003

235 56 0
                                    

No funcionó.

El maldito idiota preocupado y tan dulce como siempre, no entendía el comportamiento raro de su novio esos los últimos días, por lo que en vez de procesar y aceptar que le había terminado de la nada; decidió buscar una solución, porque él no se rendiría tan fácil, él iba a luchar por lo que amaba.

Así que, de todas las calles de Seúl, escogió aquella misma.

Esa maldita y estúpida calle que el pelinegro aborrecía.

Escogió esa calle para comprar un juego de anillos de plata.

No sabía de qué debía disculparse, o porqué. Pero iba a hacerlo de todas formas si eso significaba no perderlo. Porque lo amaba más que a nada en el mundo.

Aquella segunda vez, en que las cosas se repitieran como la dolorosa primera, ya no fue culpa del pelinegro.

Era destino.

Él debía estar ahí en ese momento preciso. Porque el asqueroso universo así lo quería.

Que escogiera ese lugar por su cuenta, no era una coincidencia. Y eso él lo sabía.

Él no lo había citado esta vez porque estaba asustado por las amenazas de esas raras notas. Prefería tenerlo a salvo, pero lejos, que simplemente no tenerlo.

"Voy a matarlo" "Debes terminarle hoy".

Tal vez fue demasiado, pero la desesperación por evitarlo a toda costa era mayor.

Al final sí hubo un cambio; los últimos momentos fueron una horrible pelea entre ambos.

Por eso mismo las cosas seguían igual en el presente.

Pero el pelinegro no iba a quedarse con eso.

No podía.

Recordarlo ya era de por sí tortuoso, pero revivirlo en sueño y encima con un final peor; no tenía comparación. Observar sus tontas decisiones era lo peor.

Era como si le arrancaran la piel y el corazón de un solo tirón. De nuevo.

Se supone que después de entrar a la sesión de "sueños" como hizo aquella toda esa semana. Al finalizar aquella última sesión, debía despertar en una realidad diferente, en una mejor; sin drogas, sin dolor, sin llanto interminable, sin planes amohinados, sin notas.

Juntos...

Pero no funcionó.

La anciana supo que no ocurrió lo esperado cuando vio al pelinegro sollozar en sueños.

En aquel tiempo que pasó con el joven, le agarró un cariño especial, como a un segundo nieto; él era un buen muchacho y lo llegó a estimar más de lo que creía.

Y solo por eso iba a arriesgarse a pagar el alto precio de intentar jugar con las cartas del destino una vez más...

REESCRIBIENDO LAS ESTRELLAS [Soojun/Yeonbin]Where stories live. Discover now