Capitulo 2. La propuesta.

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Llegaron al hotel en veinte minutos, Magdalena se quito la pamela, los zapatos y el collar de perlas. Tenía dolor de cabeza, ya que no había comido casi nada desde que salieron del aeropuerto de Tocumen con la urna que llevaba los restos de Miodrag.

            —Recuestate a descansar.  Tenemos mucho que hacer antes de salir para Hong Kong.  —le ordenó Maryland —Solo queda el papeleo para adoptarte. 

            Magdalena se acostó pensando en el hermano de Miodrag.  Eran gemelos, solo que uno tenía los ojos verdes, éste azules.  El tipo de vikingo de los tiempos de la edad media, tal como los retrataban las obras clásicas de la literatura y de la música como los compuestos por Wagner.  El anillo de los Nibelungos, Las Walkirias, y otras obras musicales que retrataban los mitos nórdicos.

            El brillo que vio en sus ojos, era el mismo que vio en los del hombre que había perdido de manera tan triste.  No quisieron decirle que fue lo que le hicieron, por más que les preguntó no pudo sacar nada a ninguna de sus compañeras.

             Maryland entró con un vaso de agua y el remedio para la migraña que la chica tomaba desde que ingresó al comando Alas Delta.

            —Toma, con esto duermes bastante.  Lo necesitas.

            —Gracias, mamá. —agradeció la chica, tomando el vaso y la píldora que le daba.  —Mi madre verdadera decía que yo era una malcriada que fingía para no hacerme responsable de nada.

            —Tu verdadera madre lo que hizo fue venderte como si fueras mercancía.  No creo que no supiera quién era el tal Hernán.  Solo por que eran vecinos de edificio, no le daba derecho a hacer lo que hizo. 

            —Mis padres lo que deseaban era que los sacaran de la pobreza. Y no les importaba como, el llegó con esa propuesta de empleo a mi casa para hablar con mi mamá. 

            —Y tus abuelos se opusieron, sobre todo tu abuelo.  —Comentó Maryland —me dijiste que el desconfiaba de sus intenciones.

            —Abuelo decía que el no pretendía nada limpio conmigo.  —se recostó en la cama sin quitarse el traje. —Tenía razón.

            —Sigo pensando que ese accidente donde perdieron la vida tus abuelos no fue accidente, eso fue mandado a hacer.  Una manera de obligarte a hacer lo que él quería.

            —No niego que me atemorizó.  Y para colmo cometí el error de contarle a la menos indicada el secreto de que me enamoré de Franco Del Vasto.  Por eso fue que ocurrio todo esto.

            —Franco era un buen hombre, que se dejo engatusar de una cabrona que le saco todo cuanto quiso.  —replicó Maryland con dureza. —Por lo menos esa mujer reconoció que tu nunca fuiste su rival.

            —Despues de tantos malos momentos. —respondió Magdalena. —Me ridiculizaron hasta más no poder,  no se que voy a hacer con esta fortuna inesperada.

            —Tenemos que manejar esto con cautela.  Recuerda que Liliana Cotes y su marido están vivos todavía.  Y aunque Franco no este interesado en saber que fue de ti, Liliana sí. 

            —Lo sé, mamá. —se incorporó. El fuerte dolor de cabeza se iba disipando debido al medicamento —No puedo hacerles creer que estoy muerta, por que Franco me vio el mismo día que murió Miodrag, cuando pasamos por su barriada. Y ella también me vio, sabe lo de Miodrag. 

            —Lo que no saben, ni deben saber es que heredaste cien millones de dólares, una empresa y que ahora estas a su misma altura.  —señaló —Con gente tan retorcida como esa, es mejor tomar precauciones.

LA EMPERATRIZ DE NUEVA YORKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora