Mono se mordió el labio impaciente. Mirando las televisiones en busca de cualquier señal que indicara la ubicación de Six, la señal es rápida, abarcaba mucho territorio ¡nada escapaba a ella! Pero los minutos pasaban, y Mono se sentía crispado al ver que no estaba obteniendo los resultados deseados.

Golpeó el suelo con el pie a modo de berrinche, totalmente frustrado mientras que poco a poco la masa de carne volvía a aparecer entre las paredes de la habitación, habiendo fracasado en su misión de encontrar el objetivo de su amo. Mono se frotó la cara con sus manos, ahogando en sus palmas un grito de irritada frustración.

Pero al final, todo lo que quedó fue un largo y cansado suspiro.

-¿Dónde te has metido, Six...?

La estática a su alrededor se alteró en respuesta a sus emociones, siempre le pasaba cuando estaba experimentando una emoción especialmente fuerte, y la búsqueda infructuosa de Six solo hacían que Mono viviera constantemente en una vorágine de emociones fuertes. Cada vez llevaba peor aquella interminable búsqueda con tan pocos resultados, preguntándose todo el tiempo dónde narices se había metido esa chiquilla o cómo era posible que el Gran Ojo no haya sido capaz de localizarla con todo el alcance que tiene.

¡Six no podía haber desaparecido de la faz de la tierra!

¡No podía haberse alejado tanto del alcance de la Torre! ¡Era imposible!

La Torre era el epicentro de todo el mal que azotaba el mundo, pero Mono, aunque le retorciera las tripas admitirlo, también se había convertido en el lugar más seguro que existía. Y él ahora era parte de la Torre, su vínculo con el resto de la humanidad, el que permite seguir perpetuando su reinado de terror a cambio de tener la vida segura y cómoda que tanto había buscado.

La Torre, para bien o para mal, se había convertido en su hogar permanente y a Mono no le había quedado más opción que aceptarlo y aprovecharlo tanto como le era posible.

Sin embargo, anhelaba compartir todo aquello con la persona con la que estuvo viajando por Ciudad Pálida, lo anhelaba más que a nada.

Pero ella no estaba ahí, estaba ahí fuera, sola. Sin él.

Mono se encogió en el sitio solo ante el pensamiento de imaginarla sola en el mundo, su instinto protector se revelaba ante esto, Six siempre había sido muy independiente pero Mono no podía evitar estar constantemente temiendo por ella; Six no tenía poderes, no tenía ninguna habilidad especial, era solo una niña cuya supervivencia dependía de su inteligencia y de tener un cuerpo sano que la ayude a correr, esquivar y esconderse ¡ni siquiera tenía la fuerza suficiente en sus brazos como para alzar una barra de metal, una tubería o algo que le sirviera como arma! Por algo siempre era Mono el que guiaba el camino, el que siempre tenía que estar golpeando a los enemigos con armas improvisadas, el que echaba abajo las puertas y el que destruía los obstáculos que se interponían en su camino. Siempre el que intentaba hacer el recorrido lo más seguro para ella. El objetivo era salir de Ciudad Pálida y entonces buscar un sitio para tener un hogar donde crecer a salvo.

Mono ahora lo tenía, pero no estaba Six para disfrutarlo a su lado ni acompañarlo.

El precio por tener todo aquello era alto, lo sabía, y a veces Mono se cuestionaba si valía la pena, pero las otras opciones no eran las mejores, al menos, no para él. Alimentaba a la Torre de Señales absorbiendo la energía vital de los Espectadores; en principio, la tarea que se le obligó hacer para continuar vivo y tener algo parecido a un hogar no era lo más complicado, tenía sus poderes en pleno apogeo y totalmente bajo control, y le tenía el suficiente odio a los Espectadores como para cumplir con su parte del trato con gusto.

Hope (Mono x Six)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora