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       El sonido de una puerta se escuchó a lo lejos, seguido de unos apresurados pasos.
    -¡Mamá ¿Has visto mis zapatos deportivos?! –preguntó Sebastián.
    -¡En el closet del pasillo! –le respondió ella con dulzura.
         Antony giró sobre la cama mientras escuchaba el correr de unas cortinas. Ocultó sus ojos con el antebrazo para protegerlos de la luz del día. Una vez más escuchó los pasos de Sebastián por todo el pasillo.
    -¡Mamá no los consigo! –la voz de su hijo resonó en toda la habitación.
    -¡Ya voy para allá!
         Antony respiró profundamente y estiró el brazo para palpar sobre la mesita de noche en busca de su celular. Revisó la hora y agradeció el poder estar en cama por más tiempo.
    -¡Ignacio… Sebastián, bajen a desayunar y por favor llamen a su padre! –gritó Liliams desde las escaleras.
         Las carcajadas de los chicos se escucharon al otro lado del pasillo mientras disfrutaban del videojuego favorito de Ignacio.
    -¡Chicos, les dije que bajen a desayunar… y no se les olvide llamar a su padre! –volvió a gritar Liliams unos minutos más tarde.
         Un estruendo se produjo en aquella habitación, seguido de fuertes pisadas.
    -¡Llegaré primero! –gritó Ignacio corriendo por el pasillo.
    -¡No es justo, has hecho trampa! –se quejó Sebas- ¡Eres un tramposo!
    -¡Claro que no! –le respondió Ignacio en medio de una risa.
    -¡Chicos, cuidado en las escaleras! –los regañó Liliams.
    -¡Sí, mamá! –dijeron al unísono- ¡Papá, es hora de despertar!
    -¡Ya estoy despierto! –les gritó Antony desde la cama.
         Antony se levantó y caminó en dirección al baño, estaba a punto de gritarle algo a su esposa pero ahogó sus palabras al ver hacia la puerta de la habitación. Algo se movía lentamente en el pasillo pero no distinguió nada desde el punto en el que estaba. Se acercó y la abrió con temor. Miró hacia el corredor y, sobre la madera, se dibujaban centenares de huellas ensangrentadas. Su corazón dio un fuerte estremecimiento mientras sus ojos se desorbitaban, al mismo tiempo, su respiración se agitó como si fuera una potente aspiradora. Se dio media vuelta y descubrió que las huellas también rodeaban su cama.
         Sus ojos se cristalizaron para dejar caer unas cuantas lágrimas. Deseaba gritar; quería hacerlo; lo anhelaba con todas sus fuerzas pero el miedo que había crecido en su interior se lo impedía. De pronto, el suelo comenzó a estremecerse, haciéndolo tambalear hasta caer y golpear su cabeza contra el marco de la puerta. Durante cinco minutos permaneció tirado sobre el suelo. Un leve ardor recorrió su cabeza, seguido por una cálida y húmeda sensación que tiñó de rojo su cabello. Cerró sus ojos para tratar de tranquilizarse pero, en la oscuridad volvió a escuchar aquel horrible graznido. Negó rápidamente para desalojar todo pensamiento no deseado. Y casi corriendo entró al baño, abrió la ducha y se metió en ella para relajar sus músculos con el rozar del agua, de este modo quitó todo rastro de sangre.
    -¡Cariño, será mejor que bajes a desayunar! –le gritó Liliams desde la cocina.
    -¡Enseguida voy! –respondió él, mientras secaba todo su cuerpo. Sintió un poco de miedo al pensar que debía salir del cuarto de baño y encontrar nuevamente todas aquellas huellas sobre el suelo, entonces, nuevos pensamientos aparecieron -¿Cómo era posible que el resto de su familia no las haya visto? ¿Acaso era el único que podía verlas?- abrió la puerta con temor, y para su sorpresa, todas las huellas habían desaparecido. No entendía como, pero ahora la habitación y el pasillo se encontraban en completa normalidad, tal y como siempre lo habían estado.
         Una vez vestido, bajó a la sala del comedor. Sus hijos desayunaban silenciosamente mientras Liliams servía un par de platos.
    -Hoy estaré con la señora María. Iremos al pueblo a comprar unos rollos de lana –anunció ella al sentarse junto a él.
    -¿Lana? –preguntó Antony, tratando de parecer normal.
    -Sí. Me enseñará a tejer –dijo con emoción.
    -Eso es grandioso, cariño –observó a toda su familia y guardó silencio, evitando decir algo que lo comprometiera.
         Minutos después se encontraba conduciendo al pueblo. Miró su reloj pero, el fuerte olor a muerto lo envolvió, produciéndole un suave mareo que lo obligó a estacionarse. Con gran velocidad salió del auto y se acercó a uno de los arbustos para vomitar. Algo que le devolvió el aliento y los ánimos de continuar con su día.
         Al llegar al colegio, pasó directo al baño para cepillar sus dientes y asearse un poco. Luego se dirigió al salón de profesores.
    -¡Buenos días, Antony! –saludó la profesora Anadelia.
    -¡Buenos días!
    -Nos hemos enterado de lo sucedido en el día de ayer –comentó el profesor Rigoberto.
    -¡Fue todo un caos! –rió Antony al recordarlo.
    -Es increíble lo que está sucediendo con la juventud hoy en día. Recuerdo que anteriormente los estudiantes tenían una actitud diferente, eran más tranquilos y había un respeto ante la presencia de los profesores. Ahora todo es diferente, lo que les falta es pegarnos cada vez que reciben un regaño –habló la profesora Anadelia al negar con la cabeza.
    -Estamos en una época totalmente distinta, donde los valores se han perdido y los padres ya no le ponen carácter a sus hijos porque creen que la mejor manera de decirles que los aman es dándoles todo lo que ellos desean y la completa libertad que ellos esperan.
    -Eso es muy cierto –dijo Antony.
         En ese momento sonó el timbre, dando fin a la hora libre.
    -Bueno es hora de ir a atender a esos demonios –comentó Rigoberto en medio de una sonrisa.
    -¿Cómo te has sentido, Antony? –preguntó la profesora Anadelia, mientras recogía un montón de exámenes para meterlos en una carpeta.
    -Me he sentido de maravilla, gracias.
    -Me contenta escuchar eso –le sonrió- bien. Ahora debo ir a mi salón. Nos vemos luego.
         Pasada de las doce del medio día, Antony tomó asiento frente a una computadora para buscar información sobre los terrenos en los que fue construida su casa y así, tener una idea de lo que estaba sucediendo pero, en cada una de las paginas a las que ingresaba, no había más que un montón de información basura que no lo conducía a ningún lado. Solo logró encontrar una reseña histórica de la inundación, la cual incluía unos cuantos testimonios de personas que sobrevivieron a la catástrofe. También incluía una lista con los nombres de las personas desaparecidas pero, nada que le indicara un contacto paranormal que lo entrelazara con la realidad.
         En ese momento su celular sonó, sobresaltándose un poco.
    -¿Diga?
    -¡Hola, papá! –escuchó la voz de Sebastián al otro lado de la línea.
    -¿Cómo estás campeón? –lo saludó, mientras comenzaba a cerrar las ventanas virtuales que había abierto.
    -Estoy bien pero… -hizo una pequeña pausa. Se escucharon unos pasos apresurados y una puerta al cerrarse- Ignacio… bueno, él está actuando muy extraño.
    -¿Extraño? –repitió sin entender- ¿A qué te refieres?
    -Dice que vio a unas personas en la casa y no deja de llorar –susurró Sebastián para que solo lo escuchara su padre.
    -¿Unas personas? –se alarmó Antony, mientras su corazón comenzaba a latir con fuerza- ¡Explícate mejor, Sebas!
    -Bueno… después de llegar de clase nos fuimos a jugar en la computadora pero luego de unos minutos escuchamos un extraño sonido y Spaik comenzó a ladrar desesperadamente –en ese momento, Antony se acordó del bendito perro al que no veía desde hace unos días atrás ya que su hijo menor lo había dejado en casa del señor Jesús- entonces Ignacio comenzó a ver unas extrañas huellas por toda la habitación y, al salir corriendo dijo que habían unas personas caminando por toda la casa, personas con aspecto horrible, como los muertos que salen en la serie The Walking Dead –el miedo una vez más comenzó a crecer en todo su cuerpo- al ver la actitud de Ignacio y de Spaik me asuste demasiado así que saqué a Ignacio de ahí ¡No sé qué hacer papá y no logro calmarlo!
    -¿En qué parte de la casa estás? –justo en ese instante, un extraño sonido se acercaba a él. Ahora, el miedo se había convertido en pánico- ¿Sebastián, dónde está Ignacio?
    -Estamos encerrados en mi habitación. Yo estoy en el baño para evitar que él me escuche hablando contigo –respondió el chico con temor.
    -Sebas, no quiero que salgan de la habitación. Trata de tranquilizar a tu hermano pero no lo dejes solo –le ordenó su padre, mientras miraba en rededor.
    -¡Está bien!
         Antony salió de la oficina con pasos apresurados. Su corazón le provocaba una fuerte presión en el pecho al bombear la sangre con fuerza. El sonido se hacía más fuerte, rápido y tenebroso. De inmediato, el desagradable olor a carne en plena descomposición se extendió por todo el pasillo, provocando que las puertas de los salones se cerraran de un portazo. Antony vio la escena con ojos desorbitados, retrocedió unos cuantos pasos y se lanzó escaleras abajo.
    -¡Oh, Dios mio! –exclamó con terror, mientras trataba de no pisar en falso.
    -¿Papá, qué sucede? –le preguntó su hijo con preocupación.
    -¡Escúchame bien! –habló con rapidez- ¡No salgan de la habitación, permanezcan en ella y no miren por la puerta!
    -¡Papá me estás asustando aún más!
    -¡Solo haz lo que te digo! –gritó él y cortó la llamada.
         Los ventanales y los pasamanos que se encontraban a su alrededor comenzaron a vibrar ferozmente mientras las luces parpadeaban sobre su cabeza. Su cuerpo se estremeció a causa del terrorífico ambiente que lo rodeaba pero, aún así no se detuvo. Al llegar al piso inferior resbaló con un charco de agua sucia que caía del techo, golpeándose fuertemente el hombro. Se reincorporó y salió como una flecha hasta su auto.
    -¡Señor ¿Qué es todo esto?! –se preguntó, mientras abría la puerta del auto con manos temblorosas. Subió, y cuando estaba por encenderlo, sonó su celular- ¡Maldición! –gritó- ¡Sebastián ¿Se encuentran bien?!
    -¿Antony, estás bien? –la voz de su esposa lo tranquilizó un poco.
    -¡Cariño! –exclamó con alivió- ¿Dónde estás?
    -Estoy cerca de la casa ¿Te encuentras bien? –cuestionó ella con preocupación- ¡Te escuchas alterado!
    -Algo muy extraño está pasando –respondió, mientras ponía el vehículo en marcha.
    -¿Es con respecto a la casa?
    -Sí. En este momento voy hacia allá, Sebastián me acaba de llamar, algo muy raro le está sucediendo a Ignacio.
    -Yo estoy llegando, cariño. Conduce con cuidado –la voz de Liliams estaba sobrecargada de horror y preocupación- nos vemos aquí.
    -¡Te amo! –con estas últimas palabras Antony corto la llamada y lanzó su celular al puesto de en junto.
         Condujo a gran velocidad hasta su casa, pensando, pidiendo que sus hijos estuvieran bien. Que nada les hubiera hecho daño. Entonces se lamentó por no haber creído en las palabras de su esposa. Ella desde un principio se había estado sintiendo incomoda en ese lugar, pero, lo que no entendía era por qué les estaban sucediendo ese tipo de cosas. Cual era la razón de que toda su familia estuviera sintiendo esas irreales presencias si desde su llegada ellos no habían hecho nada que los implicara en actos paranormales. Fijó su mirada al frente cuando una espesa neblina comenzó a ocultar todo a su alrededor y, al mirar por el retrovisor, vio el rostro putrefacto de un hombre, el cual le devolvió la mirada. Pisó el freno con desesperación al mismo tiempo que dejaba escapar un grito.
    -¡Ya basta, ya basta! –gritó, mientras ocultaba su rostro con el volante- ¡Maldición, ya basta!
         Respiró profundamente, tragó un poco de saliva y levanto la mirada para descubrir que toda la zona estaba en perfectas condiciones. Encendió el auto y continuó su camino.
    -¿Y los chicos? –preguntó Antony con preocupación cuando entró a su casa y vio a Liliams sentada en la sala.
    -Están en sus habitaciones, descansando –respondió ella, sin mirarlo- Ignacio me contó lo sucedido, el pobre estaba aterrado y Sebastián no sabía cómo actuar ante su actitud.
    -Me lo imagino –susurró él al sentarse en uno de los muebles.
    -Te lo dije desde un principio, Antony. Y no me creíste –lo fulminó con su mirada- dijiste que estaba paranoica pero, ahora te das cuenta que no soy la única que siente cosas. Y apuesto a que tú también lo has estado percibiendo.
    -En realidad… desde algunos días atrás me han pasado cosas que ni te imaginas –habló Antony con suavidad- he visto cosas que ni siquiera son de este mundo. No sé qué es lo que está pasando.
    -¿Por qué no me lo dijiste? –le preguntó Liliams con asombro.
    -No quería preocuparte, cariño. No he sabido cómo actuar ante todo esto –débiles lágrimas cayeron por sus mejillas- ¡Estoy aterrado!
    -Tenemos que hacer algo. Pero debemos actuar ya –dijo Liliams al acercarse a él para abrazarlo- esto no se puede quedar así.
         Antony asintió suavemente mientras trataba de ahogar su llanto y, con ambas manos se aferró al cuerpo de su esposa para permanecer entre sus brazos.
         Aquella noche les costó dormir ya que al cerrar sus ojos pensaban que volverían a vivir aquellas terroríficas y escalofriantes escenas pero, sin darse cuenta, el sueño los dominó para caer profundamente dormidos.

Tierra SantaWhere stories live. Discover now