Sempiterno

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Lexi, un joven de cabello marrón se paseaba por los pasillos de la preparatoria Juan de la Barrera con paso lento y desgano para dirigirse a su primera clase de la mañana.

El pasillo estaba adornado, de no ser por casilleros, era por papeles pegados en las paredes blanquecinas e inevitablemente por el mar de estudiantes, maestros y uno que otro familiar de los adolescentes.

Pisaba aquel suelo pulido y resbaloso con sus zapatos de vestir negros y perfectamente boleados.

Estaba harto, harto de tener que utilizar una camisa blanca, harto de tener que utilizar una corbata que lo único que provocaba era asfixiarlo con determinación, harto de esa chaqueta azul marino con el escudo de la preparatoria en el lado izquierdo de su pecho y harto de tener que llevar aquel pantalón café claro con muy poca elasticidad y para colmo llevar un cinturón que lo único que hacía era traerle incomodidad y movimientos lentos en su andar.

Procuraba mantener su mirada fija a sus pies, lo máximo que levantaba su mirada era hasta llegar a las rodillas de la gente frente a él pues odiaba tener que cruzar miradas con las personas desagradables y superficiales con las que día a día tenía que enfrentarse.

Se podía escuchar a todos los parlantes del edificio, las risas exageradas, podía sentir las miradas de disgusto que provocaba al chocar con alguien accidentalmente.

»Un año... Tan sólo un año más« se dijo en su cabeza. »Un año y podré irme de esta escuela, un año y podré irme de esta ciudad sin tener que extrañar a ninguna de estas personas sin importancia«.

Lexi aspiró y suspiró para poder controlar la euforia que empezaba a presenciar su corazón. Le emocionaba el saber que faltaba poco para poder terminar con aquello llamado preparatoria que le había hecho, le había causado tanta infelicidad e inseguridad. Se sentía como un niño pequeño a la espera de su cumpleaños o la llegada de los reyes magos.

Desde el inicio de la preparatoria el joven decidió ser una persona que pasaría desapercibida para aquellos que no se molestarían ni si quiera en querer conocerlo, y por esa razón procuraba siempre mantener su cabello con un flequillo que ocultara lo más posible «permitido por las reglas de corte en el cabello de su colegio», y de esa forma ser menos recordado.

Esa decisión fue a causa de su creencia de que si alguna vez llegara a conocer a una persona que realmente valdría la pena ser amigo, entonces ésta tendría que ver a su verdadero yo, aquel que ocultaba bajo ese flequillo y ese cuerpo escuálido. Quería que vieran muy dentro de él y lo conocieran por sus sueños, aspiraciones y lo quisieran por su pensamiento y no por su apariencia.

Lamentablemente encontrar a una persona así era bastante difícil, incluso casi imposible pero Lexi seguía creyendo en aquel mínimo porcentaje.

El joven tenía el conocimiento de que era demasiado delgado como para obtener alguna mirada coqueta de alguna atractiva chica, incluso le era difícil conseguir una mirada de las chicas menos agraciadas de la escuela. Con su estatura que no rebasaba el metro sesenta y siete no llamaba demasiado la atención... al menos no de la forma en que él quisiera, o incluso de la forma tolerante y amistosa.

Porque vaya que sí llamaba la atención, sobre todo, la atención de aquellos bravucones con quienes se encontraba más veces de las que el mismo Lexi podría contar.

Lexi Y El Libro Mágico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora