el principio que perdura

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Harry y Louis son una pareja desastrosa. Caótica, poco convencional. Son un error fatídico de la naturaleza el cual no debería ocurrir. Son el último eslabón de lo absurdo y la causa de los rostros horrorizados de todas las personas.

Tal vez para muchos sean la revolución del orden impuesto. Un ejemplo a seguir sobre romper las viejas y estrictas cadenas naturales para ser tal y como uno prefiera según lo que el corazón dicte.

Pero para otros, no son más que dos parásitos que buscan acabar con el perfecto equilibrio animal que existe desde los inicios de la tierra.

Esta jerarquía animal es tal cual como una pirámide. Es muy simple: El alfa. Grande, monstruoso, posesivo, dominante y de un aroma intenso que puede marear a cualquiera que esté cerca de él. El beta, de olor muy débil y características de lo más humanas posibles. Por último, el omega. Sumiso, sensible, pequeño, tímido y –seamos sinceros– totalmente inútil para cualquiera.

Aquí no importa el género. El alfa está con el omega, el omega está con el alfa. Quizás el omega o el alfa podría estar también con un beta. Alfas con omegas, omegas con alfas y betas con betas son la base que logra mantener la armonía y estabilidad de todo lo que se necesita en este mundo animal para vivir. Omega sumiso está con alfa posesivo. El alfa decide, el omega calla. El alfa marca al omega, el omega queda marcado. El alfa dice que sí, y el omega no puede decir que no.

La posición y forma de estabilizar esta jerarquía animal parece perfecta, funcionando cual reloj con todas sus piezas nuevas. No hay lugar para óxido en una organización tan simple y pulcra como ésta.

O eso se creía, hasta que el desastre empezó. El desastre también llamado: Harry y Louis.

Harry, el alfa de contextura grande, masiva, alta y de un aura dominante. Aroma fuerte, casi amargo; voz gruesa, lenta, digna de alfa exitoso que puede hacer lo que se le venga a la mente por el simple hecho de ser un alfa con apariencia ambiciosa y egoísta.

Louis, el alfa de cuerpo macizo, extremidades sobresalientes, postura de poder dominar a quien sea y los rasgos del alfa más poderoso que uno se podría imaginar. Aroma intenso, yéndose por uno que podría considerarse de notas saladas que hace que los ojos de cualquier omega se dilaten. De voz con timbre agudo, y un tono tan recto que podría considerarse perfecto para alfa.

Dos alfas, con toda la fachada de poder ser los más exitosos. Los más ricos, los más dominantes y los más seguidos por otros alfas que aspiran ser como ellos.

Dos alfas enormes, animales, dominantes y posesivos. Dos alfas, Harry y Louis, que son pareja.

Nunca se había visto nada semejante. Absolutamente nada de eso hasta que un periódico reconocido en el país fotografió a estos dos alfas besándose en los labios en una esquina sin mucha gente. La foto fue a primera plana, y estuvo en la boca de todos por más de dos semanas.

Desde ahí, la gente quedó horrorizada, asqueada y, sobre todas las cosas, temerosa. Temerosa de que el perfecto equilibrio animal que desde los inicios de la tierra es el orden de la vida cotidiana, quede en ruinas.

Y por las primeras semanas, de todo lo que se hablaba era de Harry y Louis, nombres y rostros que ya todo el país lograba reconocer. Los viejos alfas diciendo que era una barbaridad, una blasfemia y que no merecían el perdón del mundo. Los y las omegas, sumisos como ellos solos, se mostraban de acuerdo a todo lo que decían sus alfas y luego comentaban el escándalo con sus amigos. Los ancianos sentían repudio, los jóvenes se burlaban, los adultos hablaban y hablaban. Mientras tanto, Harry y Louis estaban bien.

Harry fue despedido de la empresa local en la que trabajaba. A Louis también lo despidieron del negocio donde tenía un pequeño empleo, y no solamente eso, sino que también la universidad le cerró las puertas sin decir ni una sola palabra. Harry y Louis aceptaron su destino en silencio, juntos.

Luego de meses del total escándalo que le dio la vuelta al país –e inclusive el continente– mil veces, poco a poco quedó en el olvido. Todos de vez en cuando ingresaban el tema de los dos alfas que eran pareja a la conversación, con muecas de asco e incredulidad cubriendo sus rostros.
La gente nunca lo aceptaría, y mucha gente seguía insistiendo en que lo mejor era hacer algún tipo de decreto para meter a ambos alfas en la cárcel. La justicia ignoraba los pedidos del insistente pueblo, pero dictaminó una nueva orden: ninguna relación entre omegas o entre alfas sería aceptada en ningún ámbito, y debían resignarse totalmente a aquello. Tenían prohibido darse muestras de afecto en lugares públicos, y los dueños de cada lugar tenían el total derecho de sacarlos a ambos de sus locales por el simple de hecho de que presentaban "homosexualidad".

Lo que más mantenía a gusto a la gente era que gracias a ese decreto ahora era un 60% más difícil para ambos alfas conseguir empleo. Además, seamos sinceros, nadie contrataría a un alfa homosexual, lo cual era nuevo y totalmente incorrecto.

Pero por mientras tanto, Harry y Louis estaban bien.

Un departamento, pequeño sí, pero tan lleno de decoraciones y cosas bonitas al punto de que se volvía acogedor estar allí. Harry había pintado las paredes de la pequeña sala de anaranjado y Louis se había encargado de remodelar su habitación para que se vea preciosa, para que se vea como un verdadero hogar.

Louis había logrado conseguir un muy insignificante trabajo gracias a su hermana, y de allí sacaban todo el dinero para pagar su renta y la comida. Su familia había estado decepcionada y totalmente asustada cuando se enteraron de que su primer hijo, alfa y varón, tenía por pareja a otro alfa, y su padre –un alfa asquerosamente egocéntrico y de dinero– sencillamente se negó a aceptar a su hijo.

Para su poca suerte, su hermana, una beta, por más de estar algo reacia al inicio, terminó ayudando a su hermano a conseguir empleo por más mínimo que sea. Harry, sin embargo, no había corrido esa misma suerte.

Su familia se negó a llamarlo "hijo". No le permitieron entrar a casa ni ver a su hermana omega, mucho menos le dieron el derecho de llamarlos "padres". Le dijeron que era una escoria, que se iba a pudrir en el infierno y que sentían vergüenza de alguna vez haberlo integrado en su familia.

Harry no lloró. Los alfas no lloran, nunca lo hicieron y nunca lo harán. Pero sí se permitió suspirar con un poco de angustia en el cuello de Louis antes de ir a dormir, mientras el alfa de ojos azules lo apresaba en su pecho y le acariciaba el cabello en señal de total apoyo y cariño.

Eran alfas, ambos. Ambos tenían un aroma fuerte, de alfa. Ambos tenían esa aura posesiva y dominante. Ambos tenían cuerpos, rasgos y actitudes de alfa.

Sin embargo, sus lobos interiores, tan orgullosos y estúpidos como los de cualquier alfa, aullaban con plena felicidad cuando estaban juntos.

Para todos, ellos se irían al infierno. Pero Harry sentía que tenía el mismísimo cielo a su lado cuando miraba los ojos de Louis.

Para todos, ellos no merecían ni sentían la más mínima felicidad. Pero Louis no podía sentirse más dichoso cuando Harry sonreía de forma genuina.

Para todos, ellos al besarse rompían todas las reglas morales que cualquier ser humano pudo forjar. Pero cuando se besaban, ambos sentían que todo era correcto en su pecho.

Para ellos, para la gente, todo lo que hacían era enfermo. Pero tanto Harry como Louis, sentían que volvían a la vida cuando sus miradas se conectaban y no hacían más que perderse en los ojos del otro.

Son alfas, y cayeron profundamente por el otro de forma tanto mutua como real. Harry y Louis se aman.

Óxido ✦ (alfa x alfa) [ls]Where stories live. Discover now