11| Un trago por las confesiones

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[Primera parte]

Ersa.

No había duda, el temperamento de los Veliz era cosa de extraños.

— ¿Estás bien? — pregunta Karma una vez que su hermano deja la habitación.

—De maravilla —le muestro mi pulgar y me lanzo en la cama tapando mi rostro con mi brazo —. ¿Qué hora es?

—Casi las doce del mediodía —ella se sienta a mi lado, Karma tenía un olor peculiar el día de hoy, olor que se me hace extrañamente conocido ¿Cómo no pude haberle prestado atención antes? No sé con exactitud que sea o de donde lo conozco, pero era un dulce aroma familiar.

— ¿Karma? —llamo su atención sin moverme. Ella responde con un distraído "¿Sí?", al que yo procedo a responder —: ¿Puedes...? ¿Puedes acercarte un poco?

No hace falta mirarla para saber que tiene esa cara que pone cuando las pocas neuronas en su cabeza no realizan conexión alguna. Duda, pero al final cede, termina inclinándose un poco hacia mí. Yo destapo mi rostro, con mi mano derecha la tomo del cuello y la halo hacia mi pecho — claramente cuidando de no lastimarla — Su cabeza quedó a centímetros de mi barbilla, su cabello también tenía ese olor peculiar. Ella intentó apartarse, pero lo impedí acunando su cara entre mis manos, haciendo que ambos nos miráramos fijamente.

—No... Por favor...—mi voz se quebró, y, por primera vez en mucho tiempo, me permití ser débil frente la mirada inquieta y penetrante de alguien.

Karma tenía esa jodida mirada que tanto odiaba, misma que mostraba un claro sentimiento: lastima.

No me mires así.

Estoy bien, volveré a levantarme.

Permíteme ser débil hoy, mañana prometo protegerte.

Quise decirle, pero las palabras quedaban atoradas gracias al nudo en mi garganta.

—Ersa... —fue lo que susurró antes de volver a recostar su cabeza en mi pecho y apoyar la palma de su mano allí también. Sorprendentemente, no hizo lo que yo esperaba, no me exigió respuestas a mi repentino comportamiento, no me gritó, no se alejó. Karma me ofreció lo que yo necesitaba en este momento: silencio y un abrazo.

Cerré los ojos con fuerza, parecía inevitable esto de detener las lágrimas que se acumulaban en mis ojos y sentía que el nudo en mi garganta apretaba con una potencia impresionante. Ambas cosas, junto con la presión que sentía en el pecho, no hacían buena combinación.

—No voy a presionarte, si no te sientes cómodo o simplemente prefieres guardártelo para ti, lo respetaré y comprenderé —su voz es suave, digna de una melodía angelical —. Lo hablaremos cuando estés listo.

Apreté mis labios con fuerza, no es que no quisiera decirlo, no es que quisiera seguir guardando todo para mí. Realmente estaba harto, harto de cargar con esto yo solo, harto de fingir que no me importaba, harto, harto, harto. Aun así, a pesar de todo, no podía decir nada, no era capaz de formular bien las palabras para desahogarme, pues quedaban atrapadas dentro de mi.

—Yo... —intenté empezar, pero las oraciones se negaban a formar coherencia para ser soltadas al aire. Karma escuchaba atentamente, no se frustró por mis minutos en silencio tras solo mencionar aquel monosílabo, cosa que agradecí infinitamente —. La verdad es que yo... La extraño.

Ella removió su pequeña cabeza en mi pecho y se acomodó en el para mirarme a la cara.

—La extrañas —no fue una pregunta, fue una afirmación. Tragué en seco, ella apoyo su mano en mi mejilla, cerré los ojos al sentir su cálido tacto en mi fría piel —. ¿Es por eso que has estado tan pensativo el día de hoy?

Un trago por eso | TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora