Gabriel

12 1 0
                                    

Le decían Gabo y me enojaba que deshonraran el apodo de Gabriel García Márquez. Era el cliché más grande del mundo, el tipo bonito que se follaba a todas.

Gabriel se había follado a todas las niñas del pueblito donde vivía. Ellas sabían que no las iba a llamar a menos que quisiera follar pero igual le contestaban las llamadas, lo invitaban a su casa y él desaparecía . Pero siempre volvía sus ojos al loquero, se follaba también a las "residentes" del edificio y parecía que no le bastaría con follarse a cada mujer habida y por haber. Se creía tan perfecto, tan infalible, como si su ilógica lógica fuera la realidad que guíaba al mundo. Había hasta perdido el hábito de mentir para follar, simplemente sonreía con esa sonrisa muy suya y dejaba que las niñas se perdieran en sus hoyuelos y cuando se daban cuenta, el tenía sus labios en su cuello. No me lo follé. Puedo decir que lo desprecié con ganas.  No entendí jamás como alguien podía sentirse cómoda con él mirándole las tetas. 

No entendía por que me asqueaba de esa manera, pero luego lo entendí. No, ni siquiera lo entendí, mi psiquiatra tuvo que explicármelo. Alguien que follaba de esa manera no me asqueaba, me aterraba.  Recordaba cuando me habían usado, así como el usaba a todas las chicas que la hacían caso. Me proyectaba en ellas y sentía repulsión pero más que todo miedo. No entendía como alguien podía querer menos de lo que Mati y yo tuvimos sin sentirse insegura, sin creer que iba a salir lastimada. Aún cuando estaba con Mati que me trataba con una suavidad increíble, tenía miedo. Al parecer eso era algo más que siempre iba a controlar mi vida. 

Un día le espeté en la cara que era casi tan patético como yo, que hacía lo que hacía para no notar el vacío que tenía dentro. Entonces vi que era solo un niño que necesitaba atención, podía rechazar el amor que se le ofrecía todo lo que quisiera, pero si no se lo hubiesen ofrecido, le habría hecho falta. Lo único que compartíamos era el rechazo total a mirar dentro de nosotros mismos y una lástima mutua. Me trajo cartas de Mati, que terminaron de romper una parte de mí. 

Las margaritas que florecen en el infiernoOnde histórias criam vida. Descubra agora