—¿Te estás conteniendo? —cuestionó el mayor fintándolo un par de veces para ver su reacción. Gyu sabía perfectamente que Yeonjun no atacaría aún, pero aun así fingió sorprenderse—. Esto no servirá de nada si te contienes.

—No me estoy conteniendo —mintió—, te dije que no sé pelear.

Para evitar que siguiera haciendo preguntas así, Beomgyu avanzó hacia él y empezó a lanzarle golpes, uno tras otro, todos sin demasiada fuerza o velocidad, pero pretendiendo lo más posible que lo estaba dando todo. Como era de esperarse, Yeonjun evadió y bloqueó cada uno de ellos, atizándolo de tanto en tanto con los puños o los pies, lo que le sacó otra sonrisa enorme. Su amigo estaba disfrutando hacerlo papilla y no era imposible de ver.

Sabía que no era correcto, pero su espíritu competitivo, ese que se había agrandado de sobremanera con el nacimiento de la persona Garnet, le jugó una mala pasada.

Haciendo uso de todas sus habilidades pero asegurándose de no hacer nada que lastimara al rubio, Beomgyu lo golpeó en medio del abdomen, allí donde su herida ya prácticamente curada estaba, y cuando el muchacho se encorvó en consecuencia, lo empujó del hombro con la palma al mismo tiempo que le realizaba una zancadilla, haciéndolo caer hacia atrás. Pero Yeonjun nunca se dejaría vencer tan fácil.

El oficial, rápido como él solo, atrapó su camiseta en un puño y en consecuencia, lo llevó consigo directo al suelo. Allí fue que de repente todo el mundo dejó de moverse, como si alguien hubiera tomado el control remoto y lo hubiera puesto todo en pausa.

Yeonjun estaba boca arriba debajo de él, sonriendo y jadeando por la falta de aire. Sudaba un poco y su cabello era un pequeño desastre, pero lucía tan exquisitamente hermoso que Gyu sintió ganas de 1) devorarlo allí mismo y 2) salir corriendo en un tremendo gay panic.

Lo peor de todo era lo cerca que estaban. Una de sus rodillas estaba peligrosamente cerca de la entrepierna del oficial y sus narices casi se rozaban por lo cerca que estaban sus rostros. Oh, dios mío, pensó Beomgyu, prácticamente sordo en aquel momento donde solo los latidos de su corazón parecían hacer eco entre ellos, ¿a quién salvé en mi vida pasada para merecer esto?

Pero de nuevo, la situación no dejaba de ser terriblemente triste.

Si tan solo Yeonjun lo viera como algo más que un amigo, quizás el mayor se atrevería a envolver su cuello con los brazos y acercarlo para besarlo violentamente de una vez por todas. Incluso si fuera una cosa de una sola vez en la vida, Gyu atesoraría el momento hasta el momento de su jodida muerte. Pero Yeonjun no hizo nada de eso.

—Eso estuvo bien —felicitó Yeonjun tomándose unos segundos para recobrar el aliento—. Al menos sé que no tengo que preocuparme tanto por ti. Puedes defenderte bien solo.

Oh, si supieras...

—Solo fue suerte —dijo Gyu apartándose para sentarse a su lado. El suelo estaba algo caliente por la exposición directa con el sol—. Siempre vas a ser mejor que yo en esto.

Yeonjun lo miró enternecido. De esa forma en la que lo miraba siempre, tan inocente y fraternal, nada que se alejara de la relación entre dos amigos de la infancia. Dolía. Pero estaba acostumbrado.

El mayor le acarició los cabellos con cariño.

—Eso es lo bueno de ti, así que no te sientas mal —explicó pasando de apartarle el pelo del rostro a acariciar su mejilla—. Yo soy el duro, tú eres el chico dulce que pinta cuadros preciosos.

Chico dulce. El secreto que guardaba pareció punzarle por detrás.

—Deja de molestar, hyung —entre risas nerviosas, Gyu lo empujó ligeramente con el hombro. Yeonjun respondió de la misma forma.

—Últimamente estás más grande y fuerte, pero siempre seré yo quien te cuide, ¿me has oído?

Si tan solo Choi Yeonjun, el tan perspicaz detective y oficial de policía, supiera que con solo existir, con solo estar ahí era suficiente. No necesitaba protegerlo. Ya lo había hecho por demasiados años en los que se resignó a seguir con el status quo, escondido en su estudio donde nada ni nadie podía dañarlo. Ahora era su turno.

Por eso era Garnet. Porque a pesar del odio que le tenía o de lo mal que se percibían sus intenciones, Beomgyu era más consciente que nadie de que todo lo que hacía, lo hacía con el más grande y absoluto amor en el mundo.

Amar a alguien tan temerario como Choi Yeonjun no era cosa sencilla, pero nunca se arrepentiría de ello o miraría en otra dirección.

A sus ojos, que brillaban con solo fijarse en él, no existía absolutamente nadie más. Solo él.

Su Choi Yeonjun.

☆☆☆

si pueden y desean podrían compartir el perfil, últimamente no está recibiendo tanto amor como de costumbre y eso me quita las ganas de actualizar, mdndmsndnd:(

연규: Under The Mask. ❝cyj ~ cbg❞Where stories live. Discover now