Capítulo 1. El proyecto de Helena.

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El ritmo frenético de la discográfica chocaba con la lentitud con la que se movía Helena.

Hacía semanas que su cabecita estaba planeando algo, pero todavía no se lo había contado a nadie. Ni tan siquiera a su mejor amiga Lola.

No dejaba de hacer números, plánings, escribir y escribir anotaciones en pequeños papeles que iba enganchando en una libreta negra llena de dibujos y garabatos.

Era uno de sus tesoros que guardaba en el despacho y que no dejaba que nadie viera.

Helena estaba pendiente de un ascenso, pero no tenía ningunas ganas de pensar en ello. En su mente solo había cabida para su proyecto personal.

Una noche, mientras dormía se enfrascó en un viaje al pasado, cuando se dedicaba a escribir colaboraciones en fanzines y revistas de poco renombre, y revivió lo feliz que se sentía en esa época. Vivía rodeada de gente que rebosaba conocimientos y el ambiente creativo oscuro la envolvía todas las horas del día.

Cuando despertó, se dio cuenta de que lo que tenía que hacer era recuperar aquel proyecto de juventud que una vez tuvo la oportunidad de hacer y dejó pasar.

Tenía una novela escrita, una novela a la que había dedicado muchísimas horas y de la que estaba muy orgullosa. Esa novela era un pedazo de ella y siempre había querido llevarla a la pantalla. En realidad le daba lo mismo si era un cortometraje, una película, un documental... Lo que ella quería era plasmar lo que en aquellas páginas se narraba.

Era una historia que hablaba de mujeres, de una saga familiar que escondía secretos, llena de odio y personajes fantásticos.

Sin saber cómo, una tarde mientras tomaba café con una amiga, hablaban de lo bien que había salido un evento que Helena había organizado en honor a una mítica sala barcelonesa a la que acudían todos aquellos fieles de la cultura siniestra.

Y entre recuerdo y recuerdo, Marina le mencionó que conocía un productor algo excéntrico que igual podría estar interesado en producir su proyecto. Helena estalló de emoción y enseguida le pidió los datos para poder ponerse en contacto con él.

Al día siguiente elaboró un plan de trabajo y se lo mandó por email. A las pocas horas recibió contestación y cerraron una cita para esa misma semana.

No se lo podía creer, no podía creer que algo que era tan suyo hubiera gustado y lo hubiera hecho de tal manera que quisieran al menos escuchar sus ideas.

Y así fue como Helena quedó con Gabriel un martes por la tarde en el centro de la ciudad.

Como siempre, a Helena le gustaba llegar puntual a sus citas, y más cuando se trataba de algo de trabajo tan importante como este. Había preparado dos dossiers con una presentación de proyecto, una copia de su novela y una propuesta de guion.

Se había puesto uno de sus trajes favoritos con una falda de tubo que le llegaba por debajo de las rodillas, iba de negro riguroso y calzaba unos fabulosos zapatos de tacón terminados en punta también de color negro. Llevaba el pelo recogido en una coleta alta y se había puesto unos pendientes y un colgante de plata que resaltaban el conjunto.

Caminaba con paso decidido hasta llegar a la cafetería donde habían quedado. Como faltaban unos minutos todavía, decidió fumarse un cigarrillo mientras repasaba el plan del proyecto que iban a tratar y al poco tiempo llegó Gabriel.

Gabriel era un hombre de mediana edad con el pelo engominado hacia detrás y una perilla que le daba un aspecto algo demoníaco. Vestía con un impecable traje de color negro y un abrigo largo de color crema. Era más bajito que Helena y su aspecto regordete le daba un toque pintoresco, aunque su mirada y sus gestos fueran algo distantes y gélidos.

LA HISTORIA DE HELENAWhere stories live. Discover now