Hable con ella ...

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—¿Quien eres tú?—. Pregunté fascinada por aquella mujer tan hermosa, un cabello café claro caía en rizos perfectos, su tez era blanca, sus labios perfectamente rosados, un ligero rubor salía de sus mejillas y sus ojos, tan profundos como el mar y tan azules como el cielo, su nariz era perfecta simplemente parecía ser una diosa.

—Elisa...—. Decía suave—. Eso no importa ahora—. Contestó con una sonrisa dulce. —Tienes que ser fuerte... tienes que resistir esto pues aún no es tu momento de partir—. Continuó caminando hacia mi.

—Pero yo... ya no quiero seguir aquí—. Respondí cabizbaja. —Creo que mi hora ha llegado y la quiero tomar—. Dije con una sonrisa triste.

—No, corazón—. Me dijo aquella mujer acariciando mi mejilla. —Tu aún tienes más por dar... mucho más de lo que te imaginas—. Continuó. —Sabes... dentro de ti hay algo muy especial más allá del poder de Lucifer—. Quede sorprendida ¿Cómo sabía ella de él? Al instante lo comprendí... comprendí quien era ella.

—Tu eres...—. Quise continuar pero ella colocó su dedo índice en mis labios para que no lo hiciera.

—No digas nada... guárdatelo para ti, si estás segura de quien soy, ve y cuéntaselo a Lucifer y dile Hola de mi parte—. Me contesto amablemente diciendo apenado lo último.

—¿Pero que debo hacer?—. Pregunté temerosa. —No se cual sea mi deber aquí... no se porque soy yo la que debe de ir al trono—. Continué con la voz quebrada.

—Es porque así está decidido... tú tranquila y confía en que todo se va a resolver—. En ese momento mi alrededor comenzó a esfumarse, todo lo que era oscuro comenzó a llenarse de una tenue luz y la bella mujer frente a mí se alejaba cada vez más.

Abrí los ojos, ya no estaba tirada en el suelo, si no que alguien me llevaba cargando mientras corría, volví a cerrar los ojos mientras sentía mi cuerpo agitarse y un terrible dolor azoto mi abdomen provocando que volviese a abrir los ojos y pudiera distinguir a la persona que me estaba cargando, iba en los brazos de Lucifer mientras él corría muy rápido pero... no estábamos en el lugar con nieve, estábamos en aquel bosque... supongo que vamos a su castillo.

Pude sentir como subía las escaleras conmigo encima hasta llegar a su habitación y depositarme rápidamente en su cama.

—¡Lilith!—. Gritaba desesperado. —¡Lilith ven rápido!—. Dijo para salir corriendo de la habitación en busca de ella.

—Lucifer, ¿Qué sucede?—. Pregunto ella y pude distinguir un tono de voz confundido, mientras yo seguía sin abrís los ojos simplemente las fuerzas no me daban.

—Elisa... ella... está muriendo—. Contesto por lo bajo.

—¿Que quieres que yo haga? Sabes que nosotros no tenemos medicina pues somos inmortales—. Respondió.

—¿Qué hago entonces Lilith? ¡Dime!—. Gritó.

—Llévala al mundo donde pertenece... llévala a un hospital.

Escuché pasos hacia mí, sentí como unos brazos rodeaban mi espalda, y luego mis piernas, mi cabeza quedó apoyada en su hombro.

—Tranquila Elisa... todo va a estar bien—. Me susurro sin la certeza de que pudiese escucharlo. Mi abdomen aún sangraba pero no tanto como antes, al igual que mi garganta.
En el momento en el que sentí aquel destello en mis ojos típico del viaje entre reinos quede completamente inconsciente, no pude saber qué pasó después, solo veía negro hasta que pude abrir los ojos de nuevo.

Otra vez, otra vez salgo del infierno casi muerta, otra vez estoy en el hospital pero esta vez nadie está aquí.

Abro mis ojos lentamente tratando de que la luz no me lastime, una punzada de dolor atormenta mi cuerpo y provoca en mí una mueca, un doctor... el mismo de la vez pasada, se acerca hacia mí con una tablilla para anotar cosas y me mira con preocupación.

LA AMANTE DEL DIABLODonde viven las historias. Descúbrelo ahora