Prólogo

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Caía la noche en otro sábado más de octubre. Los días se sucedían con gran desánimo en esa monotonía pausada que se había apoderado de la vida de Helena.

Hacía meses que se dedicaba a ir del trabajo a casa y de casa al trabajo sin dejar un hueco al ocio nocturno al que estaba acostumbrada.

En la discográfica todo era demasiado normal, demasiado aburrido, demasiado hastiado y lo mismo tenía que trabajar con alguna niña mona que no sabía cantar, como con algún grupo descafeinado que se limitaba a seguir los parámetros que les mandaban los productores.

Como todos los días, llegada la media noche, Helena se sentaba en su bonito sofá de piel, copa de vino en mano, y se ponía a visionar alguna de sus películas favoritas desde su adolescencia. Sus gustos no habían variado mucho desde entonces, y aunque una parte de su trabajo fuera descubrir nuevos talentos y estar al tanto de las nuevas modas, ella seguía pensando que los tiempos de antaño fueron mucho mejores.

Y a la vista estaba, pues todavía no había encontrado a nadie con el que disfrutar una sesión de grabación en el estudio.

Había decidido ver por millonésima vez Jóvenes Ocultos. No sabía qué tenía esa brillante película de los 80, pero cada vez que la veía era como si fuera la primera vez.

Empezaron a sonar los primeros acordes del "Cry Little Sister" y Helena se acomodó en su sofà, se tapó con la manta y se dejó llevar.





Por fin había llegado una de sus noches favoritas, la noche de Halloween. Y como venía sucediendo los últimos años, tenía que acudir a los eventos que organizaban los promotores de su trabajo.

Normalmente echaba de menos las fiestas a las que acudía años atrás, pero este año, estaba especialmente emocionada, ya que en ese evento iban a estar algunas de las personas que habían formado parte de su vida desde su adolescencia.

Uno de los dj's invitado resultaba ser una especie de amor platónico que siempre se cruzaba en su vida, y que casi nunca intercambiaban nada más allá de un saludo cordial, como suele hacerse en estos casos.

Helena estrenaba un vestido fabuloso, era de color negro recubierto de encaje negro, largo y ajustado hasta los pies. Le encantaban esos vestidos y adoraba lucirlos en público para marcar una especie de identidad.

En la barra corría el alcohol a mansalva y la gente que se concentraba en los alrededores hablaba alocadamente en sonrisas y palmaditas en la espalda.

Mientras el Heroes de David Bowie los abrazaba y hacía danzar al unísono, como himno que era, Helena intentaba abrirse paso entre la multitud para poder acceder al privado donde la esperaban.

-Vaya, por fin has llegado!.-le dijo Lola emocionada en verla

Lola era una amiga de Helena desde hacía ya un tiempo, con la que compartía muchas cosas a parte del trabajo. Y aunque Lola era unos años mayor que ella, habían encajado a la perfección.

Las unía un gran historial lúdico festivo que aderezaban con alguna sustancia que las ayudaba a sobrellevar las penas, que también afloraban de vez en cuando.

Sin darse cuenta, y mientras bailaban al son de la música, alguien rozó el hombro de Helena. Medio asustada, se dio la vuelta y se topó con Brian.

-Ostras!! Me has asustado.-dijo Helena sobresaltada al ver a su amor platónico.

Brian y Helena habían cruzado sus caminos cientos de veces, pero jamás de los jamases había pasado nada entre ellos. Aunque Helena, guardaba en el fondo de sus pensamientos un encuentro de esos que pueden llegar a ser apoteósicos. Brian le ofreció una copa y se fueron juntos hacia la barra.

Tras intercambiar unas palabras con poca importancia, Brian agarró a Helena por la cintura y juntos caminaron hacia la pista de baile donde se pusieron a bailar.

Mientras estaban embelesados el uno con el otro, la fiesta transcurría como lo hacía normalmente. Grupos de gente hablando los unos con los otros comentando cosas de trabajo, los acompañantes aburridos ahogaban las horas con alcohol del caro y en los baños se acumulaban colas de gente para consumir alguna que otra droga sin tener el más mínimo reparo.

Brian se había llevado a Helena al backstage donde se había encontrado con algún conocido más de la noche Barcelonesa.

Helena se sentía poderosa. Le encantaba estar en los backstages sabiendo que gracias a ella, muchos de los que estaban allí adentro se habían hecho famosos. Y que gracias a ella también, habían escalado peldaños en esa escalera cruel y poco desagradecida que era la fama.

El backstage de la sala era fabuloso. Habían diversos sofás de color crema muy cómodos que ayudaban a los allí presentes acomodarse un poco y descansar. Una nevera enorme llena de bebidas y una mesa a rebosar de canapés.

Brian no se despegaba de Helena y la gente les miraba con atención. Sabían que ambos se conocían, pero no los habían relacionado nunca en ese sentido. Y es que Helena, cuando quería, sabía guardar muy bien las distancias.

Y tras un poco de tonteo entre sonrisas ebrias, Brian se acercó a Helena y rozó sus labios. Se miraron unos segundos y terminaron fundiéndose en un beso infinito.

Salieron de la sala ya de madrugada y se metieron en un taxi que los llevó a casa de Brian.

LA HISTORIA DE HELENADonde viven las historias. Descúbrelo ahora