IX

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¿Helado de chocolate está bien?

Como quieras, no me importa. Contestó indiferente y se fue a sentar.

Soo Young suspiró. ¿Hasta cuándo mantendría tal actitud? Estuvo mal que lo sacara de la escuela a propósito, por supuesto, pero ella sentía que él no deseaba estar más en aquel lugar y hasta parecía, que se escaparía en cualquier momento. ¿Pero... por qué? Esa era la pregunta que siempre rondaba por su cabeza.

Una vez terminó de pagar, se dirigió a la mesa en la que Jay se había sentado con anterioridad. Le tendió su helado con una media sonrisa y el rubio lo tomó molesto, ignorando a la chica. Formándose un silencio incómodo, Soo Young se dispuso a concentrarse en su helado, pensando que decirle para sacarle tema de conversación. Desde luego no le podía preguntar que le sucedía, no era el momento aunque ella por dentro se moría por preguntarle aquello.

La chica giró su cabeza hasta toparse con el ventanal que daba vista a la calle, haber si encontraba algo interesante. Hasta que sus ojos se abrieron en su máximo esplendor mientras un grito de emoción se escuchó por el lugar. Jay la miró algo extrañado.

"¿Y ahora a este bicho raro qué le picó?"

¡Jay! ¡Vamos al salón de juegos! Gritó entusiasmada.

¿Qué dijiste? Rió sarcásticamente. Primero me sacas de la escuela, luego me traes a la helader-

¡Sólo sígueme, gruñón! Y tomando su mano, lo volvió a jalar hacia el salón de juegos.

Una vez entraron al establecimiento, Soo Young se transformó en un niña pequeña. Por alguna extraña razón que Jay desconocía, ella como sea quería jugar en todos los juegos del lugar. No tenía nada mejor que hacer, total, ya no podían regresar a la escuela y era muy temprano para aparecer en su casa, así que obedeció a lo que ella le dijo.

Primero fueron a la máquina de baile, allí se podía jugar en parejas así que era perfecto. Soo Young pasó la tarjeta y la máquina se prendió.

¿Alguna canción en particular? Preguntó sin mirarlo.

Escoge tú, se nota que estás más emocionada. Respondió.

La coreana sonrió y asintió. Tú lo dijiste, ¿de acuerdo? Lo volteó a ver con algo de superioridad.

Jay no tuvo opción a preguntarle de qué hablaba dado que el juego acababa de empezar. Miraba la pantalla y a la vez las flechas en la plataforma listo para comenzar, pero a su lado era otra la historia. La coreana sin necesidad de ver la pantalla, pisaba las flechas en el suelo con total facilidad que parecía que estuviera bailando de verdad.

El rubio no podía concentrarse debido a la velocidad en la que se movía la coreana, provocando un poco de ruido cada vez al pisar. Unos cuantos jóvenes se acercaron hasta aquel juego para ver maravillados a la chica, era muy buena sin lugar a dudas. La canción terminó y con este Soo Young se detuvo, su expresión demostraba felicidad pura.

¿Jay? ¿Estabas aquí también? No lo noté.

Lo había dicho para provocarlo, pero pensó que quizás se había pasado de la raya y que en cualquier momento el estadounidense se marcharía, pero todo lo contrario. Observó como él se quitó su saco del uniforme a la vez que se soltaba un poco la camisa para mayor comodidad al bailar, ella sonrió, el chico iba en serio.

Es la última vez que me ganas, ¿ok? Se quitó por último su corbata y la dejó a un lado, con su saco. Escoge la canción, bicho raro. Y se puso en posición.

Soo Young evitaba sonreír demasiado para que Jay no notara su emoción, al parecer pasarían un buen rato en el establecimiento. Una vez acabaron en el máquina de baile, después de 5 rondas por supuesto, buscaron el juego siguiente. Siempre un grupo de curiosos los seguían al juego siguiente y al siguiente, ya que una pequeña rivalidad no declarada permanecía en aquella atípica pareja. Jay gritando cada vez que perdía o ganaba y Soo Young simplemente diciendo que se callara y que no la desconcentrara. Y como habían pensado, terminaron por jugar todos los juegos de aquel lugar.

Jay se estaba poniendo de nuevo la corbata y su saco mientras veía a la chica en el mostrador del establecimiento mientras hablaba con la trabajadora, y sonrió un poco. La coreana se acercó a él y le dijo que les faltaba una cosa más por hacer y juntos se dirigieron fuera del salón de juegos junto a la trabajadora. Pero los ojos del chico brillaron a más no poder.

¿Pororo...? Extrañado, preguntó. Un gran muñeco estaba en la puerta esperándolos, haciendo movimientos gentiles y tiernos.

No quería decírtelo. Soo Young se acercó hasta el chico. Pero antes había visto un cartel que si jugábamos todos los juegos del salón, ¡tendríamos una foto junto a Pororo! Saltó emocionada. ¿Es tu muñeco favorito, verdad? ¡Ven, vamos!

Se posicionaron cada uno al lado del gran muñeco y se tomaron la foto correspondiente. Juntos recibieron regalos por parte de Pororo que consistía en algunos dulces junto a una versión pequeña del popular pingüino, un peluche, mejor dicho.

Jay lo abrazó por última vez muy emocionado y junto a la chica, regresaron a casa.

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Colors for you | Park JayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora