Capitulo Diecinueve

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Kamilo

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Kamilo. 6 de diciembre, 1981.

Me tomó de la mano y me jalo hacía los arbustos con completa rapidez, tanto que no pude ni aclarar mi mente de lo que sucedía. Me arrastró dentro de la densidad de los arbustos. Micaela se había quedado atrás, no podíamos dejarla sola.

— ¿A dónde me llevas? — Le pregunté a Ángel, tratando de soltarme, pero hizo caso omiso.

Me llevó más adentro, comencé a preguntarme que es lo que con tanta urgencia quería contarme. Los padres de Micaela nos citaron a Peté y a mí a un encuentro en las oficinas el día de mañana, con una clara anotación de urgencia en la llamada, justo después de que Micaela saliera del hospital. Me pregunto si esto se deba a algún problema con la fecha de la boda, un tema que había olvidado lo suficiente estos días como para tomarle importancia. ¿Será que aplazarán la fecha para después de mayo? Porque si es así, podría pasar más tiempo con Ángel y planear un acuerdo con Micaela. En cuanto a eso, nadie sabe a qué realmente se refiere la urgencia de los padres de Micaela, podrían cancelar la boda por la salud de su hija, o simplemente puede que crean que me haya asustado lo suficiente como para dejarla de lado. Peté dice que será mejor que lo averigüemos yendo mañana después de la escuela, puede que sea una buena idea.

Nos detenemos en seco, Ángel mira a ambos lados, seguramente para asegurarse de la obviedad de nuestra soledad en los arbustos, luego me toma por las mejillas y me besa con suavidad.

Al separarse de mí, siento como si fuese un sueño, uno de esos en los que despiertas con los pantaloncillos húmedos. Pero prometo que, si es uno de esos, será uno de los que recordaré cada día de mi vida hasta mi muerte.

Me sonríe. Puedo sentir ese cosquilleo en mi estómago. Se pasa la mano por el cabello, le suda un poco la frente y sus mejillas están rojas como una fresa lista para ser cortada, adornada con esas pecas en su rostro.

Bajo la mirada y junto mis manos con las de él.

Su sonrisa desaparece, y sus emociones disminuyen. Esto no está bien. Mi espalda pica un poco. Algo no está bien.

— ¿Pasa algo? — Pregunto.

— ¿Qué? — Pregunta de vuelta, desorientado.

— ¿Pasa algo Ángel? ¿Hice algo mal? — Le suelto las manos con suavidad, pero parece captar a lo que me refiero, porque niega y me toma de vuelta de las manos.

— ¿Qué? No, claro que no. — Siento un alivio en mi pecho, y puedo soltar el aire que traigo atorado en el pecho.

— Pensé que...

— No Kamy, no es eso... Es solo que... — Se detiene al oír el brusco movimiento de los arbustos a nuestro alrededor.

Un chico de no más años que nosotros, aparece. Ángel me suelta las manos de golpe, en un movimiento tan rápido que hace que mis manos se queden suspendidas en el aire y el espacio entre nosotros.

Querido Ángel | COMPLETAWhere stories live. Discover now