━ 𝐋𝐗𝐗: Te he echado de menos

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El rey Svase se había presentado en la capital, junto a su bella hija y un nutrido grupo de soldados, con la intención de negociar con Lagertha los términos de la alianza, que aún estaba en el aire. La soberana no había titubeado a la hora de convertirlos en sus invitados de honor, colmándolos de atenciones y obsequiándoles regalos de todo tipo, sabedora de que necesitarían su ayuda para poder vencer al ejército de Harald, Ivar y Hvitserk.

Por todos esos motivos el Gran Salón se había convertido en un hervidero de actividad. Había sido así desde que los primeros aliados habían llegado, ocasionando que se duplicaran los puestos y los turnos de vigilancia para evitar problemas e inconvenientes de cualquier tipo. Una parte de Eivør lo agradecía, dado que ejercer su labor de skjaldmö —además de hirðkona de Lagertha—la ayudaba a mantener su mente ocupada y a no darle vueltas a ciertos asuntos de los que prefería evadirse.

Echó un vistazo rápido a su alrededor, localizando en el otro extremo de la estancia a Kaia, que también lucía su atuendo de escudera. Drasil, por el contrario, libraba ese día, de ahí que se hallara junto a Ubbe mientras platicaban con un grupo de personas a las que ella no conocía.

En ese preciso instante la puerta del Gran Salón se abrió, revelando la inconfundible figura de Björn Piel de Hierro. Este fue recibido con un sinfín de vítores y aclamaciones, lo que le hizo esbozar una resplandeciente sonrisa. Junto a él —aparte de Torvi y sus retoños— se encontraban Halfdan El Negro y el resto de su tripulación, a quienes también se les dio la bienvenida por todo lo alto.

Eivør lo presenció todo desde su posición, sumida en un silencio sepulcral. Sus iris pardos no demoraron en examinar de arriba abajo al primogénito de Ragnar Lothbrok, que cargaba en brazos a un entusiasmado Hali.

El rubio depositó al chiquillo en el suelo y fue directo hasta su madre, que lo envolvió en un efusivo abrazo. Ubbe y Drasil se le acercaron enseguida, al igual que Kaia. La única que no se movió de su sitio fue la morena, cuyas pulsaciones se habían disparado a causa de la agitación del momento.

Eivør cerró los ojos e inspiró por la nariz, en un intento desesperado por serenarse. Cuando los volvió a abrir segundos después, estos fueron a parar inevitablemente a Björn. Contuvo el aliento al percatarse de que el caudillo vikingo parecía estar buscando algo con la mirada... O mejor dicho a alguien. La sangre le subió a las mejillas y a las orejas cuando sus orbes celestes se posaron en ella, que trató por todos los medios de no perder la compostura.

El semblante de Björn se iluminó por completo al verla, como si le aliviara comprobar que ella también se encontraba sana y salva luego de haber estado tanto tiempo sin saber nada del otro

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El semblante de Björn se iluminó por completo al verla, como si le aliviara comprobar que ella también se encontraba sana y salva luego de haber estado tanto tiempo sin saber nada del otro. Aquello dio lugar a una sensación bastante extraña y atípica en el interior de la muchacha, como una especie de hormigueo. Le resultó imposible no suspirar grácilmente, todo ello sin romper el contacto visual con el guerrero. Este no lo dudó a la hora de abrirse paso entre el gentío para poder ir junto a ella, quien hizo su mejor esfuerzo en disimular, consciente de que Torvi también estaba en la sala.

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