22 | Los cuestionamientos de Halley

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22| Los cuestionamientos de Halley

HACHE:

Dejé escapar un suspiro mientras cruzaba mis talones. Terminé de redondear con rojo el número que había escrito hacía apenas varios segundos. A continuación, me dejé caer en el respaldo de la silla en la que me encontraba sentado y apreté mis ojos cerrados un instante. Cuando los volví a abrir me incorporé de nuevo y alcancé otro folio dispuesto a comenzar a leer todo lo que había escrito, siguiendo de esa forma el protocolo con el que había empezado hacía casi dos horas.

Primera pregunta: ¿Por qué todo es relativo...?

Mi mente no terminó de formular la pregunta, sino que comenzó a prestar atención a la respuesta que venía justo debajo. Había releído esta cuestión casi quince veces y en todas ellas había tenido que luchar para que no ocurriese lo que me temía. Sin embargo, siempre me saltaba a la torera las advertencias de mi subconsciente y caía en la trampa: volvía a pensar en ella.

Mi padre me lo dijo una vez cuando Xander comenzó a estar más ocupado con su nueva vida aquí en Venice y a penas podíamos mandarnos un par de mensajes: «Cuando pasas mucho tiempo con una persona, se te figura extraño que de repente casi desaparezca de tu vida. La echas de menos, a ella y a cada mensaje, a cada conversación diaria, pero tienes que entender que a veces las personas requieren de una pausa para rehacer su vida y con ella ordenar su caos. La clave está en ese casi desaparezca, porque las personas que realmente están ahí nunca llegan a hacerlo, se quedarán aun con todo lo que suceda a tu alrededor».

Quizás eso era lo que me sucedía, que me había aferrado a esperar un mensaje de Halley, de los que siempre llegaban escasos, pero llegaban, y no me había detenido a pensar durante un efímero segundo que ella podía estar lidiando con sus propios demonios, así como yo también lo hacía con los míos. No se me había pasado por la cabeza darle espacio porque su cercanía era lo que mis cinco sentidos más añoraban.

Quise ser egoísta, así como en todas aquellas ocasiones anteriores, y descubrí algo que me destrozó aún más de lo que mi corto entendimiento alguna vez pudo haber imaginado.

Peor aún, me dejó vacío, a la intemperie en mitad de la nada, lleno de agujeros y sin saber cómo comenzar de nuevo a caminar.

Fui resultado de un experimento que se resumió en un vacío, y aunque el caos hubo desaparecido a mi alrededor, cuando todo estalló supe que pronto volvería a ser mi acompañante.

Fue frustrante no haber experimentado el desastre ni la calma en aquellos meses, el futuro también jugó conmigo en ese sentido...

Y cómo dolió el no poder mover un solo dedo para empezar a hacer magia.

Odiaba a la vida por haberme demostrado en mis narices que todo se podía joder en un maldito minuto.

Suspiré.

Ni siquiera me había respondido al mensaje que le había enviado hacía rato.

«Podemos salir a correr y fingir que nos encontramos por casualidad, seguro que no podrías contener tu risa porque fingir no es una de tus cualidades, pero reiríamos y lo haríamos juntos, eso es bonito :)».

Ojalá no la hubiera espantado con tanta cursilada, porque desde luego, esta situación apestaba a eso.

Maldita sea, Hache, eres un maldito tutifruti.

Suspiré de nuevo terminando de cerrar el mismo círculo rojo que había repetido en diversas ocasiones. A mi lado, sentí que alguien carraspeaba.

—Necesito de tu intelecto filosófico.

La Mecánica de los Corazones Rotos ✔  [#HR1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora