30|Un sueño desbloqueado.

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Llevo observando la pantalla de la laptop desde hace media hora mientras resalta el botón de «crear una nueva historia», el reloj marca las 2:00 de la mañana y yo aún sigo indecisa en si publicar, aunque sea la sinopsis. Después de varios días, he explorado la aplicación e investigado varias opciones para diseñar una portada básica sin siquiera tener conocimiento, pedirle a Heidi una, sería contarle lo que estoy haciendo, pero no es que no confíe en ella, al contrario, es capaz de hacerme un test de que género de libro soy.

Aunque tengo la sospecha que ya lo sabe por la manera en que me lanza miradas y cuchichea con Ian sin discreción porque no sabe y eso me da risa. Quiero que lo sepa ahora que trabajo más en confianza.

Zela lo sabe en definitivo, a ella igual le gusta escribir, se enfoca en pequeños cuentos para contárselos a sus hermanos o como ella le dice «diablillos» cuando están en plena locura.

No sé qué vaya pasar cuando publique mi escrito en la plataforma, pero tengo fe en que a alguien pueda gustarle. Hasta ahora me siguen diez personas y con eso ya me había puesto a brincar sobre la cama hace un par de horas atrás, sí, incluyendo a mi novio.

Cuando pronuncio esa palabra dentro de mi cabeza, me retumban las neuronas.

Bostezo y me tallo un ojo con el dorso de la mano, no debería estar despierta, es el inicio de las benditas vacaciones. El hombro izquierdo me sigue ardiendo y solo han pasado cinco horas. Tiffany me comentó que es posible que tenga esa sensación de molestia un día entero.

Releo el comienzo del capítulo treinta para editar algunos párrafos que no llegan a convencerme.

Siento la mirada de Ramsés tras mi espalda al seguir caminando en silencio, me mantengo cabizbaja reteniendo las ganas de echarme sobre sus brazos y sentir el calor que emana de su cuerpo.

La fiesta fue un descontrol a tal punto de acabar borrachos y cantar en medio de la pista.

—¿Sabes? Deberíamos romper la tensión sexual que hay en el aire con un besito, ¿qué dices mi querida Gala? —pasa un brazo sobre mis hombros, le miro de soslayo escudriñándolo.

Debería romperte la cara —sacudo los hombros apartándolo.

Ramsés está demasiado ebrio y aunque siempre dice estupideces, esto no se lo compara con nada.

—Mejor deberíamos romper tu cama, grrr —me muestra sus uñas. Una media sonrisa se plasma en mi rostro, está demente si cree que lo llevaré a mi casa —tú no rechazas mis besitos.

—No es el momento, Ramsi. Solo quiero irme a dormir. Tú deberías hacer lo mismo, mañana hay trabajo que hacer.

El rubio blanquea los ojos de mala gana. Arrastra los pies con pesadez. El ambiente es fresco y las calles están vacías.

Los cuervos también se enamoran  (GRATIS)Where stories live. Discover now