Secretos

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Bell estaba feliz.

El joven pudo una expresión satisfecha mientras sus características demoníacas se desvanecían dejando las humanas acompañado de su característico pelo blanco pero su cola aún estaba presente.

Esta última la dejó ya que le ayudaba con el equilibrio para no caer, mientras usaba sus manos con garras para quitar los restos carbonizados de las plantas que crecieron en el techo hasta que finalmente este estaba limpio.

Con una sonrisa el joven bajo del techo antes de continuar con su labor.

-Maltitas plantas.- Maldijo con estas enredaderas del techo ya que tenía que tener cuidado de no arrancarlas muy fuerte o podría dañar el muro y no podían gastar demasiado dinero por ahora.

El joven continuó arrancando las plantas una por una mientras su cola se balanceaba sin problemas demostrando que estaba relajado y alegre.

No estaba muy preocupado que alguien lo viese usando sus poderes ya que absolutamente nadie vendría a esta zona y si así fuese el caso él podría detectarlos gracias sus sentidos demoníacos, además una pequeña mentira sobre habilidades podría disuadirlos.

Estaba totalmente seguro que no habría nadie que podría tomarlo por sorpresa.

-¡GAH!

Bell se congeló de manera repentina cuando sintió que alguien lo tomaba por la cola, si bien su cola no era sensible ni nada por el estilo fue la sorpresa que lo dejó petrificado.

Lentamente se giró para ver quien lo estaba agarrando y al hacerlo quedo completamente petrificado mientras su corazón subía hasta su garganta pues quien lo estaba tomando era nada más ni nada menos que La Princesa de la Espada.

Aiz Wallenstein.

Ella tenía su expresión tranquila de siempre mientras miraba con curiosidad el apéndice entre sus manos, los cuales iluminaron sus ojos con un brillo casi infantil ignorando completamente al dueño de la misma.

El joven demonio miraba a aventurera de primera clase con ojos abiertos ya que ella lo había descubierto, ¿Había sido demasiado despreocupado de que alguien lo descubriese? ¿O no había considerado la idea de que alguien lo estuviese buscando?

El peliblanco debió juntar la voluntad para forzar unas palabras de su garganta para salir de su boca.

-Disculpa... ¿Podrías soltar mi cola?- Preguntó Bell.

Aiz parpadeo unos instantes antes de permitir que el apéndice se deslizara de entre sus delgados dedos mientras que la expresión como desilusionada adornaba sus facciones, como si alguien le hubiera quitado un juguete muy divertido.

-Devilman, ¿eh?- Dijo Aiz mientras miraba al joven.

Bell sintió que sus mejillas se calentaron por unos segundos por la repentina vergüenza ante su alias, lo había dicho casi cada vez que se había transformado, pero no era momento para esto.

Su secreto había sido revelado, pero no podía hacer nada en estos momentos, un paso en falso y su secreto será revelado al gremio.

Pero poco o nada le importaba a Bell lo que el gremio hiciese con él, no le importaba el dolor o las heridas en su cuerpo, no le importaba ser expulsado de Orario.

Pero no podría soportar lo que le ocurría a Hestia.

La sola idea de lo que el gremio y los dioses pudiesen hacerle a su diosa hacia que le formase un nudo en su garganta. Esos pensamientos hicieron que su estado se volviese mucho más cuidadoso con relación a la llegada a la joven.

¿Esta mal trabajar para una diosa si soy un Demonio?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora