Pero cuando lo hice, me quedé petrificada al ver de quien se trataba.

-Henry...- susurré observándole como si fuera solo una visión y no él de verdad, pero sí lo era. Y con otro salto me arrojé a sus brazos con tanto ímpetu que retrocedió un par de pasos.- ¡Henry! ¡Estás aquí!-

-Bree, cuidado...- murmuró haciendo una mueca de dolor y recordé su herida del hombro.

-¡Lo siento!- exclamé soltándole. Le miré la zona afectada pero él sacudió la cabeza.

-Tranquila, apenas me duele ya...- miró hacia abajo y me di cuenta de que no apoyaba el pie izquierdo.-... creo que me he torcido el tobillo.-

-¿Qué ha pasado?- pregunté y su mirada me rehuyó.

-No pude matarle- respondió con evidente frustración.- Le perseguí por el bosque y el pie se me enredó en alguna raíz y caí. Fue cuando me herí el tobillo, así que se escapó y... no me quedó más remedio que regresar.-

No hizo falta que lo dijera para que supiera que se sentía culpable ¡Cómo si fuera responsabilidad suya acabar con ese monstruo! A mí me daba igual si seguía con vida o no; Henry estaba bien y eso era lo único importante.

-No te preocupes por eso- le dije. Le agarré de los brazos.- Ven a sentarte y descansa un poco.- Le ayudé a que tomara asiento sobre el escenario. Revisé la herida de su hombro y aunque necesitaba curas, al menos había dejado de sangrar. Si lo del pie también resultaba ser algo sin importancia, los tres habríamos tenido muchísima suerte después de lo ocurrido.

Cuando alcé la mirada, los ojos de Henry estaban clavados en mí y como ahora estaban a mi misma altura pude ver con claridad la intensidad que los desbordaba. Incluso apretaba los labios en una mueca contenida que no supe interpretar, pero que me hizo enrojecer ligeramente.

-¿Qué ocurre?- pregunté. No me respondió.

Simplemente alargó los brazos hacia mu cintura y me agarró para atraerme hacia él de un tirón. Sus manos me apretaron con fuerza contra él y apoyó su rostro en mi hombro. Cuando empezó a respirar de forma profunda, sentí su aliento cálido y descontrolado sobre mi cuello y mi corazón, agotado, se esforzó en acelerarse una vez más.

-¿Henry?- murmuré un tanto confusa.

Tardó en responder y cuando lo hizo apenas le entendí, su voz sonó ahogada y entrecortada.

-Cuando Elizabeth me dijo… me dijo que tú… habías…- Hizo una larga pausa y su cuerpo se contrajo, pegado al mío, porque cogía aire.- Creí que también te había perdido a ti.-

Ahora fui yo la que no supe qué responder. Recordé la mirada de miedo que Henry me había lanzado en el bosque. Temía por mí… porque realmente le importaba. Todo mi cuerpo recibió una vibración incontenible. Decir que estaba alegre era quedarse corto.

Levanté los brazos para tocarle, aunque contuve mi efusividad para no hacerle daño de nuevo.

-Tranquilo. Todo ha terminado- le susurré inclinando la cabeza hacia la suya.- Sentí lo mismo cuando Elizabeth me dijo que Aidan y tú habíais ido al bosque pero… ya ha recibido su merecido.-

Henry se apartó aún con la cabeza baja.

-¿A qué te refieres?- me preguntó frotándose los ojos.

-El bosque se encargó de ella- respondí sin más. No estaba segura de querer entrar en más detalles de lo que había presenciado y aunque seguramente no me entendió, tampoco insistió.

Sus manos seguían en mi cintura cuando se dispuso a hablar de nuevo, más calmado.

-Bree, yo quería…-

-¡¡¡BREEEE!!!-

La voz de mi padre rompió el espacio que nos separaba, llegando hasta mis oídos como una flecha y yo, como un resorte automático, me aparté de Henry de un salto y me giré.

Mi padre, Aidan y el jefe de la aldea se acercaban a nosotros a toda velocidad.

-¡Papá!- exclamé, emocionada por verle sin saber por qué.

Llegó hasta mí y me abrazó con fuerza, por un momento creí que me levantaría en el aire como hacía de niña.

-¡Bree! ¡Bree! ¡¿Estás bien?! ¡¿Lo estás?! ¡Contesta, cariño!- Pero no me quedaba aire en los pulmones para hacerlo y tampoco me dejó:- Tu hermano me ha contado todo lo que ha pasado ¡Sé que has sido muy valiente!- Por fin me soltó y su mirada se encontró con Henry.- ¡Henry! ¡Me alegra ver que estás a salvo!- Su mirada se tornó seria.- Aidan me ha contado que tú salvaste a Bree. Jamás encontraré el modo de pagártelo.-

-¿Eso te dijo?- inquirí yo mirando a mi hermano.

-Gracias, señor Thomas- contestó el herrero.- Pero eso no fue lo que pasó. Fue su hijo quien la salvó.-

-Técnicamente sí- intervino Aidan.- Pero no podría haberlo hecho si tú no me hubieses salvado primero.- Se adelantó un paso y sonriendo le tendió una mano a Henry, para mi más absoluta y escéptica sorpresa.- Bien hecho, Wentworth. Al final resulta que tienes algo en esa atolondrada cabeza de abolla-metales -.

El susodicho se quedó mirando la mano que le ofrecían unos instantes sin reaccionar. Cosa normal, yo también habría dudado ante tan repentina muestra de simpatía por parte de mi hermano. Pero acabó devolviéndole una sonrisa aún mayor.

-Vaya Aidan, muchas gracias. Yo…-

-¡Eh!- Mi hermano hizo ademán de retirar la mano.- Tampoco te pases con tantas confianzas, Wentworth.- Sin embargo Henry siguió sonriendo cuando por fin le estrechó la mano.

-Lo que tú digas, Thomas.-

Mi padre les observaba intentando comprender la situación sin lograrlo. A mí me hizo gracia y también sonreí. Supongo que era mejor si mi hermano y mi… bueno, Henry, se llevaban bien.

29 de Febrero: El Día del NigromanteWhere stories live. Discover now