Desde el lago (Capítulo 2)

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Así que fue pasando el tiempo. Acabamos la secundaria y empezamos el bachiller. Y, antes de darnos cuenta, estábamos ya en nuestro último año de instituto. Habían pasado unos cinco años y medio desde el día en que Remy me había salvado en el lago, y yo seguía, para mi completa desgracia, tan enamorado de ella como el primer día.

Y eso se convirtió en algo todavía más problemático el día en que Remy me dijo aquello.

- ¿Sabes, Sam? He estado pensando en eso del baile de fin de curso, y tal...

- ¿Sí?

- Y me gustaría pedírselo... a Riley Spencer.

- ¿En serio? Vaya, que bien. Aunque la verdad, no creo que yo vaya a ir.

- ¿Por qué no?

- Porque son las chicas las que se lo piden a los chicos, y mi popularidad entre el género femenino no va muy allá.

- Pues yo no estaría tan segura, de hecho... Creo que le gustas a esa tal Rachel-dijo, sonriendo-.

- Ya, claro.

- ¡No, en serio! He oído por ahí que tal vez vaya a pedírtelo.

- La verdad es que estaría guay, es una chica muy maja. Además, tampoco era plan de volver a ir tu yo juntos, en plan de amigos y eso.

Me pareció que Remy no había ni tan siquiera escuchado esa última frase, pues estaba demasiado absorta viendo como Riley pasaba por nuestro lado.

- Por cierto, Sam-me habló Remy, volviendo a percatarse de mi presencia-. ¿Qué tal si quedamos el viernes, en mi casa? Podríamos ver algún vestido para mí y buscarte algún traje.

- Si te refieres a uno que no me haga quedar como un completo idiota, me apunto.

Remy rió. 

Y encima aquello. Ahora tendría que ayudar a mi mejor amiga, de la que llevaba enamorado años sin que hubiese sospechado absolutamente nada, a ligar con otro tío. Que vivan los pagafantas.   Así que el viernes por la noche Remy y yo quedamos en su casa para ver cómo iríamos vestidos para el baile. Quería que le aconsejara qué vestido ponerse ya que, al ser yo un tío, sabía lo que les gustaba a los otros tíos. Y en especial a Riley.

- ¿Crees que estaré guapa con esto?-dijo, mostrándome un vestido rojo, tras lo cual rebuscó en su armario, cogió un vestido azul claro y volvió a dirigirse a mí-. ¿O mejor este?

Estábamos en su habitación, yo sentado en su cama y ella esperando ansiosa mi respuesta. 

- La verdad es que...

No sabía qué decir. La verdad es que, en mi opinión hubiera estado guapa hasta de zombi aliñada con estiércol. Pero haber dicho eso en voz alta no habría sido demasiado adecuado, así que me limité a decir:

- Yo creo... La verdad es que no sé. Los dos te van bastante bien.

Remy me mostró ambos vestidos de nuevo, como forzándome a decidir.

- Aunque yo diría que te pega más el azul. Va más contigo.

- Muy bien, pues veamos cómo me queda.

Dicho esto, se cambió delante de una de esas cortinas que hay exclusivamente para eso.

- ¿Sabes, Sam?

- ¿Sí?

- Creo que de verdad le gustas a esa Rachel. ¿Por qué no le insinúas que te pida ir al baile con ella?

- No sé, es que no... No sé si me atrevo-dije, desganado-.Y mucho menos trajeado. A saber cómo me queda.

- Oh, venga ya. En cuanto acabe de cambiarme te busco un traje de mi padre, y ya verás como seguro que te queda bien.

- No sé yo...

- ¿Qué tal estoy?

Cuando vi a Remy con aquel vestido azul, y aquellos preciosos ojos mirándome y sonriéndome, me pareció estar, sin duda, ante lo más bello que había visto en toda mi vida.

- Estás..., estás..

- ¿Si?

- Simplemente preciosa.

- Vaya, muchas gracias-dijo, sin duda agradecida-. Vayamos a ahora a por lo tuyo. Creo que tengo uno de esos trajes guardados por aquí...-dijo mientras rebuscaba en su armario-. Ah, sí, aquí está.

- ¿Estás segura de que...?

- Calla y pruébatelo.

- Vale, vale.

Fui detrás de la cortina y me puse el traje, con corbata y todo incluida. Cuando salí, Remy me dijo:

- Vaya, parece que ha escogido usted la mejor opción, señor Sturman. Pero algo falla.

Acto seguido, se dirigió a mí y me cogió la corbata, ajustándola bien, de lo cual yo no tenía ni idea. 

- Así está. Ahora sí que estás de lo más guapo.

- ¿Tú crees? -dije, con un atisbo de esperanza-.

- Claro, seguro que a Rachel le encantará.

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