¡Ya verás jefe!, ¡no podrás escapar del hechizo!

Acercándose a ella, venían dos niños pequeños como de cinco años, persiguiéndose mutuamente con varitas en la mano. Pasaron tan rápido que ella no pudo verles los rostros, pero después de unos segundos mirándolos, no pudo evitar sonreír con ternura. El rubio iba ganando, estaba por salir al sol cuando la pequeña de pelo negro hizo algo extraño con la rama que sostenía y una chispa de luz morada fue a caer a los pies de su contrincante, haciéndolo caer. Después de eso, fue obvio el ganador.

—¡Eso es trampa Merlín!, ¡trampa!

—Claro que no. Tú usas la rama como espada, yo como varita. Eso no tiene nada de malo.

El pequeño hizo un puchero adorable, indeciso entre aceptar aquello o no aquel razonamiento. Al final, decidió hacerlo, y estaba por abrazar a su amiga cuando una voz profunda, grave y siniestra, se escuchó venir desde las sombras, provocando un escalofrío en Elizabeth y una gran palidez en las mejillas de los niños.

—Meliodas, ven.

Aquella orden cruel provenía de un hombre alto, de barba tupida y rostro sombrío, que llamaba a su hijo de nuevo a la oscuridad. Aquella maldad pareció contagiar al hermoso rubio, que entregó su rama a la pequeña de ojos ámbar y corrió a tomar la mano que le ofrecía aquel imponente hombre. Luego pareció que aquellos ojos se dirigían al rostro de Elizabeth, y en cuanto sus miradas se cruzaron, ella sintió que caía a un abismo que daba al infierno.

*

Elizabeth despertó con el corazón a mil, y a pesar de que tomó rápidamente conciencia de que solo había sido una pesadilla, tardó largos minutos en recomponerse del todo. Cuando por fin lo hizo y supo que era hora de salir de la cama... sencillamente no pudo hacerlo. Sus mejillas se ruborizaron, trató de hundirse más en las cobijas, y ocultó el rostro en las sábanas, tratando de no pensar en lo que había ocurrido la noche anterior. Pero era inevitable.

La albina se sentía confundida, avergonzada, y no quería pensar en las otras emociones que aquel beso le había provocado. Sobre todo porque... era el primero. Aquel monstruo le había robado su primer beso, y no había forma de poder recuperar su tranquilidad después de lo ocurrido. El amo era un ser tan oscuro como el hombre que vio en sus pesadillas, con la diferencia de que, desafortunadamente, él era real.

Dio vueltas por la cama un rato, pero al final, resultó obvio que tenía que levantarse. Un sol radiante entraba por su ventana invitándola a comenzar el día y tratar de sonreír. Con un suspiro tembloroso saliendo de su pecho, la chica finalmente se puso de pie, y lo primero que vio fue un magnífico desayuno que reposaba sobre una de las mesas de la habitación, sobre una vajilla de plata tan brillante que la deslumbró unos segundos. Salió de la cama con el estómago rugiendo, y en cuanto se sentó no pudo contener una exclamación de asombro y una sonrisa de gratitud. Aquel desayuno era su favorito: huevos con tocineta, manzana con avena, y una humeante taza de té. Justo como el que solía tener en casa.

La Belle et la BêteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora