Capítulo 1

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Una nueva mañana se veía desde el hermoso reino de Karasuno

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Una nueva mañana se veía desde el hermoso reino de Karasuno.

El rey, Yoshio Kageyama, se preparaba para un nuevo día en el que tendría que gobernar su amado reino. Su traje, su peinado y su semblante estaban perfectamente cuidados, y estos le otorgan una gran presencia.

Finalmente, salía de su habitación con dirección a la sala del trono, pero su destino principal era la habitación de su hijo.

Golpeó tres veces. Silencio total.

-¡Tobio! -llamó el gobernante con una pizca de esperanza con que este contestara a su llamado.

Su paciencia no era tan buena.

Entró con prisa, encontrando lo que menos quería ver.

La habitación sumida en la gran soledad.

—¡Sugawara! —desde la habitación, con una gran ira, llamó al consejero real.

—Su majestad, a sus órdenes —con algo de cansancio, respondió al llamado de su rey.

—¡¿Dónde está Tobio?!

Sugawara quedó en blanco, al parecer Tobio había escapado nuevamente. Temía dar su respuesta, apreciaba su vida.

—Lo siento su majestad, no tengo idea de su paradero —contestó lo más calmo posible.

Mantuvo su mirada baja, le convenía.

Mientras tanto, el rey ardía en ira como todos los días. No sabía la motivación de Tobio para escaparse. Ya llevaba meses así, por lo que ahora había tomado una decisión para resolver ese problema.

—Koshi —dijo el rey —. Trae a Tobio de vuelta.

Sugawara sabía que esa no era más que una orden, así que, como si fuera un rayo, salió de la habitación recorriendo los largos pasillos que lo constituían.

Kageyama Tobio no tenía una mala vida en cuanto a dinero. Pero el dinero no era suficiente para desaparecer los dolores de su alma.

...

Cinco meses antes.

Era una mañana tranquila, los habitantes de la capital del reino Karasuno abrían sus diferentes puntos de venta para conseguir el pan de cada día. Panes, telas, frutas, verduras, pequeñas máquinas, entre muchas otras. Cosas que Tobio miraba embelesado por las calles, ya que nunca había visto tantas cosas juntas en su corta vida.

Siempre tuvo comodidades, pero nunca tuvo la oportunidad de explorar su alrededor.

Amaba su pueblo, amaba su reino, desde ahí comprendió la insistencia de su padre de gobernar tan hermoso y vasto territorio.

Tres horas después de su largo recorrido por el pueblo, logró ver cinco guardias custodiando esa calle.

¿Guardias? ¿Qué habrá pasado? Normalmente no pasan por aquí —dijo una mujer con una canasta en sus manos.

Mi Amado Rey | KageHinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora