10| Un trago por los celos

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—Así es —incluye su otra mano, tomando las mías, esto me hace notar la gran diferencia entre el tamaño de ellas. Él mira fija y atentamente como nuestros dedos se entrelazan. Entonces prosigue a susurrar —: La verdad es que hoy estoy muy feliz.
Liberé una de mis manos y la coloqué sobre su mejilla, haciendo que él alzara la mirada y realizáramos contacto visual.

— ¿Por qué lo dices como si no te sintieras así desde hace mucho tiempo? —él se inclina y junta su frente con la mía, vuelve a perder su mirada en mi regazo, ahí donde se sitúan nuestras manos.

—Creo que no me siento genuinamente feliz desde hace un buen tiempo —revela. Yo me tenso y pienso en que probablemente solo está mintiendo. Me parece tonto que Ersa siendo tan... Ersa diga aquello. Es decir, ¿Qué tantos problemas puede tener alguien como él?

—Entonces —digo apartándome un poco, su cercanía hace que mis nervios se alteren. Él sigue perdido, jugando con nuestras manos. No podía evitar pensar en que el muchacho frente a mí en realidad era un niño pequeño, perdido y solitario —. ¿No eres feliz?

—No —la corta respuesta solo sale de sí, sé que está limitándose a contestar.

— ¿Por qué no eres feliz? —indago.
Él alza la mirada, suelta nuestras manos y pellizca mi nariz.

—No hay respuestas para las niñas preguntonas que se despiertan de mal humor y con el cabello vuelto un nido donde un ave fácilmente podría vivir y tener crías —giro los ojos y golpeo ligeramente su hombro. Él vuelve a sonreír y asiente —. Anda, alístate para irnos o se nos hará tarde.

[•••]


—Pórtense bien. Me avisan cuando lleguen —mamá se despide dejando un corto beso en mi mejilla, acción que repite con Ersa —. Ah, Karma, saluda a triple K de mi parte.

Yo me limito a asentir mientras le sonrío. Iba a tomar mi equipaje, pero el señor Ersa Aitné lo toma por mí. Niego con la cabeza y lo sigo.

Me sorprendo al notar que coloca el equipaje en un auto, suponía que viajaríamos en el transporte público. Ersa solo sonríe, su sonrisa es un claro "¿De qué te sorprendes, estúpida? Soy una Diosa, es obvio que no viajaré en una cosa de aquellas".
Terminaré loca si sigo intentando adivinar los pensamientos de Ersa, porque después de todo, nunca se sabe con exactitud en qué es lo que piensa. Aunque una cosa si es segura, su vanidad va de por medio.

El muchacho abre la puerta para que yo suba, nuevamente, niego con la cabeza, sonriendo. Él realmente está de buen humor.

Ambos subimos al auto y este automáticamente fue inundado por nuestra presencia y el silencio reinante. Ersa se quedó unos segundos observando el volante y yo solo lo miraba atenta a cualquier cosa que el chico realizara. Muerde su labio inferior, sacude su cabeza y enciende el auto para ponerlo en marcha.

Nos dirigíamos a un pequeño pueblo ubicado al norte de la ciudad, era un lugar de zona rural que amaba con todo mi ser, tardaríamos alrededor de dos horas en llegar hasta allá, pero juro que vale cada segundo de tortura que estoy pasando aquí.
Primero, Ersa Aitné no para de cantar las canciones de un grupo de nueve chicas asiáticas, no tengo nada en contra de ellas pues, me agradan, el problema es con el chico, quien parece uno de esos gatos que lloran en la madrugada con el único fin de asustarte haciéndote creer que se trata de la doña que llora por sus hijos. Segundo, el aire acondicionado está a una temperatura capaz de congelarme, pero el parece cómodo con ello.
Tercero, ya me dio hambre.

— ¡¿What is love?! —Grita un eufórico Ersa mientras menea la cabeza, sintiendo el ritmo de la música — I Wanna know, know, know, know.

Le doy una mala mirada, me cruzo de brazos y procedo a mirar por la ventana, falta poco menos de media hora para llegar a nuestro destino, ya se empiezan a ver los enormes árboles y las montañas cubiertas de ellos. Coloco la yema de mi dedo en el vidrio y lo muevo trazando el contorno de las enormes montañas, desde pequeña he pensado que son gigantes dormidos.
Debería considerar mi teoría nuevamente.

Un trago por eso | TERMINADA Where stories live. Discover now