Hayword salió del todoterreno, harto de que le tomaran el pelo unos niños. ___ abrió los ojos cuando vio que los apuntaba con una pistola.

—¡No dispare!

Una mujer afroamericana con el uniforme de S.W.O.R.D. se interpuso entre ellos, aunque no sirvió para nada. Las balas la traspasaron y Billy pudo pararlas con sus poderes. Desde luego los niños habían aprendido mucho... y si no recordaba mal, esa mujer se llamaba Geraldine.

—¡Bonitos poderes! —alabó.

—¡Y los tuyos!

Con su último aliento sonrió y no pudo evitar caerse en el suelo, sin fuerzas. Tommy se agachó a socorrerla y ___ le acarició la cabeza para indicarle que estaba bien. Su rostro redondeado se arrugó como si hubiera envejecido treinta años de golpe.

—Nos quedaremos contigo.

—Mamá podrá curarte.

—Estoy segura, chicos.

Visión apareció unos minutos después y todos fueron a darle el encuentro. Tommy cargó a ___ con su súper velocidad y se la llevó a su padre, quien la sostuvo con cuidado.

—Muchas gracias por lo que has hecho por nosotros hoy —Visión estaba agradecido. Le conmovió la manera en la que salvó a su familia y se preocupaba de los mellizos.

—No podría no defenderos —dijo, en un hilo de voz.

El cielo se tornó oscuro en unos segundos. La familia alzó la mirada al cielo y vieron a Wanda combatir contra Ágatha. Visión fue a ayudarla pero la pelirroja lo paró con sus poderes.

—¿¡Wanda, qué estás haciendo!? —gritó desesperado.

—¡Visión, déjale esto a Wanda!

___ la observaba en silencio. El ruido del choque de la magia era ensordecedor y cubría todo el pueblo de Westview. La pelea se convirtió en una paleta de colores que incluía el negro, el violeta y el rojo, y lamenteblemente Wanda le estaba dando todos sus poderes a Ágatha.

Pero ___ sabía lo que estaba haciendo, por eso acabó por sonreír de medio lado.

—Tommy, ¿tú también la escuchas, verdad?

—Sí —jadeó el niño.

Las runas...

—¡Vamos, Wanda! ¡Escapa de tu destino! —la alentaba la otra bruja.

El choque de los hechizos contra el hex era increíble. Wanda utilizando sus poderes era lo más hermoso que había visto nunca. Los ojos de ___ tenían el reflejo de la pelea en ellos y el corazón comenzó a palpitarle a mil por hora, receptiva por tanta magia.

La risa de Ágatha invadió el espacio y Wanda casi se desvanece en el aire.

—En cuanto a nuestro trato —habló por fin, mencionando la conversación anterior en donde la dejaría vivir en el hex con su familia y ___— una vez lanzado un hechizo no se puede cambiar... —Wanda escuchaba, derrotada y casi sin poder flotar en el aire— este mundo que has creado siempre estará roto. Igual que tú —finalizó, señalándola con el dedo.

Ágatha se dispuso a acabar con ella y le lanzó un último pero letal hechizo. Jadeó, esperando que todo el poder que le había robado surgiera de sus manos, pero eso no ocurrió. Lo volvió a conjurar, pero seguía sin tener resultado, y comenzó a sudar frío.

Poco a poco, Wanda empezó a recuperarse y a rejuvenecer. ___ soltó una lágrima con una sonrisa al ver lo astuta que había sido y lo orgullosa que estaba de ella. Unas runas de protección surgieron en las paredes del hex de tamaño colosal.

—Runas... —susurró Ágatha casi sin creérselo. Wanda usó su propio hechizo contra ella.

—En un espacio determinado, solo la bruja que echó las runas puede usar su magia... gracias por la lección. Pero no necesito que me digas... quién soy yo.

—No, no... ¡No!

El poder surgió por completo del interior de Wanda, demostrando todo lo que había estado oculto durante tantos años. La transformación fue necesaria, y la magia la hizo ver como una estrella de color rojo escarlata, como ella era... una Bruja Escarlata.

Ágatha gritaba al ver que sus poderes abandonaban su cuerpo y volvían a la dueña original. Había perdido, había perdido todo, y dolía como si le abrieran una herida profunda.

Cuando todo el poder volvió a Wanda, surgió renacida. La diadema de su cabeza era justamente igual a la que ___ le diseñó para Halloween, y derramó otra lágrima, feliz por su despertar.

—Oh Dios... —musitó la malvada bruja— no sabes lo que has hecho.

Ambas brujas fueron aterrizando poco a poco, hasta que Ágatha acabó en el suelo, jadeando. Wanda estaba preciosa, ella era fuerte, poderosa... Sabía lo que hacía.

—¿Y ahora qué? ¿Vas a encerrarme en alguna parte?

—No, en alguna parte no. Aquí —decidió.

—¿Aquí? —Ágatha miró a todos lados, desesperada.

—Le robaste el papel a ___, el de amiga de la protagonista, para hacer de vecina cotilla.

—No, por favor...

—Lo siento —dijo Wanda de forma condescendiente.

—No lo sientes, eres cruel. No tienes ni idea de lo que has desatado. Vas a necesitarme.

Wanda miró hacia ___. Visión la sujetaba para que no cayera. Estaba demacrada y anciana, con muy mal aspecto, pero le sonreía como siempre. Le devolvió la sonrisa. Ella siempre estaría ahí. Quería que estuvieran juntas para siempre, y aunque eso no había sido posible a lo largo de su vida, lo intentarían.

—Tengo a ___.

—¿A ___? Ella es una novata, no sabe nada, incluso tú sabes más que ella.

—Tal vez. Pero tiene buen corazón y quiere a mi familia de verdad, algo de lo que tú careces.

No quiso escucharla más y la transformó de nuevo en Agnes. Sonrió y se retiró de allí, yendo de nuevo con su familia. Recibió a los mellizos con alegría, los besó y los retiró un momento para ir con ___.

—Buen trabajo —le dijo en las últimas.

—Creo que esto es tuyo.

Wanda le acercó la palma de la mano. De ahí surgieron los poderes que Ágatha le arrebató a ___. Eran amarillos como el sol y eran abundantes. Wanda pudo verlos, y era una magia preciosa y genuina. A Ágatha solo le interesaba la magia peligrosa, la magia de ___ nunca se dedicó a hacer ningún mal ni a actuar por sus propios intereses, al contrario que ella...

Sus poderes regresaron a ella lentamente. Su juventud y belleza resurgieron como antes. La piel gris fue desapareciendo y sus fuerzas renacieron.

Visión la soltó y Wanda se acercó un poco más, haciendo que pegaran ambas frentes con los ojos cerrados. Sentía que esto era una despedida.

—Sé feliz, Wanda.

—Te encontraré si te vas.

—Entonces me iré tranquila.

___ se despegó de ella y miró a Visión y a los mellizos por última vez. Visión inclinó la cabeza como agradecimiento y los niños le dijeron adiós con las manos, despidiéndose de ella a gritos.

Ahora era hora de volver a casa.

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