Cinco

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Se encontraba tirada en la cama, cavilando sobre todo lo que estaba viviendo últimamente, los problemas entre sus padres de los que no había tenido conocimiento pero que los había llevado a la separación, aquella montaña rusa de emociones que la estaba volviendo loca y su relación con Mario, la cual, en los últimos días, parecía estar yéndose al garete.

No había querido cenar pues no quería pasar tiempo con sus progenitores. Estaba mejor en la soledad de su habitación.

Lo de irse con su abuela, desde luego, se negaba a admitirlo entre las opciones que tenía, pues eso implicaba empezar de cero por completo y, con el tiempo, volverlo a hacer cuando tuviese que regresar. De eso nada, ni hablar; antes se montaba a lomos de su ya recurrente unicornio volador imaginario que irse a la otra punta del país así sin más.

Le quedaban ellos, aquel hombre y aquella mujer que le habían dado la vida y la habían educado y criado hasta aquel momento en que anunciaron la división de su familia, la cual había creído siempre casi perfecta, pues estaban en una sintonía maravillosa entre ellos. Pero ya no, aquello había acabado.

Su padre, o su madre. Él, o ella. No había más opciones.

Hizo mentalmente la lista de pros y contras, pero era prácticamente igual en ambos casos. Volvió a leer la respuesta de Ona y reflexionó unos minutos más antes de salir de la seguridad de su dormitorio y plantarse ante ellos con expresión seria y la determinación dominándola irremediablemente.

— Está bien, ya tengo vuestra respuesta —anunció—. Pero hay condiciones.

— ¿Qué condiciones? —Quiso saber el hombre, que fue el primero en reaccionar.

— Primero, vais a respetar por completo mi decisión. No se vale eso de hacerme elegir y luego hacer lo que os dé la gana —bien, había dicho la primera, poco a poco se sentía más segura—. Segundo, quiero mantener la relación con ambos, por igual, sin que me metáis en vuestras movidas de adultos. Tercero, y no menos importante, nada de hacerme chantaje emocional nunca, jamás, ninguno de los dos. Yo tampoco lo haré con vosotros.

Ambos adultos se miraron en silencio y la mujer se encogió de hombros con cierta desgana, mientras él regresó su mirad a su hija y sonrió con cierto orgullo.

— Bien, creo que es todo aceptable y respetable, así que de acuerdo. Ahora, ¿tu elección?

— Me quedaré con quien se quede en esta casa —dijo con rapidez, antes de que su valor se fuese al garete—. Me da igual cuál de vosotros sea, porque pienso seguir viéndoos a ambos, pero no estoy dispuesta a que me saquéis de mi casa, donde he vivido siempre. Tampoco voy a cambiar de instituto, ni mucho menos vuestra separación va a cambiar mi vida. Me niego a eso. Así que me quedaré a vivir aquí, seguiré con mi vida como hasta ahora, con la salvedad de que no viviré con ambos —los señaló—, pero nada más aparte de eso puede cambiar. ¡No sería justo para mí que por cosas vuestras yo tuviese que cambiarlo todo!

— Lo comprendo —dijo el hombre. Su mujer gruño en desacuerdo y él siguió hablando—. Yo me iré, no puedo seguir en esta casa... Así que te quedarás con tu madre aquí, pero como dices, nos veremos de seguido, cielo.

— ¿Por qué estáis decidiendo por mí? —Cuestionó la mujer con indignación.

— ¿No era eso lo que querías? —Replicó él—. Querías que los demás tomasen las decisiones, ¿no? Pues entonces no puedes quejarte.

— Pero...

— Nada de peros —la cortó—. Ya has hecho suficiente, ¿no crees?

Sonia no comprendió a qué se refería él con aquella última sentencia, pero no le dio más importancia de la que tenía para ella en aquellos instantes. Lo importante, era que había dejado claro lo que quería, aunque le faltaba algo que añadir.

— Mamá —la llamó—, me habéis cargado a mí con el peso de una decisión que no me correspondía porque bien dijiste que era vuestra relación, así que me parece fatal que pretendas quejarte de nada ahora. Si no quieres quedarte, tienes un problema, porque habéis aceptado respetar mi decisión y yo decido no moverme de esta casa. Es mi casa.

Tras aquello, se despidió de ambos y regresó a su cuarto, donde tomó su teléfono y buscó el contacto de su novio en la aplicación de mensajería que utilizaban habitualmente. Ahora que ya había dado la dichosa respuesta, se sentía preparada para contárselo a él.

<<Hola, amor. Tengo algo que decirte. ¿Estás despierto?>>, tecleó. No demoró en recibir respuesta, animándola a decir lo que fuese, comenzando así una conversación.

— Discúlpame por lo insoportable que he estado últimamente —escribió ella.

— Más bien distante —corrigió él.

— También... Bueno, lo siento.

— Tranquila. Supongo que todos tenemos temporadas en que estamos más bajos de ánimo.

— Probablemente.

— ¿Estás mejor?

— Eso creo...

— Me alegro, no me gustas tanto cuando andas depre —bromeó él.

— ¡Ah! Así que al señorito no le gusto depre, ¿eh? Vaya, vaya...

— Sabes que me gustas siempre. ¿Quieres contarme qué te pasaba?

— Es complicado.

— Todo lo es.

— Mis padres se separan.

— ¡Joder! Eso no me lo esperaba.

— Ni yo.

— Imagino... ¿Seguro que estás bien?

— Sí, amor. Ahora estoy bien.

Y era cierto, se sentía mucho más relajada, calmada incluso. Se sorprendió a sí misma cuando se dio cuenta de ello.

— Supongo que lo que necesitaba era sacarlo.

— Pues hazlo, saca todo. Yo estoy aquí, nena. Si tienes que llorar, llora. Si quieres dormir, duerme. Si quieres verme, simplemente dímelo y ahí estaré.

— No podrás venir, es tarde y tus padres no te van a dejar.

— Me escapo por la ventana si hace falta.

— Vives en un cuarto piso —recalcó ella—, no quiero que te mates en el intento, así que quédate ahí.

— Está bien, nena. Pero si me necesitas, sabes que estoy aquí.

— ¿Dónde?

— A tu lado, estés donde estés.

Sonia sintió que todo su ser temblaba al leer sus palabras, cerró los ojos con fuerza y suspiró dejando que el alivio la embargase. Presionó el botón correspondiente para enviar un mensaje de voz, el cual fue breve y conciso. Solamente dos palabras: te quiero.

Inmediatamente tras eso, rompió a llorar. Fue inevitable, se sentía desgarrada pero, al mismo tiempo, realmente aliviada. Le resultó curioso lo distinto que era un sentir del otro, y lo bien que combinaban en aquel llanto del que era presa, el cual dejó salir libremente importándole poco molestar a alguien. Necesitaba sacar lo que sentía, y aquel estaba siendo el mejor modo pues, poco a poco, notaba que se encontraba mejor, a pesar de seguir llorando y con el pecho dolorido, como si le estrujasen el corazón en un puño invisible.

✔️A tu lado [#LCDO3] Where stories live. Discover now