Capítulo 4. [Eternas Coincidencias]

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Una llamada telefónica avisó a Macarena que el chófer de Bárbara estaba afuera esperando por ella. La castaña se despidió enérgicamente de su padre, dándole un abrazo y un beso rápido en la mejilla derecha. Salió a toda prisa para encontrarse con un hombre esbelto, moreno y de unos cuarenta. Ésta le sonrió, y él le abrió la puerta amablemente.

El camino fue silencioso. Creyó que durante, recibiría algún mensaje de parte de Bárbara pero no fue así. La morena desde su llamada telefónica no había vuelto a intentar comunicarse con ella, cosa que, hacía sentir una mínima decepción. Habían sido cinco veces las que chequeó su bandeja de mensajes, pero con ninguna tuvo buenos resultados. Lo único que obtuvo de su parte, tres horas después de su llamada, fue un hermoso vestido color celeste que había sido enviado por Bárbara, donde muy amablemente le pedía que lo usara esa noche para ella. Al instante, una sonrisa se plantó en sus labios, siendo incapaz de borrarla. ¿Qué tenía Bárbara López que lograba sacarle tantas sonrisas sin siquiera saberlo?

Se preguntaba mientras mordía su labio inferior.

Algunas veces, se topaba con la mirada marrón del chófer de Bárbara por medio del retrovisor. Por su parte sonreía, pero él no lo hacía. Macarena lo sentía como una especie de máquina que fue creado para una simple finalidad, y se burló internamente por pensar algo como aquello, pero si era un poco más subjetiva, podría darse cuenta que las veces que Bárbara había sonreído habían sido mínimas, muy mínimas. Aquel cosquilleo insistente seguía haciendo acto de presencia. Macarena no podía describir lo que estaba sintiendo, porque no tenía las palabras exactas para ello. Solo se veía a sí misma atrapada en una emoción que desde hacía mucho no sentía por alguna otra mujer, y que sin dudarlo le encantaba.

-¡Hemos llegado!-informó el hombre estacionándose a un lado de la carretera. Con un movimiento de mano le pidió que esperara y luego fue él quién le abrió la puerta-. La señora la está esperando, y me pidió que le dijera que la reservación está a su nombre-Macarena entre abrió la boca, para objetar, pero al ver que el hombre le dió la espalda y volvió a su lugar, decidió guardar silencio y continuar con su camino.

Ni siquiera pudo decir «gracias», porque el hombre arrancó en el auto a toda prisa.

La castaña medio ceñuda, entró al restaurante que estaba delante de ella. Había oído hablar de él, pero nunca había ido. Cosa que, fue punto a favor de Bárbara sin hacer tanto mérito. Macarena continuó su camino hasta llegar a la recepción y tras identificarse, la encaminaron hacia donde la morena debía estar esperándola.

Sus pasos eran lentos pero firmes.

Aquellos pajarillos volando dentro de su interior querían emerger a otro lugar mientras que una Bárbara, muy elegante y sensual, la recibía con una amplia sonrisa mostrando sus perfectos dientes. Contuvo su respiración por cuestión de segundos. ¿Era posible que pudiera verse más guapa de lo que ya era? ¡Sí, si lo era!

-Te ves...-antes de continuar, Bárbara la escaneó muy lentamente con la mirada. Ella era hermosa. Eso no podía discutirlo con nadie. Macarena le resultaba una mujer sensual y muy hermosa-, radiante, simplemente hermosa-agregó acercándose a ella para verla más de cerca-. ¿Te gustó?-le preguntó refiriéndose al vestido.

La castaña asintió sintiendo sus mejillas enrojecidas. Odiaba perder el control de su timidez.

-Está hermoso, y fue un gran detalle de tu parte-Bárbara levantó la comisura de sus labios. .

-Sé que no necesitas que alguien te haga este tipo de obsequios porque eres una mujer que puede complacer sus gustos y sus deseos-le dijo pausadamente y con la voz un poco ronca-, pero quería comenzar desde cero, dándote un poco de lo que puedo ser cuando alguien me interesa-soltó de pronto sorprendiendo a Macarena-. ¿Te gustaría tomar asiento?

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