29 | Arden pero no del verbo "arder"

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29| Arden pero no del verbo "arder"

HALLEY:

Anoche Hache y yo terminamos nuestro trayecto hacia mi casa escuchando cómo el guitarrista se las había tenido que arreglar para dejar mi bici en el jardín delantero de casa sin ser descubierto por mis padres. No habíamos tenido tiempo para hablarlo, pero oírle describir cada uno de sus movimientos ninja y la manera en la que se sintió en el momento me hizo desternillarme. Era como escuchar toda una peli de acción en la que alguien intentaba atracar un banco, y escucharle a él era tan reconfortante que me había pasado todo el camino sintiendo paz en mi interior.

Hache solía transformar el mundo en uno nuevo siempre que hablaba conmigo.

Quizás por eso esconder mi sonrisa al llegar a casa fue lo que se denominaría un imposible.

Mi madre ya estaba en casa cuando llegué y cuando fue a preguntar me excusé diciendo que se me había hecho tarde con los miembros de la compañía y diciéndole que Hache había contado un chiste muy bueno antes de que yo me bajase del vehículo. No hizo muchas preguntas respecto al tema, pero de lo que sí preguntó fue por el tema de los preparativos de Sky.

—He estado esta tarde con los chicos, Hache lleva bien sus versiones de las canciones y Xander, que va a dirigir el grupo de baile tiene unas coreografías geniales, mañana ensayan con el grupo de voluntarios y Halle y yo hemos estado ocupadas con las cuentas y supervisándolo todo —le expliqué disfrazando la verdad.

No quería que depositaran mucho sus esperanzas en mí o que, una vez les explicase que yo iba a formar parte de la compañía de voluntarios, comenzase a decir que yo ni siquiera estaba formada en ese aspecto. Ya lo sabía. Y ya había dado mi palabra de que me presentaría mañana ante todos los que estaban dispuestos a ayudarme. No iba a echarme atrás y lo último que necesitaba era que alguien materializase mis sentimientos para hacerlos más reales aún.

En cuanto a Halle... Digamos que mi amiga era muy reservada en lo que a su mundillo se refería y prefería no dar detalles sobre él, aunque su versión también encajaba con la mía, porque éramos prácticamente hermanas y haríamos lo que fuera para ayudarnos a la otra.

Así que así estaba la cosa: Halle y yo éramos supervisoras de todo lo referente a Sky durante las próximas semanas a ojos de cualquier otra persona que no fueran los chicos, Hans, Ed y la compañía, en cuyo caso nos transformábamos en bailarina «ni por asomo profesional» —dejémoslo mejor en intento de bailarina—, y en cantante a ratos «tampoco profesional». No podían faltar esas palabras en nuestras etiquetas.

Otro tema que mi madre sacó a relucir durante nuestra escueta conversación fue mi cumpleaños. Por lo visto, había organizado una comida en casa con los Zelaia tal y como yo sabía que estaba previsto. Le dije que había invitado a Hache y a un amigo y que probablemente invitaría a un par de compañeras de la universidad con las que más amistad tenía y ella me respondió que Hans también pasaría por aquí.

Cómo cambiaban las cosas, hacía apenas una hora antes de empezar con la conversación ni siquiera pensaba en mi cumpleaños y ahora lo tenía todo planificado. No podía negar que era muy típico de mí.

A la mañana siguiente no pude decir que era un día cualquiera. Había dormido fatal por culpa de los nervios y ni siquiera había tenido apetito suficiente como para desayunar algo más que un vaso de zumo de naranja, pero al menos podía decir que las horas de clase pasaron más rápidas de lo que esperaba. Había salido de la universidad con un centenar de apuntes tomados a la ligera pero lo que de verdad importaba era que los tenía conmigo. La gran mayoría de mi clase me preguntaría por ellos más tarde, o al menos, los que no se dedicaban a grabar las clases para escucharlas después y no perderse detalle.

La Mecánica de los Corazones Rotos ✔  [#HR1]Where stories live. Discover now