6. Incursión deliberada

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La noche cae a las 20:35. La vieja Chevrolet, con las latas agujereadas y con los vidrios reventados, se mueve por pasajes y calles estrechas evitando las avenidas concurridas. De todas formas, no son pocos los ojos que los ven pasar en ese desastre con ruedas.

-Necesitamos otro cacharro, Bicho. La Picky no nos aguanta una balacera más -comenta irónicamente Ramiro, esta vez, con un cigarrillo más convencional entre los dedos, atento al camino y a las miradas. No obtiene ningún comentario de vuelta.

-Supongo que la chica te dio sus llaves -comenta una vez más.

-Sí, aquí las tengo -Vicente las hace sonar en su mano.

-Bien. Ufff... Eso ya nos ahorra un montón de problemas -comenta el conductor de la Chevrolet, evidenciando la presencia de cierto estupefaciente en su sangre.

-¿Qué cosas tienes que llevarle a tu doncella? -vuelve a insistir con palabras más propias de los pensamientos de su baterista flechado y poseído de amor.

Vicente mira la hoja aprovechando las luces de las calles cuando se cuelan dentro de la Chevrolet. En ella hay dibujos, flechas e indicaciones de cada cosa. Con ello, Vicente no olvidará nada y sin que Sofía sospechara, le permitirá entrar y salir en cuestión de minutos de esa casa.

-Ropa, su laptop, algunas cosas de su tocador, libros del instituto, eso más que nada -Vicente omite algo de la lista para no tener que entrar en detalles-. Esto es lo que haremos: me dejas frente a la casa, entro, subo por las cosas y salgo. No me tomará más de diez minutos. Tú me esperas con el motor andando, ¿vale?

La risa condescendiente de su hermano mayor no se hace esperar.

-¿En serio crees que vine a hacer de tu jodido chofer? Olvídate de esa estupidez. No entrarás a esa casa sin mí, solo para que un hijo de perra te vuele la cabeza de un escopetazo.

Mirando a Ramiro, Vicente trata de rebatirle pero la imagen que acaba de dibujarle en su mente, lo pone nervioso de repente.

-No le diste muchas vueltas a esto ¿verdad? -deduce Ramiro por el raro silencio de su muy impertinente hermano chico.

Medita un momento y dictamina el improvisado plan que venía gestándose en su cabeza:

-Te diré lo que haremos: entraré yo primero, veré que sea seguro. Te hago una señal, entras y vas por las cosas. Usaremos los teléfonos para alumbrar y no meteremos ninguna clase de ruido. No vamos a morir por unas cuantas mierdas.

-De acuerdo -responde Vicente, sintiendo una roca en su estómago.

El impulso de cumplirle a Sofía es el motor que lo trae a esta empresa, no obstante, el riesgo en su mente era mínimo, existía en un plano muy secundario, hasta que Ramiro lo aterrizó. Ahora necesita un momento para volver a armarse de valor y tragarse los miedos y las náuseas que le provocan sus dantescos recuerdos de aquella noche.

Un minuto después, Ramiro le da un vistazo a su hermano.

-Hey, Bicho. Mírame. A la primera señal de peligro, nos largamos. Ella puede sobrevivir sin esas cosas -declara con una voz conciliadora. La palidez de Vicente es notable aun con esas luces amarillas del camino.

Vicente sigue perdido en sus pensamientos. Lo sacude un poco.

-¡Bicho! Oye. ¿Me oíste?

La mirada de su hermanito cobra el brillo de una mente presente.

-Sí. Y Lo sé. Pero si puedo hacerle la vida más fácil a Sofía, aunque sea un poco, haré lo que tenga que hacer -responde con una convicción mas apta para el momento.

Lujuriosos Píxeles de MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora